Revelaciones

Memoria

El brillo del sol entró por la ventana. Por primera vez desde que los renegados habían sido liberados, el aire no olía a miedo o desesperación. Las voces que solían gritar dentro de mi cabeza habían guardado silencio. Me levanté de la cama y caminé hacia la puerta. Sorprendí a Anne a punto de tocar.

─Debemos iniciar con el hechizo, es casi mediodía ─dijo con el rostro serio. 

    Alec venía caminando por el pasillo con un vaso entre sus manos. Hizo un movimiento de cabeza para saludar a Anne, quien le respondió con lo mismo. Me ofreció el vaso y el aroma a sangre fresca y tibia entró por mi nariz, ocasionando que mis ojos cambiaran de color y los colmillos asomaran por mis labios. Bebí la sangre de un solo trago, dejando a Anne impresionada y a Alec con una mirada preocupada.

    Ninguno de los dos dijo palabra alguna. No necesitaban hacerlo, era fácil leer su preocupación. Caminamos juntos y en silencio hacia la habitación de huéspedes. Danielle estaba sentada en la cama. Las cortinas se encontraban cerradas y dejaban la habitación a oscuras, con solo los ojos escarlatas de Danielle brillando espectrales en el centro.

─Vaya… ¿Es hora de visita? ─preguntó con la voz entrecortada.

     Anne tomó la cuerda que sujetaba sus manos y la guio a través del pasillo. Caminé detrás de ambas, con Alec rozando mi hombro suavemente con el suyo. Su mano se deslizó por mi cintura y se aferró a ella con fuerza. Lo miré por el rabillo del ojo y Alec sonrió. Estaba nervioso y yo también, debo confesar.

     La sala estaba sola, así que Anne sentó a Danielle en el sofá grande y caminó hacia la cocina. Vertió la pócima en un vaso con sangre y regresó a la sala donde Danielle nos observaba con curiosidad. Arrugué la nariz cuando Anne pasó junto a mí con el vaso de sangre entre sus manos. El aroma de la sangre era agrio, pero a Danielle se le encendieron los ojos y sus colmillos asomaron. Estaba sedienta, real y dolorosamente sedienta. Sentir su necesidad y deseo de sangre me hizo sentir lástima por ella.

─Bebe ─ordenó Anne. 

     Danielle giró la cabeza para clavar los ojos en el piso. Anne sonrió y comenzó a mover la sangre dentro del vaso para que el aroma fuera aún más penetrante. La sed de Danielle comenzó a crecer más con cada movimiento de muñeca de Anne. Finalmente, Anne chasqueó los dedos y la cuerda que sujetaba las manos de Danielle se rompió, dándole libertad. Danielle se abalanzó sobre el vaso y lo bebió de un solo sorbo. En cuanto terminó la sangre lanzó un grito, un chillido horrendo y agudo que hizo explotar los focos del candelabro que pendía del techo y una de las ventanas de la cocina. Pronto, entre murmullos de sorpresa y miedo, los habitantes de la casa se reunieron con nosotros en la sala. La mirada de todos se dirigía a la vampiro que se retorcía de dolor frente a nosotros. Allen volteó el rostro, mientras Sarah le tomaba la mano para demostrar apoyo. 

─Está hecho ─declaró Anne en cuanto Danielle dejó de moverse y se levantó del suelo para sentarse recta en el sillón. Sin parpadear, sus ojos se clavaron en mí de inmediato. 

    Anne tomó el otro frasco que sostenía en la mano derecha y me lo ofreció. El líquido de su interior era de color azul, casi tan azul como mis ojos. Lo tomé y desenrosqué la tapa.

─Espera. ─Anne detuvo mi mano con la suya─. Le falta un ingrediente. ─Los ojos de Anne se dirigieron a Sarah y caminó hacia ella con paso lento. La chica la miró con incertidumbre─. Solo es un poco, no dolerá ─le dijo en susurro. 

Sarah levantó su brazo y lo extendió con la palma hacia arriba. Anne tomó la daga de Zefrit y le hizo un corte pequeño a su palma. La daga destelló en azul y absorbió la mayor cantidad de sangre. Anne se dirigió hacia mí y tomó el frasco de mi mano, vertió las gotas de sangre que aún quedaban en la punta de la daga en la pócima y esta cambio de color.
─No puedo ─dije con voz ronca. El aroma a la sangre de Sarah convertía el contenido de aquel frasco en un manjar.

─Es el único modo de que absorbas el poder de Sarah sin herirla ─declaró Anne con voz tenue. 

     Miré a Alec y a Sarah alternativamente y bebí la poción de un solo trago. Una sensación de vértigo me inundó. Mi cuerpo parecía a punto de incendiarse. La necesidad de buscar algo que me sirviera de soporte se apoderó de mí. Mi vista se tornó color magenta hasta que un resplandor azul brillante captó mi atención. Centré mis ojos en aquella luz y aspire tan rápido y fuerte como pude. El resplandor entró en mi boca y sentí cómo el calor que provenía de ella recorría mi mente. Una vez que terminé de aspirar, el resplandor cesó. Allen sostuvo a Sarah, quien se puso pálida. El sabor de sus poderes endulzó mi boca. 

─Ella está bien ─dijo Anne al ver que hacía el intento por acercarme a ella.

     Aún mirando a Sarah por el rabillo del ojo, caminé a través de la sala y me senté frente a Danielle. 




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