Rex Heaton

Capítulo 4: Lola

—¡Mami, mira, hice un dibujo para tu frigerador!

Le sonrío a mi pequeña de cinco años.

—Es hermoso, cariño. Agarra tus cosas y vámonos.

—Tu niña es un encanto, Lola.

Sonrío.

—Cuando está de buen humor y la persona le agrada.

—Igual que su madre—reímos—. Es un poco traviesa, pero nada de que preocuparse.

—Gracias por cuidarla, Matilde. No sé que haría sin ti.

—No me agradezcas. Yo cuido a tu hija cuando lo necesita y tú me ayudas con las cosas de la casa y a lidiar con inquilinos intensos—ríe—. Además, me gusta tenerla de compañera. Se interesa por la cocina y las manualidades, muy diferente a mis nietos que están lejos y cuando vienen están pegados con la mirada en el teléfono.

No me sorprende, la mayoría de los niños son así. Yo crié a mi hija para que no ande pegada con la nariz y los ojos en los aparatos electrónicos. La motivo a dibujar, pintar, leer, jugar con juguetes y lo que sea para que su mente trabaje de forma sana. Puede ver televisión por tiempo limitado y jugar a juegos en el celular los fines de semana por tiempo limitado. Así nos va bien.

—Listo, mami.

Tomo su mano, nos despedimos de Matilde y caminamos a nuestra pequeña cabaña que está detrás de la cabaña de Matilde.

Esa mujer es el cielo para mí y no sé que hubiera hecho sin ella. Tampoco sobreviviría sin ella. Luego de que mi madre muriera y mi padre se largara con todo el dinero, dejando deudas por la enfermedad de mi madre, me vi perdida y embarazada porque el idiota que me embarazó era un turista que estuvo de pasada y no le interesaba convertirse en padre.

Matilde me dio una mano por el cariño que le tenía a mi madre y me ha apoyado estos años con mi hija.

Cuando entramos en casa, le pido a Valentina que se prepare para darse un baño, ella protesta porque odia bañarse y me dice que no está sucia.

—Debes bañarte, Vale. A mí tampoco me gustaba bañarme.

—¿Por qué te bañas? Ya eres adulta, nadie te dirá nada y si tú no te bañas, yo no me tengo que bañar.

—Buen razonamiento y siento decir que no funciona. No siempre queremos hacer cosas y aun así debemos hacerlas, como bañarse.

Ella rueda los ojos.

—Está bien.

—¿Cómo te portaste hoy?

—Un niño que está en la cabaña cuatro me retó a una carrera y gané. Me dijo que hice trampa y que no podía ganar por ser niña. Y yo…

—¿Lo golpeaste?

Niega con la cabeza. Suspiro, aliviada.

—No, mami, me dijiste que solo podía en defensa propia, además era un llorón.

Omito una carcajada. Debo recordar que soy madre y que estoy educando a mi hija.

—Bien. ¿Y qué pasó?

—Le dije que era un machista y que fuera a llorar con su mami. Salió llorando a su mami—menea la cabeza de forma negativa—. Algunos dan pena.

—Val, no debes ser tan dura con los niños, aunque se lo merezcan.

—Tú dices que debemos hacer respetarnos y que las personas que no juzgan por tener agina, merecen ser puestas en su lugar. Le dijiste a la tía Tasha que esos dan pena.

Yo y mi bocota. No sé cuando aprenderé a cerrarla porque está bien que le enseñe a mi hija a hacerse respetar, solo que debo recordar que es una niña y debe aprender a tener tacto para decir las cosas. Supongo que lo heredó de mí porque el padre no era así, aunque no estuve tanto tiempo con él para estar segura. A este punto no sé que le vi. Creo que me agarró en un mal momento y en temporada invernal.

—Bueno, ve a bañarte. Te dejé la tina lista.

Ella hace lo que le pido y me dirijo a la cocina.

A veces dudo si estoy siendo una buena madre para mi hija, pues no soy la persona más cuerda del planeta por más que intento ver el lado positivo de las cosas. Trato de enseñarle a defenderse y a ser respetada, pues a mí no me enseñaron nada de eso y crecí creyendo que mi único propósito en la vida era casarme, tener hijos y ser una esposa devota. Hasta que mi padre se largó con el dinero, dejándonos a mi madre y a mí, a ella enferma y con deudas, y yo tan perdida como caballo en el tejado.

Salí adelante, pero aún estoy pagando las consecuencias de acciones que yo no provoqué. Sin embargo, me mantengo firme porque, dentro de todo, tengo un techo en mi cabeza y en el de mi hija, no nos falta comida, ni salud.

No me arrepiento de haber tenido a Valentina. Primero pensé en abortar y luego darla en adopción, sin embargo, no pude hacer ninguna de las dos cosas y me quedé con ella decidida a criarla y a ser mejor.

Me he mantenido alejada de los hombres, de aquellos que solo buscan una aventura pasajera y de aquellos que buscan una esposa como colección. Desde hacía dos años ningún hombre despertaba mis sentidos y hoy el abogado, el del nombre raro Rex, despertó mis sentidos. Por un lado, los de rabia por su hostilidad y por otro, atracción porque es un hombre muy guapo. Lo que me sorprendió fue que me gustara, pues no suelen atraerme los hombres serios, elegantes y fríos, suelo elegir los atléticos, simpáticos y divertidos.




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