«El hambre de estos dos es insaciable, a este paso terminarán comiéndome entera si mis poderes no regresan pronto», pensé para mis adentros.
Dejar la cabaña no resultó tan complicado como esperábamos. Sin mis poderes, Soumich y Ebryan tuvieron que rentar un auto y sacarme literalmente cargando del bosque. Sin embargo, es extraño como este sitio me calma, aún quisiera saber cómo es que Soumich puede llegar a sitios paradisiacos como este sin invitación previa. Sé que mi hermano tiene sus propios poderes especiales, pero aún continúa impresionándome la capacidad innata que tiene para simpatizar con las personas.
Castell`Arquato, un pequeño pueblo en la provincia de Piacenza, en Italia. Un sitio que guarda buenas y malas memorias para mí. Creo que en el fondo comprendo por qué Sou escogió el sitio para escondernos. Los alrededores hacen del sitio un lugar apacible, tranquilo y silencioso. Entre más tiempo paso aquí, los seis meses que pasé huyendo y luchando de forma descarnada contra los recuerdos de Lucilla y sus sentimientos por Alec y Ebryan, por su hermano y su muerte, así como las razones detrás de ella me parecen lejanos, me da la impresión de que carecen de importancia.
Aunque aún hay caos en mi mente y muchas cosas no terminan de convencerme, mis bebés parecen funcionar como un ancla que desaparece mis inseguridades. Cada vez que comienzo a ponerme nerviosa, solo los observo. Sonríen, lloran, bostezan, como pequeños normales que necesitan de mis cuidados y protección. Con todos los cambios que hubo en mi vida no pude hacerme una imagen de mí misma como madre. Tampoco pude pensar cómo sería tenerlos en mis brazos y ahora que están tengo un poco de remordimiento por no haber disfrutado como era debido mi embarazo. Y dentro de esta nueva etapa de claridad me pregunto si tengo derecho a negarle a Alec el placer de verlos. No quisiera admitirlo, pero desde que volví él ocupa el noventa por ciento de mis pensamientos, lo extraño tanto que me ahoga la sensación.
Soy consciente de que tendré que escuchar su versión de la historia, pero por ahora necesito terminar de sanarme a mí misma y para conseguirlo necesito cerrar el capítulo de Hattori en mi vida. Por el bien de los tres debo ponerle un punto final a este desquiciado triángulo que el destino se encargó de construir, además de intentar recuperar mis poderes antes de que Leandra venga a por mis hijos.
Ahora que lo pienso con detenimiento, es curioso cómo se desarrollaron las cosas. En mi afán de esconderme encontré aquel hospital, no imaginé que los renegados estuvieran ahí, yo solo quería un sitio donde refugiarme del dolor. Débil y desorientada solo pude salvar a Samantha, que a pesar de mis esfuerzos había sido mordida. Ni siquiera recuerdo cuánto tiempo pasó hasta que escuché la voz de Ebryan hablarme. La felicidad de verlo de nuevo no fue solo mía, el alma y los recuerdos de Lucilla se agitaron con fuerza dentro de mí al reconocer su rostro. Lucilla en verdad lo amaba, tanto o más que a Alec.
Debo admitir que resulta un poco asfixiante sentir tanto amor por dos personas tan diferentes y a la vez tan similares. Mi molestia hacia ellos poco a poco ha comenzado a desaparecer. Ebryan está haciendo todo lo que está en sus manos para protegerme ignorando mi amor por Alec. Creo que en algún punto he perdido el derecho para sentirme agraviada por ellos.
Las palabras que salieron por mi boca para detener a Ebryan no fueron dichas a la ligera, es lo que siento, no quiero volver a perderlo. Pero tampoco puedo seguir alejada de Alec. Y sé que no puedo tenerlos a los dos. El siquiera pensarlo me convierte en una persona terrible.
─¿No piensas avisarlo de que sus hijos nacieron?
Ebryan me observaba desde el marco de la puerta recargando su peso en la pared. Me levanté de la silla mecedora, caminé hacia la cama al fondo de la habitación para acomodar a Marion en la cama y me giré hacia él.
─Por el momento creo que es mejor que ponga mis propios sentimientos en orden ─informé sin querer mirarlo demasiado tiempo a los ojos.
─¿Qué quieres decir con eso? ─Su pregunta me hizo sentirme culpable.
─Creo que conoces la respuesta ─susurré.
Le había prometido una conversación abierta y sincera y había pasado una semana postergándola, intentando prepararme para revelar la verdad que Lucilla tan recelosamente había guardado, pero sobre todo intentando reunir el valor necesario para confesarle que aún albergo sentimientos demasiado fuertes por él, que ni siquiera yo misma lo sabía y que por fin había comprendido que, durante todo este tiempo, solo intenté cambiar esos sentimientos luchando por convertirlos en odio y furia, pero que ahora era necesario resolver la situación.
Ebryan caminó hacia mí.
─Te debo una charla ─dijo en tono serio.
─Y yo te debo una explicación ─respondí.
Tomé aire y caminé hacia la puerta pasando junto a él y la cerré. El momento de la verdad había llegado. Ya no podría huir más de ella.