Alara sintió el grito de Shin con todo su cuerpo al mismo tiempo que su hermano. Tharan salió corriendo a toda velocidad mientras ella lo seguía de cerca. Lo que encontró en el anfiteatro fue una sorpresa, todos estaban peleando con Shin. Su padawan derrotó a todos los siths del lugar, incluyendo a la Emperatriz y a todo el Consejo Oscuro. Cada movimiento consecutivo que hacía le recordaba a su viejo padawan. A veces sonreía exactamente como lo hacía en sus sueños. Tharan se enfrentó a él mientras Shin gritaba su nombre, parecía una persona distinta a la de hace un rato. Alara no podía creer que lo que Shin estaba haciendo, el monstruo que tenía enfrente era poco para él. Sus ojos rojos lo delataban como sith, pero su aura no era la que recordaba de antes, era cálida y arremolinada como un torbellino de arena en Tatooine. Shin se paró frente a ella para decir algo extraño mientras tocaba su pendiente. Lo único que quería hacer era correr detrás de él, pero el lugar era un caos. Un grupo de jedis vino con las noticias sobre los maestros, los cuatro estaban muertos y no podían encontrar a Ch’Chok por ninguna parte. Alara organizó las fuerzas para terminar en la base de la República sin poder creer lo que había pasado, sin creer que Shin era el monstruo del Imperio. Shura cayó desde las estrellas en su nave y no creyó una sola palabra de lo que dijo. En la habitación estaban Juna y Thirin en sus camas mientras ellas estaban sentadas en el suelo.
“No puede ser que eso haya pasado en dos horas, Alara. Shin no puede ser Ihsahan.” Decía ofuscada Shura.
“Lo sé, pero es lo que pasó… Shin me salvó de Tharan y derrotó a todos nuestros enemigos. Derrotó a los maestros, derrotó al Consejo Oscuro, a la Emperatriz, a mi hermano…” Dijo apenada Alara mientras acariciaba su pendiente.
Alara podía sentir algo en la distancia, pero no sabía que era, creía que era un camino, ya que así lo había anunciado su padawan.
“¿Qué vamos a hacer?” Preguntó al aire Shura. “¿Dónde está Ch’Chok?”
“No lo sé, la Barrera de Luz falló.” Dijo pensante Alara. “O por lo menos eso supuse, ya que no pudieron desconectar de la Fuerza a Shin.”
“Ihsahan, Alara. Ya no es tu…”
“Su nombre es Shin Aleaus Karadin.” Dijo con firmeza Alara. “ESTUVO TODO ESTE TIEMPO SUFRIENDO EN EL IMPERIO.” Gritó ofuscada.
Shura bajó la cabeza entendiendo el dolor que estaba sintiendo en estos momentos.
“Alara, Shin no es inocente de todo lo que hizo.” Dijo apenada Shura.
“Lo sé, pero… Necesito hablar con él.” Dijo ofuscada Alara. “No quiero que nadie haga nada hasta que hable con él.”
“Nadie va a poder encontrarlo…” Dijo apenada Shura. “Deberíamos encárganos de la Orden…”
“Todo esto pasó porque somos unos estúpidos, Shura. Necesitamos repensar nuestra relación con la República.” Dijo ofuscada Alara. “Yo voy a encontrarlo y voy a ver qué hacer con él, es mi padawan, es mi responsabilidad.”
Alara solo quería apretarlo para volver a sentir su aroma.
“Alara, te entiendo, pero…” Dijo apenada Shura.
“Es lo que va a pasar, Shura. Puedes intentar detenerme.” Dijo con decisión Alara.
Shura supo en ese momento nadie iba a cambiar la postura de su amiga.
“¿Cómo están los sobrevivientes?” Preguntó con cuidado.
“Shin no… los lastimó demasiado. Algunos soldados me dijeron que salvó al Canciller y la mayoría de las tropas mientras destruía a las del Imperio.” Dijo pensante Alara.
“Suena a patrañas, Alara.” Dijo pensante Shura.
“Lo sé, yo lo vi con mis propios ojos. Encontré a las tropas derrotadas mientras peleaba con el Consejo Oscuro.” Dijo con seriedad Alara.
Juna despertó para mirar a su maestra con fijación. Alara saltó a sus brazos para apretarla con todas sus fuerzas.
“Ten cuidado, maestra…” Dijo apenada Juna. “Todavía me duele un poco…”
“Me importa poco, Juna.” Dijo contenta Alara. “Estoy feliz de verte despierta…” Agregó mientras dejaba un vaso de agua entre sus manos.
Thirin se sentó en la cama mientras metía su mano en su boca.
“No me falta ninguno…” Dijo divertido. “Shin golpea con mucha más fuerza que antes…”
Alara se sentó junto a su amigo para darle agua y apretar su hombro.
“Debes repetirles las patrañas que me dijiste, Alara.” Dijo pensante Shura.
Alara contó toda la historia para sus inconscientes amigos.
“¿A todos?” Preguntó sorprendida Juna.
“A todos…” Dijo pensante Alara.
“¿Dónde se metió?” Preguntó sorprendido Thirin.
“No lo sé, Mirabella no pudo seguirlo. Resulta que es un gran piloto.” Dijo pensante Alara. “Mirabella tampoco me creyó que era él y la mayoría de los soldados no lo conocían, así que por ahora es solo Ihsahan.” Dijo pensante Alara. “Tengo que encontrarlo.” Agregó pensante.
“Primero deberíamos volver a casa…” Dijo pensante Juna. “Quiero ver cómo está Tori. No deberías buscar a ese hombre, Alara. Es peligroso.”
“No puedes decirle eso, Juna. Fue su padawan y era un gran amigo de la Orden. Deberías arrestarlo apropiadamente, Alara.” Dijo pensante Thirin. “No creo que se resista si es que volvió a ser él mismo.”
Alara no quería arrestar a Shin, quería abrazarlo hasta que se enfríe el universo.
“Veremos, estaría contenta con hablar con él más que nada…” Dijo pensaste Alara.
“Es un peligro para la galaxia, Alara.” Dijo con seriedad Shura.
“¿Quién no lo es?” Preguntó ofuscada Alara. “Terminó salvándonos en estos momentos, ni siquiera podía competir con Tharan… Todavía me falta mucho que aprender.”
“Tengo que admitir que eso es cierto, Shin me derrotó de un solo puñetazo.” Dijo al aire Thirin. “Ten cuidado, Alara. Yo sé que no puedo detenerte, pero Shin no es el muchacho que conocíamos, tampoco es el jedi que entrenaste…”
“Tampoco es el sith que era antes de esta ocasión.” Dijo pensante Alara. “Eso cambió hoy.”
“No lo sé, maestra…” Dijo apenada Juna. “Yo solo quiero que…”
“La galaxia cambió este día, no pueden negarme eso.” Dijo pensante Alara.
La maestra solo quería encontrar a su padawan, pero antes tenía una parada en Karastros.