Revelaciones

Consecuencias (Melissa)

El túnel mágico se abrió y mis padres salieron de él. Mi madre llevaba la ropa hecha jirones y mi padre estaba herido. Miré a Alec intentado buscar en el valor para acercarme a ellos. Marie apareció después del séquito de miembros restantes y guardias personales. En el rostro de todos se podía leer la incertidumbre, la rabia y la desesperación, Mis ojos se cruzaron con los de mi hermana, sonreí y ella corrió para abrazarme. Pensé en retroceder pero podía sentir su miedo y mis deseos de confortarla vencieron mi temor a su rechazo ante mi nueva naturaleza. La envolví entre mis brazos con la mayor delicadeza posible.

 

─Tu piel está demasiado fría ─musitó Marie. Solté una ligera carcajada y me separé de su cuerpo.

 

─ ¿Te encuentras bien? ─pregunté mientras examinaba su rostro.

 

─Sí. Fue horrible... Los gritos, la sangre. Lo vi... Era él. Melissa, Hattori está vivo ─susurró.

 

─Lo sé ─respondí y caminé hacia mis padres.

 

  Está vivo... Hattori está vivo. Esa voz en mi interior continúo repitiéndolo una y otra vez.

 

    Hattori está vivo y ya no es más mi Hattori, es Ebryan, el lunático vengativo que acaba de cargarse mi mundo entero de nueva cuenta.

 

─Lo lamento tanto ─dijo mi madre cuando me detuve frente a ella.

 

   Me abrazó, no regresé su abrazo, solo cerré los ojos sintiendo su calor a través de mi piel y colocando mi frente en su hombro. Esperé en silencio a que mi madre lo notara. El cambio en su ritmo cardiaco y en su respiración me indicaron el segundo exacto en que ató cabos.

 ─ ¿Melissa? ─Su voz sonó hueca en mis oídos.

   Mi madre colocó sus manos en mis hombros y despegó su cuerpo del mío. Me observó fijamente. No pude hacer nada más que esperar a que terminara de entender lo que había ocurrido. Giró sobre sus talones tan rápido que, sorprendida por su arrebato, solo la seguí con la mirada.

 

─ ¿Qué le hiciste? ─gritó en dirección a Alec y lo empujó. Alec clavó la mirada en el piso frío y permitió que mi madre lo abofeteara, ante la vista atónita y confundida de todos los presentes.

 

─ ¡Mama! ─grité y me interpuse entre ella y Alec─.¡Basta! ─pedí.

 

   No solo fue mi deseo de defender a Alec lo que me hizo moverme rápido como un rayo. En mí crecía un nuevo sentimiento, una especie de adoración hacia Alec que no había sentido con esa intensidad antes.

 

─No... No. ─

 

   Mi padre se acercó a mí y colocó su mano en mi mejilla, sus ojos se abrieron como platos y su brazo perdió fuerza cayendo a su costado, como si no hubiera huesos bajo la piel.

 

─Lo siento... Era el único modo de salvar su vida ─dijo Alec. Todos los presentes lo miraron. Los ojos de mis padres bailaron entre su rostro y el mío─. Iba a transformarse, debía impedirlo... fue la única manera ─terminó.

 

   Apreté los puños al escuchar el dolor en la voz de Alec. Arremolinándose dentro de mí los sentimientos comenzaron a palpitar, no solo odio y temor, ahí estaba de nuevo esa necesidad de protegerlo, verlo sufrir por mi causa me hizo sentir miserable. Aunque ninguno de esos sentimientos permaneció demasiado tiempo dentro de mi mente. Me perturbó ver lo fácil y rápido que comenzaron a ir y venir, como olas que rompen en la arena de una playa desierta.

─Clare, sigue siendo nuestra hija ─dijo mi padre en un intento de consolar a mi madre, quien lloraba silenciosamente frente a Alec.

 

─Si ella es ahora un inmortal, ¿quién nos salvará de ese demente? ─dijo Asra.

 

─Mi madre debió retirarle los poderes de vigilante... Por eso...

 

   Mis ojos se posaron en el rostro de Anne. Me moví tan rápido que nadie pudo detenerme, mi mano se cerró en su garganta y sus pies se separaron del suelo cuando la levanté como si no pesara nada.

 

─ ¿Qué haces tú aquí? ─siseé contra su rostro.

 

   La voz de Leandra retumbó en mi cabeza, los golpes, la impotencia. El ardor en mi hombro parecía permanecer latente, aunque ya no quedaba más que una línea punteada finamente tatuada en mi piel.

 

─Melissa, no, ella nos ayudó ─gritó mi padre.

 

   Sonreí y la solté de golpe. Anne cayó de bruces, boqueando por la falta de oxígeno. Creo que quizá se me había pasado la mano. Mis padres observaron en todo su esplendor mi nueva naturaleza vampírica, mis ojos escarlata y centelleantes, los colmillos desenfundados y brillantes como dos agujas de perla. El aroma a miedo proveniente de ellos me hizo dejar de sonreír, respiré y los colmillos volvieron a ocultarse.

 

─Debemos ir a un sitio más tranquilo y reagruparnos ─propuso Alec. Era un intento débil pero eficaz para relajar el ambiente.




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