Rex Heaton

Capítulo 30: Rex

—Yo no lo quiero, mamá. Él nos dejó.

Le sonrío a Valentina. Es tierno que abrace a su madre y le brinde consuelo.

—Lo siento, Val.

—¿Por qué? Él fue el malo que no nos quiso y ahora nosotras no lo queremos.

—¿De dónde sacaste la palabra cobarde?

—Tú la dijiste, que mi padre biológico era un cobarde por irse—hace una mueca—. No puede llevarme. ¿Verdad?

—No—me atrevo a responder—. No puede y no lo permitiré.

Le entrego el vaso de agua a Lola y ella lo bebía despacio. Al menos parece más tranquila y ya no tiembla, lo que es bueno.

Quería golpear al tipo cuando lo vi hablando con Lola y supe quien era. No puedo creer que decidiera aparecer seis años después creyendo que tiene derechos sobre su hija solo porque lleva su sangre. No sé si pensó que Lola lo entendería y le permitiría ver a su hija o que esta lo aceptaría solo por ser el padre, pero se equivocó.

Pudo tener a su lado una mujer maravillosa y una hija todavía más maravillosa, y las dejó, eligió abandonarlas y ahora no puede venir arrepentido buscando recuperarlas. Será sobre mi cadáver.

Cuando Valentina dijo que soy su padre y tomó mi mano, me quedé atónito, pero se sintió lindo que me considerara su padre porque confía en mí.

Valentina me observa durante un momento.

—Perdón por mentir—baja la mirada—. Yo solo quería que él se fuera y pensé que se iría si sabía que mamá y yo tenemos a alguien. Tú estabas ahí, dino Rex.

Sonrío y tomo asiento frente a ellas.

—No te disculpes, me alegro de que lo hayas hecho—ella alza la mirada—. Tu mamá y tú me importan y no permitiré que ese imbécil intente importunarlas.

Valentina sonríe.

—No debes decir malas palabras.

Quiero decirle que su madre y yo estamos saliendo, también que sería muy afortunado por tener una hija como ella, sin embargo, no quiero apresurar nada. Lola pidió que mantengamos nuestra relación entre nosotros por el momento y estuve de acuerdo. Le corresponde a ella decirle la verdad a su hija.

—¿Es verdad que él no tiene derechos sobre mi hija? —pregunta Lola con la mirada más triste que he visto.

Odio verla así cuando ella es pura sonrisa y energía.

—Sí, es verdad. Si la ley no protegiera a las madres solteras y les diera derecho a los padres ausentes, ellos podrían aparecer y desaparecer cuando quisieran sin importar nada más. Él puede reclamar lo que quiera sin lograr nada, al menos que tú estés de acuerdo en que él visite a Valentina y pase tiempo con ella…

—Yo no quiero—la pequeña se cruza de brazos y pone mala cara—. No quiero, mami. No lo quiero como mi papi. Por mí puede irse a la luna y no volver.

Reprimo una sonrisa ante la determinación de Valentina. Es una niña muy decidida. Tal vez cuando sea mayor entienda mejor la situación y quiera hablar con su padre, pero será su decisión.

Lola le pide a Val que vaya a ordenar su cuarto y busque su pijama para darse una ducha. Ella besa la mejilla de su madre, me da un beso a mí y camina a su habitación.

Me levanto de mi lugar y me siento al lado de Lola tomando su mano. Ella me mira y sonríe.

—¿Estoy siendo egoísta por no permitir que Valentina tenga contacto con Maico? Sé que ella está firme en no querer…

—No estás siendo egoísta, Lola, sino haciendo lo mejor para ella y para ti. Ningún juez, al menos que sea uno comprado, verá bien que él desapareciera en cuanto supo de tu embarazo mientras tú te quedaste sola luchando por sacar a tu hija adelante y acomodar tu vida. Hay muchos testigos que testificarán la verdad y harán ver mal a tu ex. Si hubieran pasado unos meses o un año desde que se fue, la historia sería diferente. Seis años ausentes en todos los sentidos, lo llevó a él a perder sus derechos. Todo depende de Valentina y de ti. Si un psicólogo declara que Valentina está bien mentalmente para tomar la decisión de tener relación con su padre o no, tendrán que respetar su decisión, aunque la palabra final es tuya.

Me abraza.

—Gracias por estar aquí.

—No iré a ninguna parte.

Busco su mirada y luego me inclino para besarla porque es lo único que se me ocurre hacer en este momento.

Quiero borrar el miedo y el dolor en su mirada. Ella no merece pasar por esto. Valentina tampoco.

Nos quedamos en silencio, abrazados en el sofá, hasta que aparece Valentina diciendo que está lista para su baño. Lola se levanta y me pide que espere mientras le prepara el baño a su hija.

Mientras se ocupa de eso, llamo a Tomás para ponerlo al tanto de lo que sucedió y asegurarme que las leyes aquí corran igual que en Buenos Aires. Es decir, hay leyes generales en toda la nación, no obstante, en algunas provincias puede haber ligeras variaciones que no siempre son buenas.

Tomás me confirma lo que le dije al imbécil y eso me deja tranquilo.

Cuelgo con él y llamo a mi hermano.

—Rex.

—Cian, necesito un favor.




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