Persigo la mariposa si alejarme de la abuela Matilde que toma mates y habla con alguien por teléfono. Si me alejo mucho, se enojará y le dirá a mami. No quiero que mami se ponga triste por portarme mal.
La mariposa reposa en las escaleras de la cabaña y me agacho para observarla. Es muy bonita con muchos colores. Me gustaría tener alas para volar e ir a donde quiera. Sería muy genial llegar al cielo. Mala suerte que nací humana.
—Valentina.
Me incorporo y volteo ante la mención de mi nombre.
—Dino Rex.
Él sonríe y me gusta su sonrisa. Mami me dijo de pasar a saludarlo, a él y a sus hermanos, y preferí no hacerlo.
Anoche me vio llorar y no quiero que piense que soy una niñea llorona y peleadora. Él me cae bien y me gustaría mucho que fuera el novio de mi mami y se transformara en mi papá.
Mami dice que es complicado y yo no entiendo por qué son cosas de adultos que no me explican, por lo que no he querido decirle que me gustaría que Dino Rex fuera mi papi.
Doy unos pases hacia él, la abuela Matilde sigue hablando por teléfono, la saludo y le señalo a Rex, quien también la saluda porque lo conoce.
—¿Cómo estás? Me quedé preocupado por ti.
Baja la mirada y juego con los dedos de mi mano.
—Yo estoy bien.
—¿Segura? No me gustó verte llorar. Le escribí a tu mamá y no me respondió, pero sé que está en su trabajo y no puede responder.
—No, no puede al menos que sea una emergencia importante.
Alzo la mirada.
—Willa quiere verte, está intentando hacer unas galletas y necesita a alguien valiente que las pruebe.
Abro mucho los ojos.
—Yo soy valiente.
Ríe.
—¿Quieres ir?
Miro a la abuela y suspiro, recordando que anoche lloré.
—Debo quedarme con la abuela Matilde y hacer caso para que mami no se preocupe. Le conté lo que pasó anoche y se enojó mucho. Le gritó a la mamá de la niña mala.
Él frunce el ceño como hacen los adultos cuando piensan. Yo he intentado fruncirlo, pero no se me marcan las líneas. Creo que es porque soy pequeña y no tengo arrugas.
—Estoy seguro de que si le gritó fue porque se lo merecía. No sé que te hicieron, pero estuvo mal.
Aprieto mis labios porque no sé si contarle, aunque si le digo tal vez quiera ser mi papi.
—Aylén es mala.
—Ven—estira la mano—, vamos a pedirle permiso a tu abuela para que puedas ir conmigo a probar las galletas. Yo no soy tan valiente para hacerlo.
Tomo su mano y camino con él.
—¿No te gustan las galletas?
—No estoy seguro de que me gusten las de Willa porque no sabe cocinar. Tal vez me sorprenda, pero no quiero arriesgarme.
—¿Cómo puede hacer galletas si no sabe cocinar? Tiene que saber cocinar.
—Lo está intentando siguiendo una receta.
Dino Rex saluda a la abuela Matilde y le pide permiso para llevarme con él a su cabaña, la abuela le da permiso, aunque dice que le avisará a mamá para evitar problemas. Dino Rex está de acuerdo y yo lo sigo prometiendo traerle galletas a la abuela. Ella sigue hablando por teléfono.
—¿De qué son las galletas?
—De chocolate.
Paso la lengua por mis labios porque son de mis favoritas, aunque yo no discrimino ninguna galleta y me gustan todas. No recuerdo que haya alguna galleta que no me gusta, aunque prefiero los muffins de chocolate con chips de chocolate.
Mientras caminamos observo a Dino Rex y él me descubre hacerlo. Me brinda una sonrisa y esta vez se la devuelvo.
—¿Te gusta mi mami?
Deja de sonreír y vuelve la mirada al frente. Yo sigo mirándolo cuidando de no tropezar.
—Me agrada tu mamá. Es muy bonita, simpática y buena madre.
—Sí, una gran mami—asiento—. ¿La quieres como novia?
—¿Qué? —se detiene en seco y yo debo detenerme también porque estoy agarrada a su mano—. ¿Por qué preguntas eso? ¿Ella te dijo algo?
Arrugo el ceño sin arrugas y hago una mueca. Se puso nervioso y tal vez no debí preguntar, pero ya es tarde.
—No, le dije que podía tener novio y que no me molestaría tener un papá, pero me dijo que es complicado. Yo no entiendo. Tal vez el problema soy yo.
—Valentina, tú no eres un problema.
Baja la mirada.
—Es que la niña mala de Aylén me dijo que mi mami está sola por mi culpa. Dijo que si yo no estuviera en su vida, ella tendría esposo.
—¿Qué dijo qué? Con razón tu madre le gritó a su madre.
Alzo la cabeza y niego con esta.
—No, eso mami no lo sabe, no se lo dije. No quería que se pusiera triste. No puedes decirle.
Mis ojos se llenan de lágrimas. No debí decir nada. No quiero que mami se ponga triste y llore en su cuarto creyendo que yo no la escucho. Hace mucho que no llora y quiero que siga así.