A la mala aprendí que ser bueno no alcanza,
que a veces el corazón, por más puro y sincero,
termina hecho trizas en manos indiferentes.
La bondad, desnuda y sincera, se vuelve un juego arriesgado
cuando, al entregarlo todo, lo único que te queda es el vacío.
Hay quienes ven en tu luz una salida fácil, y la toman sin pausa,
sin mirar atrás lo que dejan
Y en las noches de desvelo, te encontrarás cuestionando,
si la entrega sincera es realmente buen puerto,
si ser bueno, al final, es solo un espejismo.
Entendí que la vida sabe exigir su precio,
que el cariño no siempre se viste de abrigo.
Aprendí, que el amor sin cuidado,
puede transformarse en olvido.