Rex Heaton

Capítulo 20: Lola

Creo que es una mala idea darle esperanza a un hombre que apenas conozco. Hemos hablado en un par de ocasiones sobre el clima, la escuela y los estudiantes, nada fuera de lugar. Sin embargo, lo que dijo mi hija me dejó pensando.

Ella quiere un papá y no es que planee salir con un hombre para darle un padre a mi hija. Yo también deseo salir con alguien, derribar los muros que construí por causa de mi padre y del esperma que concibió a mi hija. Rex no es una posibilidad, con él solo puede haber sexo y amistad, y es mejor tener eso claro para evitar sentimientos de amor.

Eduardo es un buen profesor, sus estudiantes lo quieren y, por lo que pude averiguar, es un buen hombre y decente. Me agrada y es buen platicador. Sé que se divorció porque él no puede tener hijos y la mujer no estaba dispuesta a adoptar.

La cuestión de los hijos no es un tema que sea de vida o muerte para mí. Tengo a Valentina y soy feliz con ella. No pensé en tener más hijos en el futuro, así que no es un problema que él no pueda tener hijos. Me da igual si tengo más hijos o no, si llevan mi sangre o son adoptados.

Ya me estoy adelantando demasiado, no salí en ninguna cita con él y ya estoy pensando en hijos imaginarios.

Diviso a Eduardo en la puerta de la escuela hablando con un adolescente, parece que lo está regañando, así que me acerco muy despacio para no interrumpir. El adolescente asiente y le da un abrazo antes de salir corriendo junto a una chica de la edad de él.

Eduardo me mira y sonríe.

Es guapo y tiene una linda sonrisa. No se viste bien, pues es joven y parece un anciano con la camisa a cuadros, el chaleco de lana y el pantalón recto de color café, pero eso es lo de menos. Yo tampoco soy seguidora de la moda y a veces puedo usar una blusa rayada y un pantalón con flores que hasta un daltónico se da cuenta de que no combina.

Veamos si puedo hacer que se anime a invitarme a salir.

—Hola, Lola, ¿cómo estás?

—Todo bien, Eduardo. Vine a buscar a Vale, pero todavía no sale. ¿Tú, qué tal?

Mira la hora en su reloj.

—Faltan unos diez minutos. Llegaste temprano.

«Sí, llegué temprano para verte y hablar de la cita que quieres y yo estoy considerando».

¿Por qué estoy hablando mentalmente en lugar de hacerlo con él? Estoy frita en todo esto. Antes del padre de mi hija no tenía problemas en invitar a salir a un hombre aun corriendo el riesgo de que dijera que no. En este momento no tengo idea que hacer.

—Sí, llegué temprano.

—Al menos hoy hay lindo clima.

Evito poner los ojos en blanco. Siempre me habla del clima como si fuera lo más fascinante del mundo. Tal vez para él lo sea y yo estoy siendo una perra.

—Sí… Mira, seré directa porque esto no se me da bien y estoy muy oxidada… ¿Me vas a invitar a salir o no? Porque si no lo harás, tomaré este momento como un momento vergonzoso y fingiré que tengo demencia y nunca pasó. Si me vas a invitar a salir, puedo el sábado en la noche.

Él se queda mirándome con la boca abierta y presiento que metí la pata. Soy buen metiéndola y ya no puedo retractarme.

Si me dice que no y todos se equivocaron con respecto a que yo le gusto a él, no podré mirarlo a la cara de nuevo y me enojaré con todos.

—¿Quieres salir conmigo?

—Sí…. ¿Espera, me estás invitando a salir o me estás preguntando si yo quiero? Hace tanto que no salgo con alguien que me confundo.

Él ríe y yo me quedo como tonta sin comprender. ¿Le causo gracia? Genial, simplemente genial. No debí decir nada.

—Lo siento, es que no lo esperaba. Es decir, claro que quiero salir contigo, solo que no creí tener una oportunidad porque tú eres tan hermosa, relajada y divertida que me sentí un viejo de setenta años. No pensé que te interesarías en mí o que notaras que quiero salir contigo.

Sonrío, relajándome.

Si supiera que no lo noté. Si no me lo hubieran dicho los demás, seguiría distraída sin saber nada.

—Me pareces guapo, eres agradable y no significa que vayamos a ponernos de novios. Es posible que luego de una cita deje de gustarte. Puedo ser un grano en el trasero. Conoces a Valentina y su carácter y es mi hija, así que imagínate.

Vuelve a reír.

—Supongo que habrá que descubrirlo. ¿Te parece el sábado a las ocho? Puedo pasar por ti o vernos en algún restaurante, como quieras.

—Puedes pasar por mí si no te importa. Mi auto sigue en el taller y no lo tendré hasta la próxima semana.

—No hay ningún problema.

Alguien llama a Eduardo al mismo tiempo que el curso de Valentina comienza a salir. Nos despedimos a distancia.

No puedo creerlo, voy a tener una cita luego de varios años y yo fui quien la incentivó. ¿Y qué me voy a poner?

Necesito a Jemima porque entraré en pánico.

—Lola.

Volteo y frunzo el ceño a Rex. ¿Qué hace aquí? No lo he visto desde que pasó lo de la pijamada frustrada de mi hija. Quise hablar con él, pero se portó distante, no sugirió tener sexo, ni nada.




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