Ihsahan salió a la sala magna para ser atacado por unos siths de Rohus, parecía que su tiempo había terminado. Estos murieron al instante mientras notaba a la República peleando con el Imperio en cada rincón del lugar. Frente a él había un anfiteatro rodeado de butacas, en el final estaban la Emperatriz, sus dos guardias imperiales y un pequeño grupo de militares de la República. Estos estaban protegiendo a Canciller con todo lo que tenían. Ihsahan cayó por los aires para patear a Xania hacia el anfiteatro mientras destruía a los guardias imperiales y los soldados con sus relámpagos. Su gente no estaba por ningún lado y estaba preocupado por Vitti. Mirana iba a protegerla, pero no estaba seguro de nada, estaba a punto de romper todo lo que había estado preparando hace años, pero por primera vez desde que estaba en el Imperio estaba haciendo algo que salía de su corazón. Los soldados de la República huyeron a toda velocidad mientras aterrizaba frente a Xania, seguido, cacheteó hacia abajo para que todos los soltados del Imperio cayeran de cara al suelo, dándole una oportunidad a los de la República para huir. Los batallones se separaron a sus alrededores y de un lado tenía a la República y del otro lado al Imperio. Xania estaba sonriente frente a él, su sed de sangre estaba a flor de piel y su brillante sable color naranja sangre estaba apuntando directo hacia él.
“Al fin voy a poder matarte, Ihsahan. Voy a extrañarte en la cama, pero ya es hora de que desaparezcas de la galaxia. Has estado molestándome hace tiempo, la gente te prefiere a ti y no me gusta compartir la atención de la galaxia.” Dijo con prestancia la Emperatriz.
Ihsahan estaba listo para pelear, para empezar a revertir el daño que había infligido en la galaxia, pero más precisamente deseaba poder sanar un poco el dolor que le había causado a su maestra.
“Xania, hoy llegué a este planeta pensando en como iba a apoderarme de tu trono.” Dijo pensante Ihsahan mientras revisaba sus alrededores. “Ahora… No lo sé, creo que simplemente voy a ahorrarle a la galaxia tu desagradable presencia.”
“Ah, Ihsahan… ¿Crees que puedes derrotarme?” Preguntó divertida Xania.
“Sí, con facilidad, de hecho.” Dijo pensante Ihsahan. “Hace tiempo que no eres más que una molestia, Xania.”
Por el lado del Imperio apareció el resto del Consejo Oscuro.
“Este sith es mío, el que quiera morir puede interponerse en mi paso.” Dijo con prestancia.
Todos estaban mirando con curiosidad lo que estaba pasando mientras la República se alejaba de los problemas, dejando solo a los jedis en el lugar.
“Es más fácil si vienen todos al mismo tiempo, Xania. No quiero malgastar mi tiempo aquí, tengo mucho por hacer.” Dijo pensante Ihsahan.
Shin ya no se sentía como hace unos momentos, su cabeza estaba volviendo a ser la suya. Su corazón estaba lleno de remordimiento y su sangre estaba hirviendo. Lo único que quería hacer era destruir a los que solían ser sus aliados, ya que había desbalanceado la galaxia y sentía que era su deber hacer algo al respecto. Su comunicador sonó para anunciar la voz de Hussan, que estaba en problemas en Dromund Kaas. Shia estaba con él y no sabían como proseguir. Ihsahan envió las coordenadas del único lugar que vino a su mente mientras Xania se lanzaba al ataque. Ihsahan bloqueó el golpe para patearla con su bakuuni, enterrando su pierna en sus costillas. La Emperatriz quiso agarrar su cuello, pero recibió un frentazo a cambio. Ihsahan cortó su vestido para que la mujer lo mirara llena de rabia. Sus violentos ojos se clavaron en él mientras lo atacaba sin parar. Ihsahan bloqueó todo lo que venía hacia él con su sable mientras Xania recibía daño de sus puños. Ambos saltaron hacia atrás para chocar su telequinesis en el centro del lugar, pulverizando cada una de las sillas que los rodeaban. El anfiteatro se había convertido en un desierto cuadrilátero. Ihsahan se quitó su máscara para mirarla con curiosidad, pensando en que se había convertido. Xania tenía locura en sus ojos.
