Rex Heaton

Capítulo 25: Rex

Todo mi instinto me motiva a ir a apartar al profesor mal vestido de Lola. Ella está sonriente en la mesa de los pasteles y él está cerca de ella ayudándola con las servilletas y con cualquier cosa que le permita estar cerca de ella.

No lo culpo por estar interesado en ella, solo me dan celos porque no me decidí antes y ahora es posible que ella no quiera saber nada de mí porque el profesor puede ser mejor opción que él.

Anoche Lola fue a cenar a su casa y la sangre se me hierve de solo pensar que algo sucedió entre ellos. No puedo aceptarlo y me da igual parecer absurdo.

—Deberías ser tú el que esté ahí con Lola y no dejarle el camino libre a ese profesor.

Pongo los ojos en blanco y miro a mi hermano que disfruta de un café.

—No quiero parecer desesperado.

Ríe.

—Yo te saco al profesor de encima. Como en las viejas épocas.

Sonrío.

De adolescentes no salíamos mucho con nadie, apenas socializábamos porque éramos conocidos como los hijos de los borrachos. Sin embargo, fuimos a algún que otro evento que se realizaba aquí y en el verano había muchos turistas.

Con Cian, a pesar de ser mellizos y tener la misma edad, tenemos gustos diferentes en mujeres. Cuando a uno de ellos le gustaba una, averiguáramos que no tuviera novio y si estaba con algún chico que no fuera el novio, el otro se encargaba de sacárselo de encima para tener el camino libre con la chica que le gustaba.

Eran buenas épocas y me alegra estar recuperando la amistad con ellos.

—No, puedo esperar. Sé que Lola tiene sentimientos por mí y con el profesor no le sucede nada. Ella apenas responde a sus gestos y acciones—suspiro, esperando no equivocarme—. ¿Qué se te dio por salir?

—Willa insistió y me pareció buena idea salir un poco. No puedo estar deprimido por el fracaso de mi matrimonio y seguir aferrado al trabajo. He estado intentando averiguar más sobre la familia de nuestra madre con la información que conseguiste y estoy esperando la confirmación de una dirección que podría ser de una tía. Creo que nuestra abuela está viva, pero no estoy seguro.

Asiento.

—¿Y qué pasaría si encontramos a alguien? ¿Los llamamos y le decimos que somos sus sobrinos?

—No lo sé. Creo que es mejor esperar a ese momento y sabremos.

—Bien. ¿Y Willa?

—Con los niños jugando al gallito ciego—río—. Creo que Willa se quedará pasado de los seis meses.

—¿Tú crees?

—Sí. No lo dijo, pero su trabajo le gusta y dijo que podría dar clases particulares para obtener más dinero y clases en la escuela de verano. Habla como si estuviera planeando quedarse y se la ve feliz.

—Algo más pasó en España que no quiso contarnos.

—¿Algo más?

—Sí. No sé qué y tampoco tengo idea si involucra a un hombre, pero lo deduje. Ella esconde todo detrás de sus sonrisas y habla de cualquier cosa.

—Los tres estamos arruinados.

—Lo sé y estoy cansado de eso.

—Te entiendo—termina su café—. Parecemos dos deprimidos, así que iré con Willa y los niños.

Mi hermano comienza a caminar hacia allá y decido ir con él. Valentina corre hacia nosotros y me pregunta si puedo comprarle un muffin de chocolate, lo que significa que tengo que ir a la mesa donde está Lola con el profesor.

Ella me abraza y sonríe con ternura que me hace imposible decirle que no. Cian ríe. Él me dijo que Valentina es parte de Lola y que debo llevarme bien con la pequeña, como si eso no fuera una realidad.

Adoro a Valentina independientemente de su madre.

—Bien. Ahora regreso.

Ella me suelta, me pide que me ponga a su altura y cuando lo hago, deja un beso en mi mejilla diciendo que soy el mejor.

—No le digas a mamá que es para mí.

Se da la vuelta y sale corriendo de regreso con sus amigos.

Algo me dice que su madre no estará interesada.

Voy a la mesa de pasteles, Lola no está y el profesor tampoco. ¿Se habrán ido a alguna parte a besarse?

Miro para todos lados buscándolos. Diviso al profesor hablando con dos adolescentes.

—¿Quieres algo?

Vuelvo la cabeza, encontrándome con una morocha de sonrisa blanca.

—Sí. Quiero un muffin de chocolate y uno de coco.

Ella sonríe.

—No eres de aquí. ¿Verdad?

—No.

Saco el dinero y se lo entrego.

—Me mudé acá con mi hijo hace cinco años luego de mi divorcio. Mis padres viven aquí. La ciudad es mágica. ¿Estás de paso?

—No lo sé.

Me da el cambio.

—¿Estás solo o tu esposa está contigo?

—Si pregunta por curiosidad, temo decir que no es asunto suyo. Si pregunta por estar interesado, lo siento, yo no, solo quiero los muffins.




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