Rex Heaton

Capítulo 24: Lola

Dejo la pastaflora con los demás pasteles y me ubico detrás de la mesa para ayudar a otras dos mamás a servir. Bueno, me mandan a servir porque las mamás que no trabajan y pueden involucrarse en todo en la vida de sus hijas tienen prioridad para elegir y organizar.

No me quejo porque me da igual estar en la mesa de venta de pasteles o en cualquier otro puesto. Lo que importa es recaudar algo de dinero para el campamento de fin de año de mi hija y sus compañeros. La idea es juntar dinero para que los padres tengamos que poner menos dinero.

—Mami, ¿crees que Dino Rex venga? Él lo pomentió.

Le sonrío a mi hija.

—Sí. Llegó anoche tarde de su viaje y es posible que esté descansando, pero vendrá.

Ella asiente y se va con los otros niños.

No tengo idea de Rex porque no he hablado con él desde la otra noche de la videollamada. Admito que actué un poco cortante y puede que haya exagerado porque dijo que había tenido un día difícil y por eso no pudo responder mi mensaje. No volvió a escribir y no quiero estar analizando sus sentimientos o queriendo que haya algo más que deseo. No puedo ilusionarme con alguien.

Mi deber es pensar en Eduardo, con quien cené la noche anterior en su casa y fue muy amable. Además, cocina estupendo y se lleva bien con mi hija. Él es el correcto, si bien aún no nos hemos besado, pero vamos a salir el miércoles próximo y ahí pretendo besarlo.

Cruzo la mirada con Eduardo, él me saluda y le devuelvo el saludo con una sonrisa. Una de las madres me pregunta si es cierto que salgo con el profesor de historia.

Como si tuviera ganas de hablar de ello. Por algo no socializo con las mamás de la escuela, salvo con Belen que es agradable y la madre de la mejor amiga de mi hija. A pesar de su mal momento con la sobrina, las cosas están bien y nuestras hijas siguen siendo amigas.

—Entonces, ¿es verdad?

—¿Y por qué a ti te importa, Analía? ¿Acaso estás interesada en él y por eso quieres saber?

—No digas tonterías, Lola. Soy una mujer casada y respeto a mi esposo. Solo que escuché…

—Enfócate en tu esposo, en tu vida y deja de andar escuchando por ahí.

—Tampoco para que te pongas así. Por eso no te invitamos a las reuniones que hacemos con algunas mamás, además de que nunca pareces tener tiempo.

Aprieto los labios controlando mi genio.

—Bueno, tengo dos trabajos y una hija. No tengo un marido que me mantenga para poder perder el tiempo hablando a las espaldas de otras personas.

—Mejor dejamos esta conversación porque está claro que estás de mal humor.

Me da la espalda y se pone a atender a alguien, lo que es mejor o le lanzaré un muffin con crema. Exhalo un suspiro y me disculpo para ir al baño buscando escapar un momento.

No entiendo por qué estoy molesta por la situación con Rex, se supone que sabía que las cosas serían así con él. Nunca mintió y fue claro lo que esperaba de mí.

Jemima piensa que no debería salir con Eduardo mientras Rex siga en mi mente. Tal vez tenga razón.

La noche anterior estuve con Eduardo y en ningún momento pensé en Rex. Me acordé de él cuando Valentina preguntó si podía ir a saludar a Rex y le dije que no porque era tarde.

Todo era más fácil cuando no tenía a ningún hombre en mi vida. ¿Para qué me llega uno que no puedo tener como quiero y otro que sí, pero que no me mueve el mundo como el que no puedo tener?

No comprendo la vida.

Me lavo las manos en el baño y salgo recuperando mi buena energía para soportar el resto del día.

En ese momento, diviso a Willa y a Cian recorrer las mesas. Me sorprende que el segundo esté aquí cuando apenas ha salido de la cabaña, pareciendo ermitaño. No veo a Rex por ningún lado.

No es que quiera verlo para algo, solo que le prometió a mi hija que asistiría y ella está ansiosa esperándolo.

—¿Buscas a alguien? —me sobresalto llevando la mano al corazón.

Sé indiferente, Lola, y no te dejes dominar por su atractivo y su sonrisa.

—Hola, Rex. Estaba buscando a Eduardo, el profesor de historia.

Él deja de sonreír y asiente.

—Ya veo.

¿Por qué parece desilusionado? Él es quien tiene problemas con su pasado y con las relaciones. Yo ya tengo superado mi pasado con mi padre y con el padre de Valentina. La terapia fue de ayuda.

—¿Ya viste a Valentina? Preguntó unas cinco veces por ti.

Él sonríe.

—Sí, la saludé cuando llegué. Estaba en los juegos con su amiga Marta. Le dije que iba a dar una vuelta y luego iría a jugar con ellas un rato.

—Bien. Entonces, sigue. Nos vemos.

Él me detiene del brazo y tira de mí hasta terminar en uno de los pasillos de la escuela. Frunzo el ceño.

—Necesito hablar contigo.

—¿Ahora?

Relame los labios y asiente.

—Podía haber esperado, pero nombraste a Eduardo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.