Esta conversación no está llegando a ningún lado. Cian y Willa se muestran a favor de quedarse, mientras yo no. Si no nos quedamos los tres, la propiedad se perderá. Y no se trata solo del dinero.
Nuestros padres fueron pésimos padres y me sorprende que los tres hayamos salido bastante bien. Aunque detesto la casa que nos dejaron, no deseo perder todo. Alguna compensación debemos tener después del infierno que vivimos.
—Tal vez sería bueno que los tres volvamos a establecer un vínculo. Ustedes dos se fueron apenas acabaron la escuela y casi se olvidaron de mí—reclama Willa—. Y en todos estos años apenas nos hemos reunido. Somos hermanos y los tres vivimos lo mismo con nuestros padres.
—¿Ustedes pueden dejar todo en Brasil y España para quedarse aquí? —pregunto.
—Yo ya no tengo mujer, no tuve hijos y puedo trabajar desde cualquier parte como programador de sistema.
—Yo dejé a mi novio tóxico y me despidieron de mi empleo por abofetear al padre de una de mis estudiaste, así que no hay problema.
Enarco una ceja.
—¿Por qué lo abofeteaste? —cuestiono.
Willa menea la cabeza y se acomoda el cabello detrás de las orejas.
—Me ofreció dinero para que el inútil de su hijo pasara el curso y cuando me negué, me trató de zorra e intentó tocarme inapropiadamente, así que lo abofeteé, le dije un par de cosas y fue cuando aparecieron otros padres y el director. Obviamente, le creyeron a ese hombre influyente con dinero cuando dijo que yo intenté seducirlo y lo golpeé cuando me rechazó.
—¿Lo denunciaste? —indago.
—Hubiera sido pérdida de tiempo. Era su palabra contra la mía y el dinero y los contactos tienen más poder—se encoge de hombros—. Iba a renunciar y dejé que me despidieran para que me pagaran más. Así es la vida, hay que seguir.
—Lo hubiera matado—agrega Cian—. Odio esos imbéciles.
—¿Tú por qué te divorciaste?
Miro a Cian sin querer seguir con el tema de Willa. Ella no le da la importancia que debería darle o le duele más de lo que quiere admitir y decide ocultarse y cambiar de tema. De cualquier forma, es mejor dejar el tema si ella no quiere tocarlo.
Saber ese hecho sobre ella y que Cian se haya divorciado hace un año, deja claro lo alejado que hemos estado uno de los otros. No entiendo el motivo, pues los tres crecimos en el mismo lugar con lo mismo padres. Los tres queríamos irnos y hacer nuestras vidas.
¿En qué momento cortamos comunicación?
—Queríamos cosas diferentes. ¿Rex, algo que quieras contarnos que no sepamos?
Vuelvo la atención a mis hermanos.
—No, mi vida es el trabajo. Mi última novia me dejó por eso. Bien, dejando a un lado la cuestión personal, tenemos la cuestión de la herencia.
—La podemos derribar como parte de una terapia, dejar el terreno limpio para venderlo dentro de seis meses. —sugiere Willa.
Sonrío. Hay cosas que no cambian.
—Tengo un trabajo en Buenos Aires. No puedo dejarlo tirado.
—¿No eres tu propio jefe? —cuestiona Cian terminado su café.
—Tengo dos socios y no puedo dejarlos.
—Trabajas desde aquí y viaja cuando tengas que hacerlo. —sugiere Willa.
—No es tan simple.
—Bueno, entonces regresa a Buenos Aires y olvidémonos del dinero que podemos obtener del terreno. —declara Cian
—No, eso sería injusto—exclama Willa—. No entiendo que pretendían haciendo este arreglo, pero es todo o nada.
—No podemos obligar a Rex a quedarse.
—¿No? ¿Estaría mal encerrarlo en una habitación con internet y su computadora?
—¿En serio, Willa? Estoy aquí por si no te diste cuenta.
Ella sonríe.
—Te daremos de comer, buena comida. Soy buena cocinera… Bueno, eso es mentira, pero podemos conseguir una buena.
Niego con la cabeza.
Quedarme aquí nunca fue parte del plan y tengo casos, clientes y asuntos que atender en Buenos Aires que no puedo dejar tirados durante seis meses.
Quisiera estar tan dispuesto a quedarme como mis hermanos, sin embargo, es complicado, aunque tampoco quiero perder el terreno. No es que necesite dinero porque me va bien, vivo muy bien y tengo un buen sustento económico además de ahorros, solo que tener poder del lugar y venderlo, es una forma de tener control sobre la situación y venderlo es como compensar el pasado. Si lo perdemos, todo quedaría en la nada y tal vez nunca podamos cerrar ese capítulo.
—Bien, intentaré arreglar las cosas en Buenos Aires.
Willa se levanta gritando con exageración, casi tira la silla y muchos clientes se voltean a ver mientras ella me abraza.
Cian recarga el brazo en la silla y sonríe.
—Ignórenos, somos raros. —exclama este. Willa ríe.
—Habla por ti, hermanito.
—¿Tú que harás en estos seis meses? —me dirijo a Willa—. ¿Tienes ahorros?