“¿Crees que puedes humillarme de esta manera?” Gritó ofuscada la Emperatriz. “Soy la más poderosa de la galaxia.”
La vanidad de Xania no lo sorprendía en lo más mínimo. Apretó su máscara por unos segundos mientras se sentía un poco más liviano. Algo una penumbra se había marchado de su cuerpo, una penumbra que estaba ofuscando su mente y su corazón. Levantó la mirada para ver a Xania volando hacia él. Bloqueó el ataque con su antebrazo sin mucho esfuerzo, su contragolpe fue un banco que vino volando hacia ella. La sith destruyó todo lo que tenía enfrente con su telequinesis. La Emperatriz estaba frustrada. Sus golpes no llevaban a ningún lado mientras él pensaba en cómo se sentía. Su corazón estaba latiendo otra vez, como si hubiera estado congelado todo este tiempo. Ver a Alara había cambiado algo en él. Lamentablemente todos estos sentimientos tenían un lado negativo. Lo primero que se vino a su cabeza fue el hecho de que había matado a todos sus amigos, seguido por todo lo que había lastimado a la mujer que amaba. Mientras pensaba el resto de su cuerpo estaba peleando con Xania, frustrándola más allá de los límites que podía conocer. Quedaron frente a frente cuando sintió un agujero en su alma. Xania estaba a punto de gritarle, pero él también tenía algo para sacar de lo profundo de su pecho. Su grito no tuvo palabras, solo era lo que había en su corazón. Toda la galaxia había escuchado su dolor. Xania estaba en el piso con la mitad del techo colapsado encima. Era la primera vez que había usado esa técnica y había resonado en toda la galaxia. Xania se puso de pie junto a todos los peñascos del lugar para saltar a atacarlo. Ihsahan esquivó el embate mientras cortaba hacia arriba, cortando ambos brazos y una pierna de la Emperatriz. La mujer cayó al suelo gritando para que el resto del Consejo Oscuro saltara al ataque. Tudra fue la primera en atacarlo, Ihsahan la compactó junto a su armadura y el resto del techo que quedaba para que muriera aplastada por la presión de su telequinesis. Seguido, Rohus perdió ambos brazos y piernas para ser calcinado por uno de sus relámpagos. Detrás de él, dos guardias imperiales se llevaban a la lastimada Emperatriz. Pandemios se lanzó al ataque con su famoso sable doble, que supuestamente había pertenecido a Exar Kun. Poco pudo hacer contra su Soresu Imperial, ya que no pudo contrarrestar su velocidad ni su gran técnica. Con un revés lo distrajo mientras pivotaba para atravesar su torso por detrás. El famoso Demonio de las Sombras no era más que un estirado patán. Zatannia apareció para lanzarle un relámpago que esquivó de un salto para terminar intercambiando golpes con Koros. Su fuerza era formidable, pero era demasiado lento para pelear con alguien de su nivel. Intercambiaron miles de golpes por todo el anfiteatro, terminando con su derrota. Ninguno de los dos podía competir con él. Había entrenado demasiado como para ser derrotado y ahora que estaba peleando por Alara nadie iba a derrotarlo. Ihsahan sabía que faltaban Lord Leppos y Darth Nashaira, pero esos dos eran irrelevantes, ya que eran marionetas de su maestro. Todas las armas del Imperio estaban apuntando hacia él desde las alturas mientras Tharan se detenía a ver lo que había pasado.
“¿Qué estás haciendo, aprendiz?” Preguntó con seriedad el sith.
Alara estaba detrás de él, rodeada de jedis mirando en su dirección mientras ayudaban a las pocas tropas de la República.
“Estoy sacando la basura, Tharan.” Dijo pensante Ihsahan. “¿Sabías que quería convertirme en Emperador hasta hace unas horas? Viajé aquí pensando en como iba a matarlos a todos para terminar en la bonita silla de Xania.” Agregó sonriente.
“Tienes delirios de grandeza, Ihsahan.” Dijo divertido Tharan.
Ihsahan notó el terror en sus ojos cuando notó a todo el Consejo muerto a su alrededor.
