Observar a Lola interactuar con los huéspedes es un espectáculo. Es amable, simpática y tiene una paciencia que envidio.
Cuando la pareja que acaba de llegar comenzó a hacerle un millón de preguntas estúpidas y a quejarse por tonterías, como que el cambio de toalla se hace día de por medio en vez de todos los días, tenía ganas de tirarlos por la montaña. Lola se mantuvo serena, les explico con precisión el motivo por el que era así y lo hizo sin dejar de sonreír. La pareja se quedó conforme y aceptaron la lleve sin más preguntas ni quejas.
Ella voltea hacia mí y sonríe.
—Lo siento. Sé que teníamos planeado una cena tranquila y sexo sin descanso aprovechando que estoy libre de hija, pero los huéspedes pueden ser intensos.
—Lo entiendo. Ha sido interesante observarte interactuar con ellos.
—Tenía ganas de ahogarla a ella en la piscina porque se nota que es difícil de conformarse y al marido le da igual mientras lo deje en paz, aun así, me controlé.
—Te habría ayudado.
Regresamos a la cabaña riendo.
La pareja iba a llegar temprano, pero su vuelo se atrasó y terminaron llegando a la diez de la noche, cansados y con hambre. Matilde suele acostarse temprano y Lola no quiso molestarla, así que se ocupó ella de la pareja, los ayudó a acomodarse y pidió comida para ellos.
No quiero ver a Lola con otros ojos que no sean de deseo, sin embargo, es imposible. No recuerdo haber conocido una mujer tan desinteresada y amable con otros olvidándose de que su vida ha sido difícil. Lo que me lleva a pensar nuevamente en mi madre, a quien juzgamos todo este tiempo sin intentar comprenderla. Ya sé que está muerta y no podemos compensarla o ayudarla, sin embargo, siento que necesito saber la verdad para cerrar ese capítulo, aunque termine sintiendo culpa.
Salgo de mis pensamientos cuando Lola me dice que calentará la cena, en lugar de dejarla hacer eso, la tomo del brazo y tiro de ella hasta apoderarme de sus labios. La necesito y no quiero indagar en mis sentimientos por ella para no admitir que no me gustó que se mostrara dispuesta a salir con el profesor interesado en ella.
No hay posibilidad de que podamos tener una relación seria porque planeo irme de aquí apenas el plazo de los seis meses termine y sé que ella no se mudaría a Buenos Aires por mí. Le gusta este lugar y es una linda ciudad para que su hija crezca.
No quiero alejarme de ella y sé que tendré que hacerlo cuando ella comience a ir en serio con alguien.
—Estás desesperado. Me halaga.
La agarro de la nuca y vuelvo a besarla.
—Quiero aprovechar el tiempo contigo antes que me dejes por el profesor.
Ella frunce el ceño.
—Ni siquiera he salido con él.
—Planeas hacerlo.
Suspira.
—Tal vez, no lo sé. Puede que ni me guste o no tengamos cosas en común, pero no estaría mal tener una cita. No recuerdo cuando fue la última vez que fui a una. Ni con el padre de Valentina tuve citas, pues nos veíamos en mi casa o en la cabaña que él esta alquilando.
Quisiera decirle que no necesita salir con el profesor para tener una cita porque yo puedo llevarla a una, sin embargo, me muerdo la lengua. No quiero confundir las cosas entre nosotros y, como ya me dije a mí mismo, no pretendo profundizar en las emociones que Lola despierta en mí.
Estoy muy confundido con la cuestión de mis padres, me siento a la deriva a pesar de trabajar de forma remota y algo acorralado por la convivencia con mis hermanos a pesar de llevarnos bien.
No quiero pensar, nada más tener sexo y dejarme llevar con Lola.
Me acerco para besarla de nuevo, olvidándome de la cena, cuando su celular comienza a sonar con insistencia y se hace imposible ignorarlo. Ella se apresura a responder y lo hace con el ceño fruncido. Apenas habla, solo escucha y asiente, luego le dice a alguien que va para allá y cuelga.
—¿Sucedió algo?
Exhala aire y agarra su bolso.
—Tengo que ir por Valentina a casa de la amiga porque peleó con una de sus amigas y mi auto está en el taller… Un taxi, necesito un taxi.
Camina de un lado al otro distraídamente. La detengo del brazo.
—Yo te llevo.
—No hace falta… Okay, no voy a decir que no porque necesito llegar con mi hija. Vamos.
Salimos juntos de la cabaña y subimos a mi auto. Cian y Willa deben estar enfocado en lo suyo porque no hay rastros de ellos en la sala.
Conduzco con cuidado, Lola parece nerviosa y es la primera vez que la noto de esa manera. Imagino que su hija es su punto débil. Intento averiguar que sucedió, sin embargo, ella no tiene idea. La madre de la niña le dijo que Valentina estaba llorando y sería mejor ir a buscarla porque no se quería quedar.
Todo está remotamente cerca en la isla, así que no tardamos en llegar. Lola baja y camina con pasos veloces hacia la puerta blanca mientras que yo me quedo en el vehículo esperando porque no tiene sentido que vaya también.
Lola regresa diez minutos después con Valentina. La pequeña sube en la parte trasera y puedo notar que estuvo llorando al ver su cara roja y los ojos hinchados. Apenas me mira porque está abrazada a su oso.