Entro en mi departamento, me quito la corbata y camino a la cocina para servirme un vaso de agua. No tengo comida, así que ordeno una hamburguesa con papas y una cerveza sin molestarme en comer saludable. Me gusta cuidarme, pero hoy no.
Tomo asiento en la mesa de desayunador y exhalo un suspiro, sintiéndome un extraño en mi propio departamento.
Normalmente, amaba llegar a mi departamento y encontrarme con el silencio y la soledad. No lo consideraba un problema y me ponía a trabajar, pero justo ahora no puedo ponerme a trabajar porque es lo que he estado haciendo todo el día y estoy agotado.
Mi mal humor comenzó cuando esta mañana salí a la calle y me enfrenté al tráfico de camino a la oficina. Continuó cuando volqué café sobre camisa y casi llego tarde a los juzgados. Mi cliente tuvo un ataque de nervios en pleno juicio y corrí el riesgo de que la audiencia se aplazara. Por suerte, no fue nada grave y ganamos.
No creí que sería posible extrañar las conversaciones raras con Cian o escuchar a Willa hablar sin importar si la estás escuchando o no porque es experta en responderse sola.
Agarré la costumbre de levantarme por las montañas y observar las montañas a través de la ventana de la habitación que ocupo en la cabaña. Es refrescante salir y respirar aire puro. También es agradable conducir por Ushuaia, nada que ver a Buenos Aires y terrible tráfico y millones de semáforos.
Y no debería estar extrañando porque se supone que debo regresar aquí en unos meses.
¿Por qué la idea me deprime? Mi secretaria dijo que pensó que vendría relajado porque por teléfono me escuchó así.
Tampoco dejo de pensar en Lola, en nuestra última noche compartida antes de irme como un cobarde que no quiere admitir lo que siente.
Reviso mi celular, encontrando un mensaje de Willa pidiendo que vuelva porque yo por lo menos la escucho hablar, aunque no siempre responda; en cambio, Cian no y la manda a callar.
También encuentro un mensaje de Valentina enviado desde el celular de su mamá, en el cual me invita a un evento en la escuela este sábado y me pide por favor que asista. Y yo sin poder decirle que no porque esa niña es un encanto.
Al presionar responder el mensaje a Valentina, veo que tengo uno de Lola preguntando como va el trabajo, un mensaje que no recuerdo haber leído. Puede que lo haya hecho en algún momento y olvidé responder.
E imagino que Lola borra los mensajes o no le daría el teléfono a su hija.
Rex: ¿Eres tú, Lola o Valentina?
Entra una videollamada y presiono responder porque no tengo nada mejor que hacer. Valentina aparece en la pantalla con una sonrisa y me saluda agitando la mano.
—Hola, dino Rex. Soy yo. Mami se está bañando.
Sonrío porque me alegra verla y escucharla.
—¿Le pediste permiso a tu madre para usar el teléfono?
Afirma con la cabeza.
—Sí, ella me dio la clave. La cambia siempre—ríe—. Entonces, ¿vas a ir al evento? Willa dijo que regresas mañana o pasado. El evento es el sábado.
Quiero decir que no para no involucrarme más de la cuenta, pero termino diciendo que sí. Ya luego veré si invento algo o no para no asistir. Lo decidiré en el momento.
—¿Qué tal el día?
—Bien. Fui a la escuela, salí temprano, Willa me llevó con mami y fuimos al taller de Dan a buscar el auto de mamá. Él dijo que el auto ya está viejo y debe irse al cementerio de autos, pero mamá dice que no puede pagar uno nuevo—asiento—. Willa se peleó con Ty y dijo una mala palabra que no puedo repetir.
—¿Quién es Ty?
—El que arregla autos. Es el hijo de Dan. Era famoso, pero ya no es porque se lastimó el brazo o la pierna, no estoy segura. —se queda en modo pensativa.
Sonrío porque me encanta la inocencia de ella.
—¡Val, más vale que hayas juntado el desorden que dejaste!
Gira la cabeza hacia atrás y vuelve a mirarme con cara de susto.
—Mami ya usó su voz de mamá mandona. No ordené mi cuarto—suspira con dramatismo—. Tendré que hacerlo.
—Deberías.
Lola se asoma en el fondo vestida con su pijama de invierno y mi corazón se acelera porque me parece guapísima y tengo un revoltijo de emociones. No ayuda en nada a recordarla desnuda en su cama con el cabello revuelto y los labios hinchados y rojos por mis besos.
Mierda. Mi amigo ya quiere activarse y no entiende que el objeto de deseo está lejos.
—Estoy hablando por video con dino Rex.
—Val, te dije que no lo molestarás.
—No lo molesté—me mira—. ¿Lo hice?
Niego con la cabeza.
—No, para nada o no habría respondido.
—¿Escuchaste? Exageras—Lola dice algo que no alcanzo a escuchar, Valentina hace una mueca y asiente—. Debo ir a ordenar. Nos vemos cuando vuelvas.
—Cuídate, Val. Nos vemos pronto.
Ella me saluda con la mano, la imagen se mueve por causa del teléfono pasando de mano, veo el techo de madera un rato hasta que diviso a Lola en la pantalla. Desearía estar cerca para poder inclinarme y besarla.