“¿Tú crees?” Preguntó divertido Ihsahan. “Hace tiempo que no tengo miedo, Tharan. Hace tiempo que ya no me controlas. Hace tiempo que conozco su verdadera cara… La verdad es que quería salvar al Imperio de ustedes, de su idea de que el poder es todo lo que importa. He estado perdido dentro de… esto.” Agregó tocando su armadura. “Perdido en tus palabras, en mis miedos, pero eso cambió hace unos momentos.”
“¿De verdad?” Preguntó divertido Tharan. “Gracias por acelerar mis planes, aprendiz.”
“Ya no soy tu títere, Tharan.” Dijo sonriente Ihsahan mientras miraba su máscara. “Ya no soy el Guardián del Imperio, ya no soy Darth Ihsahan.” Agregó mientras guardaba la máscara en su cinturón.
Ihsahan recordó que andaba con su viejo sable, este flotó a su mano derecha mientras su otro sable flotaba frente a él. Brilló en índigo, cortando la luz que caía por la falta de techo.
“Mi nombre es Shin Aleaus Karadin.” Agregó mientras lo apretaba con su mano. “Y no voy a permitir que esto continue ni un segundo más.”
“Ah, bravo.” Dijo entre aplausos Tharan. “El Caballero ha vuelto a la luz…”
“No, Tharan. No soy un jedi, no soy un sith…” Dijo pensante Shin. “Soy un estúpido con un sable que está conectado a la Fuerza.” Agregó mientras levantaba la mirada hacia su maestro. “Mi sangre está hirviendo, mi mente está llena de decisión y mi cuerpo me pide venganza.” Sus ojos brillaron en un intenso rojo. “Solo me queda una cosa para darte Tharan… Tu último respiro.”
Tharan levantó su mano para que todo soldado del Imperio dispare hacia a él. Shin dio medio paso a la izquierda para esquivar la torrencial lluvia de plasma que cayó, sorprendiendo a su maestro en demasía. Seguido, Shin levantó su mano para detener en el aire el resto de los disparos, con un giro de su muñeca todo volvió de donde vino, derrotando a la mayoría de sus enemigos. Su maestro había dejado de aplaudir y podía sentir toda la oscuridad que emanaba de él.
“No puedes tocarme, Tharan.” Dijo con seriedad Shin.
Shin había entendido algo hace unos momentos. Su vieja habilidad era mucho más burda y básica que el supuesto secreto de la Fuerza que habían prometido en el pasado, pero ahora podía entender lo que estaba haciendo. Estaba sintiendo todo el campo de batalla con a través de la Fuerza. Sentía cada vibración, cada miedo, cada acto de valentía, todo a través de la Fuerza.
“Ihsahan…” Dijo con severidad Tharan. “¿Crees que vas a arrebatarme mi día gloria con tus estúpidos Pasos de la Fuerza?” Agregó con esa falsa tranquilidad que siempre irradiaba.
Alara apretó a los jedis hacia atrás, ya que la mayoría estaban a punto de saltar al combate, era mejor así, ya que no quería tener que protegerlos de los ataques de su maestro.
“Estaba pensando en dejarte ir, Tharan, pero la verdad es que estoy harto de tu estúpida sonrisa y quiero librar a la galaxia de un sucio manipulador.” Dijo con seriedad Shin.
