Cuando termino mi turno, más tarde de lo que creía porque Jemima tuvo que irse y decidí cubrirla durante dos horas, suelto un suspiro de alivio deseando ir a casa con Valentina.
Rex me escribió hace rato para informarme que Valentina está en su casa y está ayudando a Willa a preparar la clase mientras él resuelve cosas del trabajo.
Normalmente, es Matilde quien se queda con Valentina luego de que la retiró de la escuela, pero hoy Willa la retiró y Rex las llevó en su auto. Él prefiere tenerla cerca por si mi ex aparece de nuevo.
Matilde defendería a Valentina y no dejaría que se le llevara, sin embargo, Rex puede manejar la situación desde la perspectiva legal y, de ser necesario, a los golpes.
Agarro las propinas que me corresponden y me voy antes de que la gerente quiera fastidiarme el día, como intentó hacer todo el día. Creo que desea que me vaya y me hace la vida imposible para que renuncie, pero mi mente estuvo enfocada en otra parte, así que me concentré en atender a los clientes con una sonrisa para evitar quejas e hice lo que me pidió, guardando el deseo de insultarla y estamparle la bandeja en la cara.
Cuando llego al auto, busco las llaves odiando haber traído un bolso grande donde guardo cosas innecesarias. No sé cuando aprenderé.
—Lola.
Me quedo congelada con las llaves en la mano y volteo para enfrentar a mi ex.
—¿Acaso me estás siguiendo? No te voy a dejar a ver a Valentina, así que jédete y vete.
Intento seguir mi camino, pero él me corta el paso antes de poder subir.
—No me voy a dar por vencido. Te conviene hacer las cosas por las buenas conmigo o será por las malas.
Me aparto y me cruzo de brazos.
—¿Cómo sería? No tienes derechos sobre Valentina. Los perdiste. Rex te lo dejó claro.
Sonríe.
—Y tú lo puedes tener si solo puedes cumplir con las obligaciones.
—Las cumplo bien.
—No tienes casa propia, tienes deudas y el trabajo no es la gran cosa.
—Aun así, a Valentina no le falta nada y es feliz.
—¿Qué pasaría si perdieras el trabajo y te atrasaras con los pagos?
«Tranquila, Lola, no entres en pánico y no lo golpees porque no puedes ir a prisión».
—¿Hablas de camarera? No es el único trabajo que tengo. Me han ofrecido otros y los he rechazado porque aquí dan buenas propinas. Si pretendes hacer algo para que me echen, adelante. Matilde me dará trabajo y ella no se dejará engañar por tus artimañas.
—¿Te daría trabajo, aunque sus cabañas estuvieran desocupadas?
—Eso no pasa.
—Una mala reseña por aquí, otra por allá. Nunca te lo dije, pero tengo dinero y con él se puede hacer lo que sea.
—Genial, entonces vamos a la corte para que vea como teniendo dinero nunca me pasaste un centavo para Valentina y yo sola la saqué adelante. Tengo a toda la ciudad de testigo. Además, verán lo ruin que eres por aparecer seis años después.
Él endurece la mirada, pero se mantiene firme. Yo intento hacerlo también.
—Puedo decir que yo no sabía nada sobre mi hija y me enteré ahora.
—Te lo dije.
—En persona y estando solos, luego yo me fui. Puedo decir que no me dijiste nada y me fui porque tenía que irme y me enteré ahora estando de paso por la ciudad. Es tu palabra contra la mía. Pueden testificar los testigos que quieran, pero ninguno lo hará bajo juramento confirmando que me dijiste algo porque solo estábamos tú y yo.
—No puedes hacer eso.
—Me equivoqué y quiero a Valentina. Podemos hablar de la custodia compartida, que mis padres la conozcan y te daré dinero para que estés bien o iré a la corte, diré que no sabía nada sobre ella hasta ahora y pediré la custodia. Una vez que no se pueda demostrar que me dijiste sobre el embarazo y se demuestre que yo soy el padre con una prueba de ADN y que tengo la solvencia económica para ocuparme de ella, ganaré. Valentina podrá decir que no quiere estar conmigo, pero el juez verá que yo soy la mejor opción. Soy el padre afligido que tenía una hija de la que no sabía y que su madre, por odio a mí por haberla dejado, se quiere desquitar alejándome de mi hija. Perderás a tu hija, tu trabajo y el negocio de esa vieja Matilde se puede ver afectada también y sería una pena.
Niego con la cabeza sintiendo que los nervios me dominan. No puede ser tan desgraciado y algo me dice que es posible y que consultó con un abogado corrupto que está dispuesto a ayudarlo con tal de recibir dinero.
—Eres un monstruo. Ni siquiera quieres a Valentina, solo la necesitas para algo que no sé.
—Claro que la quiero—saca una tarjeta y me la coloca—. El contacto de mi abogado para que lo llames y hablemos del acuerdo, del otro lado mi número persona. Si no accedes al acuerdo que nos convenga a ambos, nos veremos en la corte.
Dicho eso, se da la vuelta y se aleja con pasos tranquilos, creyéndose el rey del universo.
Miro la tarjeta y no puedo evitar sentir miedo porque él habla en serio, lo sé.