Cuando ella dijo que tendría auto, no pensé que sería una chatarra del siglo pasado que hace ruido fuerte cada vez que arranca, al punto que todos los que pasan cerca voltean para ver que es ese sonido.
No es que quiera criticar, pero no me siento seguro bajando y subiendo de una montaña con un auto dudoso. Creo que hubiera preferido el taxi.
—Oye, relájate. Tienes cara de que te estuviera llevando al matadero.
—Me da inseguridad tu auto en la montaña.
—Mi auto se porta bien.
—Deberías cambiarlo.
Ríe.
—Me encantaría, si tuviera dinero para eso. Es complicado teniendo una hija, deudas y cuentas que pagar. Si no fuera por Matilde, estaría peor de lo que estoy.
Dudo que esté tan mal. Quizás debería pensar en lo del auto por seguridad de su hija. Me guardo ese comentario para mí.
—¿El padre de tu hija no puede ayudar?
—No tengo idea donde está. Se fue y nunca más volvió.
Me enoja esa clase de hombre. Es tan injusto que las mujeres tengan que cargar con toda la responsabilidad mientras ellos se van y dejan hijos repartidos por el mundo. Yo evito todos esos casos en mi estudio jurídico porque más de una vez me dan ganas de arrancarle el cuello a los padres desinteresados.
Yo uso condón siempre y controlo que no se rompa al acabar porque no quiero ser padre con cualquier mujer al azar. Aunque hubiera un accidente, me responsabilizaría de mi hijo. No me gustaría saber que hay un niño o una niña por ahí que lleva mi sangre y no me conoce. No podría vivir en paz con mi conciencia.
Lola parece ser una buena madre. Ha educado a su hija de forma realista. Valentina es una niña inocente, pero inteligente que entiende muchas cosas de la realidad. Admito que me ha caído bien y es raro porque no siempre me caen bien los niños; nunca en realidad. La mayoría de niños con quienes he tratado, hijos de clientes o amigos, me han ignorado o se han mostrado tan malcriados que he preferido mantenerlos lejos.
Observo el perfil de Lola y es una mujer guapa. Tiene la lengua filosa y le cuesta controlar lo que dice, pero eso la hace atractiva.
No entiendo que me sucede con ella, pues nunca me sentí atraído por una mujer que apenas conozco y que en personalidad parece ser todo lo contrario a lo que me gusta en las mujeres.
No puedo olvidar que a ella le gustan las mujeres.
—¿Me miras por algún motivo o solo te parezco guapa?
Vuelvo la atención al frente del camino.
—Solo pensaba en los padres desinteresados de sus hijos. No defiendo a esa clase de escoria.
—Yo prefiero enfocarme en lo bueno. Amo a mi hija, no ha sido fácil, pero no cambiaría nada… bueno, si pudiera cambiar algo del pasado, denunciaría a mi padre
Dibujo una sonrisa
—No eres la única que no quiere a su padre.
—¿Tú tampoco?
—Ni mis hermanos ni yo.
—Lo noté por la forma en que se expresó Willa.
—No fueron buenos padres.
—Yo tuve una buena madre y lamenté su muerte. Gracias a ella tengo un buen ejemplo. Al menos tuviste hermanos en quien apoyarte. Yo soy hija única.
Mi misión y la de Cian fue proteger a Willa, pues papá era malo con los tres y con mi madre, pero tenía algo contra las mujeres porque era especialmente riguroso con Willa. Se enojaba con Cian y conmigo por no seguir su ejemplo.
Me alegra que mi hermano y yo no siguiéramos los pasas de nuestro padre. Todavía no entiendo el porqué fuimos diferentes. Tampoco sé el motivo del alejamiento con mis hermanos. No es un tema que tocamos antes y tampoco ahora.
Salgo de mis pensamientos cuando Lola me avisa que llegamos. Bajamos del auto y ella me indica y acompaña a los lugares a donde necesito ir, empezando por alquilar un auto. Negocio el precio al decir que alquilaré el auto por varios meses y termino consiguiendo un buen precio. Luego me acompaña a comprar unas cosas de montaña, pues no planeo salir de excursión, sin embargo, unas buenas botas sí necesito. Finalmente, la acompaño al supermercado dejando que ella se encargue de comprar lo que se necesita para la cena, pues a mí se me quema hasta el agua y no tengo idea.
Yo me encargo de empujar el carrito mientras ella va seleccionando. Yo selecciono algunas cosas que necesito y nos dirigimos a la caja a pagar.
—Hay bastante gente para ser temporada baja.
—La anónima es el supermercado más popular en zona sur. ¿Quién te cocina en Buenos Aires?
—Pido viandas. Le pago a una señora dos viandas diarias para el almuerzo y la cena. Las del mediodía las envía a mi oficina y la de las noches a mi casa. Los fines de semana salgo a comer o pido comida.
—Es mucho dinero.
—Es más barato para mí que reponer cosas que quemé. Soy un desastre en la cocina. Mi madre nunca nos enseñó a cocinar porque papá decía que era tarea de mujeres, aunque Willa nunca tuvo interés en cocinar. Ya en la Universidad me la pasaba estudiando, luego trabajando como asistente jurídico, así que la cocina no era mi prioridad y cuando me asocié con dos amigos y compañeros de la Universidad, el trabajo era lo principal.