Ihsahan vio a los jedis entrar a la sala como Inteligencia había predicho. Esa mañana se había enterado de que Alara era lo que había estado buscando su maestro, aunque todavía no sabía por qué. Su maestra había cambiado poco en estos años y estaba rodeada por maestros y su padawan. Su vieja maestra no lo encontró en el medio de sala, chocando de lleno con él para todos se alejen de un salto hacia el fondo de la sala, no pudo decir más que un par de palabras que ya lo estaban atacando. Alara salvó a su padawan solo porque él no quería matarla, ya que no ganaba nada al hacerlo. Su maestro entró para anunciar que era su hermano. Su sonrisa y venganza eran tan patéticas como creía. Alara se cayó al suelo a ver su cara, su sorpresa era verdadera, cosa que no esperaba. Al sentir sus ojos en los suyos pasó algo extraño, su corazón latió después de tanto tiempo. Estaba sintiendo algo, Thirin atacó a su maestro y su cuerpo reaccionó solo, derrotándolo con su bakuuni. Juna no debería estar ahí, pero supuso que Alara no confiaba en muchos después de lo que había pasado en el Congreso. Alara solo podía llorar mientras sentía a los maestros jedis caer sobre ellos. Tharan tenía deseos banales y patéticos y su utilidad había terminado, pero en esos momentos estaba pensando en otra cosa, en su maestra, en sus lágrimas. Su maestro lo despidió para que caminar hacia el techo del templo. Allí estaba su destino. Una nave de tropas trajo a los maestros. Ch’Chok venía encabezando el grupo y estaba siendo seguido de cerca por el líder los Guardianes del Centro, Maestro Athus Kym’Laok, la líder de las Hermanas de Surih, Maestra Annadia Veras Gauss, el Maestro Dethos Kyoshin, la Maestra Burya Kimmeth y el Maestro Gakko von Ruthus. Los más poderosos jedis de la galaxia. Alara parecía más que ellos juntos. Su mente estaba en otro lado, de pronto sus planes para el Imperio se sentían fríos y distantes, ya que solo quería volver a ver a su maestra, cosa que no iba a ser posible si Tharan la mataba, por alguna razón sabía que Alara iba a poder con él.
“Finalmente la Fuerza nos pone frente a frente.” Dijo con seriedad Athus, este era un nautolan bastante alto y era uno de los mentores de Lak.
“Es hora de que esto termine.” Anunció Annadia.
La humana era rubia y la Fuerza revoloteaba a su alrededor. Ihsahan conocía a los más poderosos jedis de la República y según su maestro eran los que ordenaban las cosas dentro de la Orden. La verdad es que eran la vieja guardia, ya que la voz Alara era la que los estaba manteniendo juntos. Lo rodearon en un parpadeo y parecía que iban a usar alguna técnica en particular contra él. Ihsahan entendió rápidamente que iban a hacer. Ch’Chok usó su telequinesis para mantenerlo quieto mientras los demás intentaban cortar su conexión con la Fuerza. Ihsahan no hizo nada al respecto, ya que parecía que los maestros no entendían que no podían aplicar esa técnica a alguien como él. Los cuatro maestros abrieron los ojos en sorpresa cuando se percataron de eso.
“No deberían hacerse llamar maestros, jedis.” Dijo con severidad Ihsahan mientras Ch’Chok salía volando por su telepatía. “¿Cómo pueden cortar la conexión con la Fuerza de su objetivo si no la pueden encontrar?”
Los cuatro maestros se lanzaron al ataque con sus diversos estilos y sables, Ihsahan bloqueó todo para saltar hacia arriba mientras relámpagos caían a su alrededor. Ch’Chok fue el primero en lanzarse hacia él, recibiendo una patada en su cara y terminar rodando en el suelo. Ihsahan saltó directo hacia la humana para destruir la mitad de su sable doble con un ataque ascendente mientras un millar de rocas danzaban a su alrededor. Ch’Chok apareció para atacarlo con todas sus fuerzas, pero no pudo traspasar las defensas del sith, que desvió su sable con su guantelete. Ihsahan recibió el grito de Ch’Chok de frente mientras los demás maestros lo atacaban por detrás. Dethos murió decapitado por un revés mientras que Burya solo pudo resistir su relámpago por dos segundos para luego sucumbir ante su poder. Gakko cayó desde los aires mientras intercambiaba ataques con Annadia y Ch’Chok, Athus estaba preparando un devastador ataque de su telequinesis. Ihsahan saltó para absorber el choque de la telequinesis con su mano libre para usarla a su favor al renovar la tormenta que los rodeaba. Ch’Chok estaba muerto en el suelo, aunque Ihsahan sabía que estaba fingiendo, ya que estaba usando su famoso trance de sanación. Ihsahan quería ver al viejo sith renacer, pero parecía que era un cobarde. Athus era un gran espadachín, su estilo era físico y pesado. Annadia estaba siempre buscando una manera de distraerlo, pero solo pudieron aprender que él era demasiado para ellos. Ihsahan había perdido interés en la pelea, ya que solo quería volver a ver a Alara.
