Alara tuvo unos meses largos, ya que primero tuvo que llorar la muerte de su maestro mientras se hacía cargo de los miedos de sus amigos en la Orden. Syo había muerto en Karastros después de haber peleado con alguien tan poderoso como él. Todos culpaban a Ihsahan, pero no había evidencia alguna de ello más que el hecho de que el asesino se había llevado sus sables. Cansada, Alara había decidido que era hora de proteger a sus amigos de la República y había estado presente en todas las reuniones del Canciller con la Emperatriz sin poder encontrar nada. Lo siths nunca estaban presentes, pero eso podía cambiar en cualquier momento. Por primera vez en la historia, Corellia estaba a punto de separarse de la República por un movimiento Separatista que había nacido hace poco, el planeta estaba votando para marcharse y dejar un profundo hueco en la República, tanto económico como político. El templo que estaban usando de tierras neutrales estaba en un hermoso planeta llamado Kingi y era de origen jedi. La República había restaurado el lugar para usarlo de fortificación, pero terminó siendo el lugar de las reuniones entre los líderes de la República y el Imperio. Una jungla rodeaba el templo y había espacio para todos. Un lado del templo era de la República y otro era del Imperio. Un lado era negro, el otro azul. Los soldados y embajadores eran completamente distintos, pero los del Imperio eran cordiales y respetuosos como nunca lo habían sido en su historia. Alara había recorrido el templo desde las sombras con su pequeño grupo de ataque miles de veces sin encontrar nada extraño y fue una sorpresa que ese día no haya nada en el lugar, ya que Mirabella siempre estaba anunciando una catástrofe. Estaba en una recámara que conectaba ambos lados del templo. Había una sala cuadrada con cuatro caminos. Uno subía hacia la sala magna, mientras que el resto llevaban hacia el interior del templo. Su grupo era pequeño y constaba de ella, Juna, Thirin y dos maestros expertos en sus sentidos, eran de los pocos que podían rastrear a cualquiera que estuviera en las sombras. El resto de las Fuerzas estaban ocultas en la jungla sin que el Imperio se enterara de su presencia.
“Parece que es otro día en Kingi.” Dijo aburrida Juna.
“¿Preferirías encontrarte a Ihsahan?” Dijo divertido Thirin. “Es mejor así, esto que estamos haciendo es una estupidez.”
“Lo siento, Thirin, pero es lo que tenemos que hacer para protegernos.” Dijo pensante Alara. “No hay nadie aquí.” Agregó mientras se chocaba con algo en el medio del cuarto vacío.
Alara levantó la mirada para encontrarse con la máscara de sus pesadillas. Todos los jedis saltaron hacia atrás mientras encendían sus sables. Ihsahan tenía la máscara apuntada hacia ella.
“¡Ihsahan!” Gritó ofuscado Thirin.
“¿Cómo puede ser que no lo sienta?” Preguntó una de las maestras. “Estoy esforzándome para sentir la Fuerza que nos rodea.”
“Deberías empezar por abrir los ojos, jedi.” Dijo con severidad Ihsahan.
Alara estaba sorprendida con la presencia de sith y preocupada por la tensión que podía sentir en sus amigos.
“No puedo dejarlos marchar, jedi. Mi maestro quiere hablar contigo.” Dijo el sith para destruir la entrada que había detrás de ellos con su telequinesis sin quitar la mirada sobre ella.
Alara no pudo detener a Thirin de lanzarse al ataque. Ihsahan detuvo sus ataques con sus guanteletes mientras Juna desaparecía en las sombras. La máscara de Ihsahan se clavó en la frente de Thirin mientras su mano atrapaba la cara de Juna. Alara apareció para atacar directo al brazo del sith, que tuvo que elegir entre quedarse con su brazo o soltar a su padawan. Juna saltó sorprendida hacia atrás mientras Alara se percataba que Ihsahan no quería pelear con ellos.
“Has crecido, jedi.” Dijo con seriedad Ihsahan.
“Cierra la boca.” Dijo ofuscada Alara. “¿Están bien?”
“¿Cómo puede encontrarme?” Preguntó ofuscada Juna.
“Lo estás subestimando, Juna.” Dijo con firmeza Alara. “Debe ser tan sensible como Tori.”
Ihsahan era mucho más alto ahora que lo tenía de cerca y su postura era tan rígida como recordaba.
“¿Por qué te busca mi maestro, jedi?” Preguntó con severidad Ihsahan.
“Tú deberías saber eso, sith.” Dijo enfadada Alara, ya que no sabía de qué estaba hablando.
La puerta que estaba detrás de Ihsahan se abrió para dejar paso a otro sith. Este era más pequeño y podía sentirlo desde hace unos momentos. Sus túnicas eran negras y su cara era pálida.
“Ah, Alara, Alara…” Dijo con una violenta sonrisa el sith. “Al fin puedo dar contigo…”
Alara lo miró con fijación, su peinado era el típico imperial y sus ojos tenían marcas de corrupción, además de brillar en un intenso naranja. La maestra recordó su nombre.
“¿Víctor?” Preguntó sorprendida Alara.