Tharan sonrió violentamente para que todos los sables que había en la zona se encendieran y volaran hacia él. Todos los tonos de rojos estaban rodeándolo y parecía que al fin iba a poder presenciar su famosa Danza Macabra. Los sables volaron hacia él como si tuvieran vida propia, copiando estilos y técnicas de todos los rincones de la galaxia. Shin esquivó cada uno de los ataques mientras miraba a Alara. Su maestra estaba llena de sorpresa, siguiendo la pelea con sus hermosos ojos marrones. Shin se percató de que ahora tenía dos sables, uno de jedi y uno de sith para proteger lo único que le quedaba. Con un golpe amplio derrotó tres sables para luego lanzar dos precisos ataques y destruir los dos que quedaban. Tharan estaba volando hacía él, su sable fue esquivado instintivamente por su cuerpo, haciendo que el sith pasara de largo y diera una vuelta para lanzarle un relámpago. Su sable de jedi recibió el relámpago para usar esa misma energía en forma de telequinesis, enterrando tres metros en la pared a Tharan. Dos equipos de la República aparecieron en lugar para dispararle con plasma y misiles. Alara les gritó que se detuvieran, pero ya era tarde. Shin desvió los misiles hacia Tharan mientras esquivaba con mucha gracia el millar de disparos que venían hacia él. Tharan se puso de pie mientras pulverizaba sus alrededores. El relámpago iba directo hacia los soldados de la República, pero él ya estaba en el medio para descargarlo en el suelo con su sable de sith. Tharan iba directo hacia él, Shin tocó el suelo en el mismo momento que el sable de su enemigo iba hacia su cuello. Su sable índigo bloqueó el ataque, quedando frente a frente con su viejo maestro. Tharan estaba rodeado de furia, envuelto en su propia oscuridad, pero aun así había un abismo entre sus fuerzas. Shin lo estaba sosteniendo con facilidad y lo alejó de una patada en el costado mientras sentía una tranquilidad que había perdido hace años. Dejó caer su postura mientras dejaba que la Fuerza lo llenara como solía hacer antes. La diferencia era que ahora entendía lo que estaba pasando, entendía la conexión que había entre él y la galaxia. Estaba sintiendo su antigua aura cuando Tharan saltó al ataque. Shin solo pivoteó para cortar uno de sus brazos, que cayó al suelo junto a su sable. Tharan lanzó el relámpago más poderoso que podía en vano, ya que Shin era imperturbable.
“Rohus tenía razón sobre ti, Ihsahan.” Dijo ofuscado Tharan mientras levantaba su sable con su brazo izquierdo. “Eres un peligro para el Imperio.”
“Creo que soy un peligro para la galaxia, Tharan.” Dijo sonriente Shin. “No te preocupes, no vas a volver a tener la desgracia de cruzar mi camino.”
Shin sentía que estaba volviendo a ser alguien que ya no era.
“Voy a pulverizarte, jedi…” Dijo enojado Tharan.
Shin sonrió divertido al sentir la frustración del sith.
“¿Insultos? Ya estás grande para esas cosas.” Respondió jocoso.
Tharan empezó a emanar un denso y pegajoso odio, tan denso que Alara tuvo que alejarse junto al resto de jedis para poder esquivar su presión. Shin sabía que su maestro tenía un as bajo su manga cuando su mano empezó a brillar en un denso verde. Sutta Chwituskak, el famoso Relámpago del Odio era una técnica real. Shin sabía que Tharan estaba usando vieja magia sith como último recurso, entregando parte de cuerpo para hacerlo, estaba recitando su conjuro en voz baja Shin decidió hacer algo al respecto. El verde relámpago fue absorbido por su mano para sorpresa de su maestro, que cayó de rodillas al suelo por el cansancio de su magia de antaño.
“Como… mierda…” Dijo agitado el sith.
“¿Crees que me odias más de lo que me odio yo?” Respondió divertido Shin. “Es difícil derrótame con algo como esto, Tharan.”
Shin se acercó para decapitarlo con un rápido y ágil ataque. Su cabeza cayó al suelo mientras encaraba hacia su maestra. No tenía ni idea que decir, así que simplemente se detuvo frente a ella. Tenía su chaqueta puesta y el pendiente que le había regalado hace tanto tiempo. Apoyó su dedo en el pendiente mientras todos los jedis intentaban matarlo. Alara los detuvo con un grito mientras su máscara volvía a su cara. Hizo algo que no sabía que podía hacer mientras decía la estupidez más grande que encontró en su cabeza.
“Si quieres encontrarme, Alara… Solo tienes que seguir tu corazón.”
Shin se sintió un estúpido, pero eso era lo único coherente que tenía para decir. Ya que tenía una revolución dentro de su corazón y lo único que quería hacer era suicidarse contra los sables de los jedis que tenía enfrente. Caminó entre la multitud para perderse entre los pasillos del templo sin saber dónde iba a terminar.