Alara estaba derrotada a los pies de su maestro, sus compañeros habían abierto el pasadizo bloqueado detrás de ellos y se habían marchado junto a los heridos. Ihsahan se detuvo junto a su maestro. La jedi levantó su mirada para encontrarse con su máscara.
“Alara, tus viejos maestros no estaban preparados para pelear con alguien como mi aprendiz.” Dijo divertido Tharan. “Esto fue divertido, pero la verdad es que tenemos demasiadas cosas por hacer, empezando por conquistar la República.”
Ihsahan estaba harto de la voz de su maestro.
“Este es tu final.” Dijo sonriente mientras levantaba su sable.
Alara estaba indefensa, ya que su sable estaba destruido entre sus manos y no tenía ni la más mínima voluntad de pelear. Ihsahan apretó la muñeca de su maestro para detenerlo.
“¿Qué estás haciendo, aprendiz?” Dijo con una rara severidad Tharan.
“¿Para qué vas a matarla ahora?” Preguntó de la nada Ihsahan. “Es preferible que vea todo lo que le importa caer bajo tu poder.”
Ihsahan estaba pensando en su situación, en las lágrimas de Alara y encontró algo que había perdido hace mucho tiempo, amor. El amor que sentía por ella todavía estaba dentro de él. Instantáneamente, se sintió el más estúpido de los hombres de la galaxia. Su corazón estaba vivo otra vez y todo lo que sentía era remordimiento y dolor. Su sangre estaba hirviendo y poco podía hacer para controlarlo. Confundido, soltó la muñeca de su maestro sin saber qué hacer. Lo único que quería hacer era salvar a Alara. De pronto estaba en su casa, hace muchos años en Kyros-4. Ese día había roto la heladera del negocio de su madre al intentar mejorarla, se sentía como un estúpido, ya que por su culpa ahora había que gastar créditos en una nueva. Ihsahan había roto algo importante, el balance en la galaxia. Estas ideas eran nuevas y lo que sentía en su corazón lo estaba empezando a mover. Tenía que hacer algo.
“Ah, mi odio me estaba cegando. Ihsahan, tienes razón. Hermana, vas a ver a tu amada República arder.” Dijo sonriente Tharan mientras Ihsahan tocaba algo en su guantelete.
Alara rodó por el suelo para levantar el sable de Juna sin quitarle los ojos de encima.
“¿Cómo te fue con los supuestos maestros de la Orden, Ihsahan?” Preguntó divertido Tharan.
“Estoy listo para terminar esto.” Respondió con severidad Ihsahan.
Ihsahan tenía que balancear la situación antes que la flota del Imperio cayera en el planeta. De repente, un manojo de soldados apareció detrás de Alara. Ihsahan solo los desmayó con un golpe de su telequinesis, golpeándolos contra las paredes y el suelo. Seguido, un grupo de soldados apareció a su derecha. Tharan los pulverizó con su relámpago. Alara solo podía mirarlo.
“Parece que empezó la diversión, Ihsahan.” Dijo jocoso Tharan. “Tienes un gran efecto sobre mi hermana…”
Alara recuperó un poco de su compostura mientras dudaba si ahora era el momento para destruir a su maestro. Tenía mucho trabajo por hacer y todo había empezado con la retirada de sus espías. El críptico mensaje que envió a casa tenía que ser suficiente para proteger a su equipo en Dromund Kaas. Cuando iba a atacar a su maestro, escuchó unos gritos que venían de la sala magna. El resto del Consejo Oscuro ya estaba allí. Miró a Alara por última vez confiando en que iba a sobrevivir las torturas de su hermano. Conociendo a Tharan, Ihsahan sabía que iba a esperar al momento más oportuno para aparecer frente a la galaxia.