“Ah, aprendiz. Te presento a Alara Domo-Sareh, maestra jedi.” Dijo jocoso el sith. “También conocida como mi hermana.” Agregó mientras se detenía junto a Ihsahan. “Mi nombre es Lord Tharan Dusk, Señor Oscuro de los Siths.” Terminó con una elegante reverencia.
Alara no podía creer que su hermano fuese el maestro de Ihsahan.
“Este es mi secreto, aprendiz.” Dijo sonriente Tharan. “El día que descubrí mi poder, los inquisidores del Emperador estaban buscando a mi hermana mayor, pero ese día encontraron al sith con más proyección en el Imperio.”
“Víctor…” Dijo apenada Alara.
“Luego de un tiempo volví por ella, pero mis padres no estaban contentos con perder ambos niños… Siempre la quisieron mucho más que a mí.” Dijo sonriente Tharan. “Estuve buscándote todo este tiempo, hermana. Quería compartir mi poder contigo para conquistar la galaxia juntos, como otros tantos hermanos en la historia.”
“¡Destruiste nuestra familia, Víctor!” Gritó ofuscada Alara.
“¡MI NOMBRE ES THARAN!” Gritó enojado el sith. “¡LORD THARAN DUSK!”
Alara apretó su sable mientras miraba a su hermano.
“Alara, siempre has estado ciega.” Dijo sonriente el sith. “Gracias por hacer de este un día especial. Hoy comienza el nuevo Imperio Galáctico. Han caído en nuestra trampa con mucha facilidad, pero primero quiero mostrarte algo divertido.”
Alara notó a Juna y sus amigos listos para pelear.
“No… podemos pelear con ellos.” Dijo con cuidado.
“Por supuesto que no, Alara. ¿Crees que puedes derrotar a mi aprendiz?” Preguntó divertido Tharan. “El único que pude derrotarlo soy yo. Ha sido un gran regalo, no he podido agradecerte todavía.”
Alara no entendía lo que decía.
“Ah, la máscara.” Dijo jocoso Tharan. “Ihsahan, muestrales tu hermosa cara.”
Alara perdió todo control de su cuerpo cuando la máscara de Ihsahan reveló a su padawan. Shin era el monstruo de sus pesadillas. Sus fríos ojos verdes estaban clavados en ella, que cayó de cola al suelo por la sorpresa. Alara frotó sus ojos para que la cara de su enemigo cambie, pero eso pasó. El que estaba enfrente era su padawan, Shin.
“No recuerdo su bonito nombre de jedi, pero Ihsahan es todo lo que necesitaba. Gracias por darme al aprendiz perfecto. Fue mucho mejor que tenerte a mi lado, hermana.” Dijo jocoso Tharan.
Thirin no pudo contenerse y se lanzó directo hacia Tharan. Ihsahan lo detuvo de un solo movimiento. El maestro terminó inconsciente con la mandíbula rota contra una de las paredes de la sala.
“Me encanta que no los mates, Ihsahan.” Dijo divertido Tharan.
Juna apretó su sable para desvanecerse de un salto frontal, Alara no pudo detenerla. Ihsahan la detuvo con tu telequinesis. Su padawan no podía hacer nada más que patalear en el aire. Shin solo estaba mirándola a ella.
“Yo… Shin…” Dijo entre lágrimas Alara. “Perdóname…” Agregó para simplemente llorar.
Juna cayó en el fondo del salón inconsciente.
“No sé por qué traes niños a este lugar, Alara…” Dijo divertido Tharan. “Ah, voy a tomarme el tiempo de vengarme, hermana. Te he buscado toda mi vida, te he esperado todo este tiempo para compartir esto contigo y aquí estás, parada enfrente de mí como un enemigo…”
Alara estaba llorando en el suelo sin poder controlar su cuerpo. Su congoja y vergüenza estaban controlando cada movimiento que hacía. ¿Cuánto había sufrido Shin por su culpa?
“Shin…” Agregó apenada.
“No confundes a nadie con esas lágrimas, hermana.” Dijo con seriedad Tharan. “Olvidaron a tu preciado padawan al instante que cayó en mis garras.”
Alara se puso de pie mirando a Ihsahan sin poder leer nada en sus ojos.
“No voy a permitir que lastimes a nadie más, Víctor.” Dijo con seriedad Alara. “Maestros, ayuden a Thirin y Juna.”
Tharan sonrió divertido.
“¿Qué es eso? ¿Valor?” Preguntó divertido Tharan. “Quería ver que tanto has aprendido con estos inútiles, así que te prefiero combativa. Aunque… Sería más divertido verte pelear con tu viejo padawan.”
Shin estaba inmóvil frente a ella, su postura era rígida e intimidante.
“No…” Apenas pudo decir.
“Ah, no podrías pelear con él… No te preocupes. Ihsahan tiene otras responsabilidades.” Dijo sonriente Tharan. “Ve, aprendiz.”
Ihsahan se puso su máscara para marcharse sin hacer un solo sonido.
“Lo tengo bien adiestrado, Alara.” Dijo jocoso Tharan.
Alara saltó hacia su enemigo sin poder encontrar su centro, ya que Shin estaba vivo y había estado sufriendo todo este tiempo por su culpa.