Rex Heaton

Capítulo 29: Lola

—No te culpo por no querer verme.

—¿No me culpas? Qué bueno. Yo no recuerdo haber hecho nada malo.

—Lo sé. Fui yo quien se equivocó.

Me cruzo de brazos.

—¿Qué es lo que quieres?

—Estás hermosa. Siempre lo fuiste, pero ahora—me repasa con la mirada—, estás mucho más guapa.

Ruedo los ojos.

Claro que ahora tengo más curvas y más grasa en el trasero porque me convertí en madre, mi cuerpo cambió y no hice tanta actividad como hacía antes de quedar embarazada. Y a Maico le gusta la carne femenina, si es que me entienden. Solía decir que amaba mis pechos. Lástima para él que sea Rex quien disfruta de ellos, aunque él es hombre de traseros.

—La última vez que nos vimos dejaste las cosas claras y te fuiste sin despedirte, así que no vengas ahora con cumplidos baratos. No me interesan.

Él rasca su barbilla y suspira.

No ha cambiado nada en seis años. Pensaba que estaría gordo y feo, pero no es así. Sigue siendo alto, manteniendo su cuerpo en forma, o al menos eso parece. Si bien, se ve más elegante vestido formal y con ropa de montaña como solía verlo. Aun así, ya no me siento atraída por él y eso es bueno. De hecho, siento rechazo y solo quiero que se vaya por donde vino y se olvide que existo.

—Manejé mal las cosas y lo siento. No supe como lidiar con la situación.

—Bueno, si te agarró culpa y viniste por mi perdón, lo tienes, ahora lárgate.

Subo los cuatros escalones y paso a su lado buscando las llaves de mi cabaña.

—¿Podemos hablar?

Me giro para enfrentarlo y él da un paso hacia atrás.

—¿Sobre qué?

—Entremos.

Me río.

—No vas a entrar a mi casa. Yo no tengo nada que hablar contigo, así que, si quieres decirme algo, dímelo y vete.

—No te recordaba tan hostil.

—Pasaron seis años y los golpes de la vida te hacen cambiar quieras o no.

Puedo ver un destello de culpa en su mirada, aunque puedo equivocarme. Con personas egoístas como él, que miran su propio trasero, es difícil saber.

—He estado viajando todos estos años, intenté tener una relación seria y no funcionó. Estaba en el Chalten por trabajo cuando tu imagen se vino a mi mente y te recordé, a ti y a nuestro hijo, si es que lo tuviste. De repente la incertidumbre me invadió y no pude dejar de preguntarme si tuviste al bebé y comencé a entusiasmarme con la idea de ser padre.

—¿Ahora quieres conocer a tu hija?

Él abre los ojos.

—¿Hija? ¿Es niña?

—Sí y ella está muy bien sin ti. Ambas lo estamos. No te necesita.

—Soy su padre.

—Padre no siempre es el que engendra. Para ella eres un desconocido que no estuvo en ningún momento de su vida. No sabes como luce, que le gusta, ni nada porque no te interesó nunca. Jamás te detuviste a preguntar si ella estaba bien, si necesitaba algo o si yo lo necesitaba. ¿Ahora te nació el amor de padre y quieres conocerla? Es tarde. Tú no eres nadie para mí, ni para ella. Vete.

—Lola… —intenta acercarse, pero se detiene al ver mi mirada.

—Vete y sigue con tu vida egoísta. Busca alguna mujer y ten un hijo con ella, aunque asegúrate que lo quieres para que no lo abandones.

—Entré en pánico, no sabía que hacer…

—¿Y crees que yo no tenía miedo y lo sabía? Mi madre había muerto, mi padre se había ido con todo y yo me quedé sola, embarazada y con deudas. Claro que eso no te importó porque solo pensaste en lo que sentías y querías.

—Lo siento… —baja la mirada.

—Ahórratelo. Salí adelante, mi hija ha crecido feliz y sin que le faltara nada. Yo te superé y estoy bien. No dejaré que arruines nuestras vidas solo porque te atacó la culpa, el arrepentimiento o lo que sea—señalo el camino—. Regresa a tu vida y olvídate de nosotras.

—No me iré sin conocer a mi hija.

—¡No es tu hija!

Camina de un lado al otro y yo intento controlar mis nervios. No puedo creer que esto esté pasando.

¿Por qué tuvo que aparecer ahora que todo estaba yendo bien? No es justo.

Alzo la mirada y diviso a Valentina acercándose de la mano de Rex. Mi hija se encuentra con mi mirada y suelta la mano de él para correr hacia mí.

—¡Mamá!

Maico voltea en ese momento y se queda sorprendido al ver a mi pequeña que se acerca a mí con confianza y me enseña el dibujo que hizo con Willa.

—Val…

—¿Quién es él? —pregunta mi hija mirándolo con desconfianza.

Niego con la cabeza al mismo tiempo que él se arrima y le sonríe.

—Me llamo Maico y soy tu padre.

Mi hija abre los ojos con demasía, me mira durante unos momentos y vuelve la atención a Maico.

Rex se queda de pie al pie de las escaleras y observa a mi ex con mala cara.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.