Rex Heaton

Capítulo 26: Lola

Tapo a mi hija que se quedó dormida apenas apoyó la cabeza en la almohada. Algo que no me sorprende dado lo mucho que jugó hoy con sus compañeros y los hermanos Heaton.

Camino a la cocina y me sirvo una copa de vino antes de comenzar a preparar la cena porque yo también estoy agotada.

Todavía estoy intentando asimilar la confesión de Rex porque no lo esperaba. Eduardo se mantuvo cerca de mí casi todo el día y no pasé por alto las malas miradas de Rex hacia Eduardo, hasta que se fue en compañía de Cian sin despedirse. Me enteré de que se fue porque Willa me lo dijo. Por suerte, ella no mencionó nada. Asumo que Rex no habló con sus hermanos con respecto a lo que siente por mí o les pidió que no dijeran nada.

Aunque temo lo que pueda pasar si accedo a estar con Rex, no puedo seguir con Eduardo. Él no merece estar con una mujer que piensa en otro cuando podría estar con alguien que solo piense en él y no lo esté teniendo en cuenta solo porque es buen hombre y sería un buen novio.

Todavía recuerdo cuando conocí al padre de Valentina. Yo estaba fascinada por él, por su sonrisa y energía parecida a la mía. Se veía positivo viendo la vida de la misma forma que yo. No llegué a enamorarme de él, apenas estuvimos unos meses, sin embargo, lo quería e imaginaba una vida con él.

Él conversaba de poner un negocio aquí y manejarlo juntos. También hablaba de seguir viajando, algo que yo quería hacer y no tuve la oportunidad por tener que cuidar de mi madre enferma y batallar con las deudas. Todo parecía tan ideal hasta que el médico confirmó mi embarazo y todo se evaporó.

Él me dijo que planeaba un viaje a Tailandia, me pidió que fuera con él y le dije que no podría por estar embarazada. Todavía recuerdo su cara y sus palabras: «No podemos tener un hijo, Lola, no estoy listo para ser padre. Tengo muchas cosas que hacer antes de establecerme y un hijo arruinaría todo. deshazte de él y ven conmigo». Ahí supe que nunca podría enamorarme de un hombre como él y que no era más que un sueño. Él se fue sin decir nada, simplemente desapareció y nunca más supe de él.

Tuve la esperanza que cambiara de opinión y regresara; pero no pasó. Acepté la realidad cuando Valentina cumplió un año y su padre nunca se interesó por ella.

No tengo idea que es de su vida. Si sigue viajando, si está casado o tiene otros hijos. Tampoco me importa porque no lo necesitamos.

Rex sería un buen padre, a pesar del mal ejemplo que tuvo. Nada más tuve que verlo con mi hija para tener esa certeza. Hoy pude ver como se preocupaba por ella, la cuidaba y vigilaba mientras jugaba con su amiga.

Mi corazón se aceleró cuando Vale se cayó, él fue corriendo a socorrerla antes de que yo pudiera llegar a ella, le puso una bandita en la rodilla herida, la hizo reír y se sentó con ella hasta que se le pasó y volvió a jugar.

¿Acaso puedo arriesgarme con Rex? Él todavía no ha superado muchas cosas y puede cambiar de opinión en cualquier momento.

Jemima opina que debo arriesgarme, pues cree que él es consciente lo que implica una relación conmigo, pues no se trata solo de mí, sino de Valentina que adora a Rex y se haría muchas ilusiones. Salir a escondidas hasta estar segura de la relación, no es algo que quiero hacer. Si bien, mi hija es inteligente y entendería la situación.

Un golpe en la puerta me obliga a salir de mis pensamientos. Imagino que es Rex que viene por una respuesta y debo dársela, aunque no esté por completo segura.

Dejo la copa vacía sobre la mesada y me dirijo a abrir sin tener idea que responder. Supongo que lo sabré en cuanto lo vea.

Apoyo la mano en el pomo de la puerta, tomo aire y lo exhalo muy despacio limpiando mis pulmones de aire. Entonces abro la puerta para encontrarme con la mirada intensa de Rex. Él sonríe y mis fuerzas flaquean.

—Hola…

—¿Valentina?

Frunzo el ceño.

—Dormida. ¿Por qué?

—Genial.

Él no dice más nada, da un paso al frente, me toma de la cintura y su boca cae sobre la mía en un beso hambriento que despierta todos mis sentidos primitivos asociados al deseo y a la lujuria, aunque también hay algo más por ambas partes.

Me aferro a sus hombros para no perder el equilibrio y camino con él hacia el interior para poder cerrar la puerta y tener privacidad.

Su boca baja a mi cuello y la piel se me eriza queriendo llegar más lejos.

No recuerdo nunca haberme sentido tan bien en los brazos de un hombre. Rex me hace sentir la mujer más hermosa del mundo con sus besos y caricias íntimas. Me encanta perderme en él y no creo que Eduardo pueda hacerme sentir algo parecido.

—Espera… —él sigue besándome, pero debemos hablar—. Rex.

Él se detiene, apoya la frente sobre la mía y nos quedamos quietos sin decir nada.

—Lo sé. Tienes miedo. Te sientes insegura de arriesgarte conmigo porque no sabes si me voy a quedar o me iré. Yo tengo el mismo miedo, pero no puedo seguir dominando por este huyendo de todo. Ya no quiero estar solo y si voy a arriesgarme con alguien, será contigo o con nadie.

Trago con fuerza.

—¿Pasar unos días en Buenos Aires te hizo cambiar de opinión? Antes de irte dejaste claro que no querías una relación y no me escribiste.




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