Rex Heaton

Capítulo 32: Lola

Cuando termino mi turno, más tarde de lo que creía, porque Jemima tuvo que irse y decidí cubrirla durante dos horas, suelto un suspiro de alivio deseando ir a casa con Valentina.

Rex me escribió para decirme que Valentina está en su casa y está ayudando a Willa a preparar la clase mientras él resuelve cosas del trabajo.

Normalmente, es Matilde quien se queda con Valentina, pero Rex prefiere tenerla cerca por si mi ex aparece de nuevo.

Matilde protegería a Valentina y no permitiría que se la llevaran, sin embargo, Rex puede manejar la situación desde la perspectiva legal y, de ser necesario, con firmeza.

Agarro las propinas que me corresponden y me voy antes de que la gerente intente complicarme el día como hizo todo el día. Creo que quiere que me vaya y me hace la vida difícil para que renuncie, pero estaba concentrada en otra cosa, así que atendí a los clientes con una sonrisa para evitar problemas e hice lo que me pidió, guardando la frustración para mí.

Cuando llego al auto, busco las llaves, odiando haber traído un bolso grande donde guardo cosas innecesarias. No sé cuándo aprenderé.

—Lola.

Me quedo congelada con las llaves en la mano y volteo para enfrentar a mi ex.

—¿Me estás siguiendo? No te voy a dejar ver a Valentina, así que por favor, aléjate y vete.

Intento seguir mi camino, pero él me detiene.

—No me rendiré. Te conviene hacer las cosas bien conmigo o será más complicado.

Me aparto y me cruzo de brazos.

—¿Cómo sería eso? No tienes derechos sobre Valentina. Los perdiste. Rex te lo dejó claro.

Sonríe.

—Y tú podrías perderlos si no cumples con tus obligaciones.

—Las cumplo bien.

—No tienes casa propia, tienes deudas y tu trabajo no es estable.

—Aun así, a Valentina no le falta nada y es feliz.

—¿Qué pasaría si perdieras el trabajo y te atrasaras con los pagos?

«Tranquila, Lola, no entres en pánico y no lo golpees porque no puedes ir a prisión».

—¿Hablas de camarera? No es el único trabajo que tengo. Me han ofrecido otros y los he rechazado porque aquí dan buenas propinas. Si quieres hacer algo para que me echen, adelante. Matilde me dará trabajo y ella no se dejará engañar por tus intenciones.

—¿Te daría trabajo, aunque sus cabañas estuvieran vacías?

—Eso no pasa.

—Una mala reseña por aquí, otra por allá. Nunca te dije, pero tengo dinero y con él se puede hacer lo que sea.

—Genial, entonces vamos a la corte para que vean que, teniendo dinero, nunca me pasaste un centavo para Valentina y yo sola la saqué adelante. Tengo a toda la ciudad de testigos. Además, verán lo injusto que eres por aparecer seis años después.

Él endurece la mirada, pero se mantiene firme. Yo intento hacer lo mismo.

—Puedo decir que no sabía nada sobre mi hija y me enteré ahora.

—Te lo dije.

—En persona y estando solos, luego me fui. Puedo decir que no me dijiste nada y me fui porque tenía que irme y me enteré ahora estando de paso por la ciudad. Es tu palabra contra la mía. Pueden testificar los testigos que quieran, pero ninguno lo hará bajo juramento porque solo estábamos tú y yo.

—No puedes hacer eso.

—Me equivoqué y quiero a Valentina. Podemos hablar de custodia compartida, que mis padres la conozcan y te daré dinero para que estés bien o iré a la corte, diré que no sabía nada sobre ella y pediré la custodia. Una vez que no se pueda demostrar que me dijiste del embarazo y que soy el padre con una prueba de ADN y que tengo la solvencia económica, ganaré. Valentina podrá decir que no quiere estar conmigo, pero el juez verá que soy la mejor opción. Soy el padre arrepentido que no sabía que tenía una hija y que su madre, por resentimiento, no me quiere dejar verla. Perderás a tu hija, tu trabajo y el negocio de esa vieja Matilde podría verse afectado.

Niego con la cabeza, sintiendo que los nervios me dominan.

—Eres una persona que no entiende el daño que hace. Ni siquiera quieres a Valentina, solo la necesitas para algo que no sé.

—Claro que la quiero—saca una tarjeta y me la entrega—. El contacto de mi abogado para que lo llames y hablemos del acuerdo. Si no accedes, nos veremos en la corte.

Dicho eso, se da la vuelta y se aleja con pasos tranquilos, creyéndose el dueño del mundo.

Miro la tarjeta y no puedo evitar sentir miedo porque sé que habla en serio.

¿Acaso me puede quitar a Valentina? No, no puedo permitirlo.

Subo a mi auto y conduzco a casa intentando mantener la calma porque no quiero que el miedo me domine.

Él no puede quedarse con mi hija. Nunca le importó y no la quiere. No la merece.

¿Por qué su insistencia ahora? Debe haber algo más.

Cuando llego a casa, le escribo a Rex para que venga y se lleve a Valentina. Estoy demasiado nerviosa para que mi hija me vea así y no quiero que se preocupe.




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