Acomodo la mochila de mi hija y beso su mejilla, ella también me da un beso.
—Te amo.
—Y yo a ti, mami.
La dejo ir y me quedo observándola hasta verla entrar. Ella se detiene en la puerta, me saluda con la mano e ingresa.
Mientras estoy ahí, recuerdo que Rex mencionó que un maestro está interesado en mí y me pregunto cuál es. No hay muchas opciones.
No es que quiera salir con él, solo saber quién es.
Decido acercarme a saludar a Susana, la secretaria del director y encargada de toda la parte administrativa de la escuela. Si deseo obtener información, ella es la persona indicada porque no se le escapa nada, con la diferencia de que no menciona nada, al menos que se le pregunte. No es de las chismosas que se entera de algo y debe ir a contarlo a todo el mundo. Ella se lo guarda y habla cuando tiene que hablar o si sabes como sacarle información.
La encuentro preparándose un café, lo que significa que está cargando energía doble para trabajar con todo.
Ella me sonríe y me invita un café.
—No, ya tomé.
Me repasa con la mirada.
—¿Rompiste tu ayuno de hombres dándole duro contra la cama o aceptaste mi consejo de comprarte un vibrador?
Ahogo una carcajada.
¿Cómo se dan cuenta si una persona tuvo sexo? ¿Acaso queda alguna marca que yo no logro ver?
Claro que lo tuve luego de años de ayuno y no me arrepiento porque Rex es bueno en la cama. Yo estaba un poco oxidada, pero enseguida me puse al corriente porque es como andar en bicicleta, no se olvida.
Lo del vibrador, es un consejo que ella me dio cuando le dije que estaba en ayuno de hombres. Lo consideré durante dos segundos y lo descarté. No es mi estilo y en ese momento, con dos trabajos y una hija pequeña, no tenía energía para nada más.
Aunque aprecio a Susana y no es una chismosa, hay cosas que prefiero guardarlas para mí y Rex es una de ellas.
—Ninguna. ¿Por qué todo resume a hombres y sexo?
Se encoge de hombros.
—Porque esos suelen ser los causantes de nuestros males o de nuestra felicidad—ríe—. Pensé que Eduardo por fin se te había declarado y lo aceptaste.
—¿El profesor de historia?
Ella se tapa la boca.
—¿No sabías que está interesado en ti?
—Ahora lo sé.
Mueve las manos de forma exagerada y cierra los ojos.
—No le vayas a decir que te dije. Prometí que no diría nada, aunque es mejor que lo sepas para que le des una oportunidad invitándolo a salir o rechazándolo. Es un poco triste escucharlo hablar de lo bonita y buena madre que eres y que no cree tener una oportunidad contigo.
Me quedo sorprendida porque no imaginé que él pensara eso de mí. Hemos hablado un par de veces porque se me ha acercado a saludarme, lo hace desde que hicimos equipo en un juego durante un evento escolar a principio de año. No es profesor de mi hija, ya que él es profesor de secundaria.
No imaginé que tuviera un interés personal en mí, solo pensé que le caía bien y solo era amable porque yo no suelo hablar con las otras madres de los compañeros de escuela, al menos que sea necesario. Creía que se quedaba por amabilidad hablando conmigo mientras esperaba a mi hija.
Vaya que me equivoqué. No ayuda en nada que sea despistada y esté fuera de combate con los hombres.
Hace tanto que no tengo una cita que no sabría que hacer o de qué hablar.
Rex no cuenta, no tuvimos una cita, solo fue sexo y eso seguirá siendo. Él lo dejó claro y yo lo acepté. Él me gusta y valoro que sea sincero con lo que quiere.
No sé si podría volver a tener una relación, a confiar en alguien y dejarlo entrar a mi vida y a la de mi hija. Valentina es lo más importante.
—No diré nada. Vaya que soy despistada.
Susana ríe.
—Lo eres. Deberías darle una oportunidad. Tiene un par de años más que tú, es divorciado sin hijos, es un buen profesor, según dicen sus alumnos.
—¿Lo estás vendiendo?
—Regalando.
Reímos.
—No lo sé. No me sentí atraída por él y no veo que tengamos mucho en común. Él parece tan correcto y perfeccionista, y yo soy tan yo.
—Sal con él una cita. No es que tienes que casarte con él. No es maestro de tu hija y hoy en día es complicado encontrar hombres decentes que quieran una relación. El último con que salí me dijo que no estaba listo para comprometerse, que era pronto y llevábamos un año saliendo juntos. No es que le propuse matrimonio o hablamos de vivir juntos, solo quería presentarle a mis padres para que vieran que es un hombre real y no un fantasma creado por mi imaginación. Ya qué, terminó.
—Lo siento. Al menos no tienes una hija para recordarlo.
Ella asiente.
—Como sea, no lo descartes—me guiña un ojo y toma asiento—. No te quiero echar, pero debo trabajar.