Reverse

Capítulo 1 Después del trabajo

El olor a café y chocolate caliente se podía sentir en el aire. La niebla cubría el cielo y el viento hacía vibrar las ventanas. Las calles, cubiertas de nieve, destacaban el humo que se elevaba lentamente por las chimeneas.

Así es el invierno. Incluso en los días más fríos había clientes en las tiendas. Cada vez que un nuevo cliente entraba, una ráfaga de viento helado llegaba con él.

Aunque Leo no era un gran fan del frío, le ayudaba a saber cuándo entraba un nuevo cliente mientras rellenaba los estantes. También ayudaba que la campana sonara cada vez que se abría la puerta.

El trabajo no era tan difícil como parecía, a veces solo debía esperar a que entrara un cliente o contaba las horas para cerrar la tienda mientras acomodaba los estantes. Pero la mayoría del tiempo libre se la pasaba hablando por teléfono con su novia.

La hora de cerrar finalmente llegó. Leo bajó las cortinas de metal y colocó el candado, asegurándose primero de tener las llaves para que no le pase lo mismo que a su amigo en su taller. Siempre que colocaba un candado recordaba lo mismo, con una sonrisa a punto de convertirse en una carcajada.

Después de asegurar la tienda, Leo caminó hacia un coche que lo esperaba justo enfrente. Era el taxi que había llamado antes. Se subió un poco aliviado de volver al calor de un techo.

En el camino, Leo observaba cómo la nieve se acumulaba en los coches, cubriéndolos casi por completo. Algo que ocurría todos los años, pero le seguía sorprendiendo como la primera vez.

Un sonido desvió su atención del paisaje: era el sonido de su celular, una llamada de su novia Nico. “Hola”, contestó Leo con un tono amistoso. Miró por la ventana. “¿Ya vienes, amor? Espero que no vengas caminando de nuevo”, la voz de Nico sonó preocupada.

Era costumbre de Leo regresar caminando a casa, ya que no estaba muy lejos. Nico siempre le decía que tomara un taxi o algún otro transporte para ir al trabajo, pero él siempre se negaba “Sí, ya voy en camino, hace mucho frío, invierno es mi época de tomar taxis”, respondió Leo con una sonrisa. La nieve no dejaba de caer, y el viento se intensificó.

Del otro lado del teléfono, Nico llevaba puesto un suéter negro calientito, recién planchado. Su cabello café asomaba por los lados, rozando apenas la mitad de su cuello.

Estaba cocinando sopa para calmar el frío que se filtraba por las puertas y ventanas. Sus ojos se dirigieron al reloj mientras revolvía el cucharón. “Supongo que es lo único que no cambiará cuando termines de arreglar esa bicicleta vieja, ¿no?”, respondió.

Una sonrisa se formó en el rostro de Leo. Trató de esconder la emoción en su voz, pero no funcionó, “¿Ya la viste? Está quedando como nueva, solo me falta comprar y colocar las llantas”, mencionó.

Eso podría engañar a cualquier persona, excepto a Nico; para ella era fácil identificar la emoción de Leo. Ni siquiera debía escuchar su voz para saberlo, sobre todo porque siempre lo observaba contando el dinero para comprar las piezas faltantes de la bicicleta.

“Sí la vi, parece nueva, ¿seguro que es la misma?”, preguntó Nico con un tono juguetón. Leo soltó una risita. El no sabía que Nico lo observaba mientras la arreglaba. “Sí, es la misma, tuve que quitar todo el óxido antes de pintarla, para dejarla como nueva. Espera, ya llegué, voy a colgar”, dijo apresurado, deseando por fin descansar.

Nico sonrió, feliz de por fin verlo de nuevo. Aunque no vivían juntos, pasaba la mayoría del tiempo en la casa de Leo y siempre llegaba con él después de trabajar. Para él no era una molestia, ya que ambos habían acordado empezar a vivir juntos pronto; solo faltaba llevar su equipaje.

Nico apagó la estufa, la sopa estaba lista. Justo a tiempo para la llegada de Leo “Está bien, ten cuidado al entrar”, dijo ella antes de terminar la llamada.

Leo pagó y bajó del taxi. A pesar de la intensa nevada, la nieve de las escaleras parecía recién barrida. Dejando un brillo húmedo sobre los escalones.

Al entrar a su casa, ahí se encontraba Nico. Sentada frente a la mesa, con dos platos de sopa recién servidos. “Llegué…”, dijo Leo, sentándose junto a ella. Recostó su espalda contra el respaldo de la silla, dobló el cuello hacia atrás, y cerró los ojos mientras soltaba un largo suspiro.

Una sonrisa se formó en los labios de Nico. Su expresión se dirigió hacia Leo, como si esperara algo, “¿No olvidas algo?”, preguntó Nico.

“Cierto”, contestó Leo, alzando un poco las cejas. “Te dije que yo quitaría la nieve de la entrada”, añadió después, acomodándose de nuevo.

Nico ladeó la cabeza, confundida, mientras removía la sopa. Ella lo miró: “¿No lo hiciste tú?, cuando llegué ya estaba limpio”dijo mientras revolvía la sopa en el plato. “Pero no hablo de eso. Debes lavarte las manos primero”, añadió con un tono regañón.

La expresión de Leo se relajó, y una risita se escapó de su boca, “Sí, solo estaba descansando un poco. Entre el frío y el viento… me siento somnoliento”, respondió mientras se levantaba.

Nico se rió: “¿Ahora eres poeta?”, dijo con un tono burlón. Las palabras de Leo parecían haber sido pensadas desde hace tiempo, esperando para finalmente ser usadas.

“Debe de ser el hambre”, respondió Leo, riendo un poco por la respuesta de Nico.

“Entonces date prisa antes de que se vuelva permanente”, suspiró Nico riéndose de nuevo.

“Está bien…” Leo finalmente fue a lavarse las manos. El agua estaba caliente, perfecta para calmar el frío que aún se sentía en su piel. Y así… El día terminó en calma. Afuera, el viento aún movía las hojas de los árboles y la nieve seguía cayendo sin descanso.



#1996 en Ciencia ficción

En el texto hay: cienciaficion

Editado: 13.10.2025

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