Rex Heaton

Capítulo 33: Rex

Cuando entro en casa, me siento al lado de Willa y Cian en el sofá que están mirando el noticiero. Bueno, Cian lo está mirando y Willa lo pelea para ver otra cosa. Ambos dejan de pelear al ver mi cara.

Cian es el primero en preguntarme que sucede y le cuento lo que el ex de Lola le dijo y sobre mi propuesta, la cual Lola no aceptó. Bueno, no dijo que sí, solo que tenía que pensarlo.

—¿Qué tiene que pensar?

—Creo que mi cerebro hizo cortocircuito y entré a un mundo paralelo—dice Cian—. ¿Te quieres casar?

—No voy a permitir que ese imbécil se quede con Val.

—¿Y te quieres casar con Lola por ese motivo o por que la amas?

Miro a mi hermana.

—¿Importa?

—Creo que a Lola le importa.

—Es para ayudarla a ella.

—Lo haces porque Valentina y ella te importan, y sé que quieres ayudar, pero no puedes solucionarle la vida y decirle que se case contigo para conservar a su hija. Es demasiado para ella. —dice Willa.

—Bueno, pero da igual eso. Lo que importa es que Valentina se quede con su madre—me apoya Cian— y que el mal nacido se vaya por donde vino. Si luego no quieren seguir casados, se divorcian y listo.

Willa se levanta con furia y nos mira a ambos con los brazos cruzados.

—Son un par de insensibles.

Cian y yo compartimos una mirada.

—Creo que nos está insultando. —comenta mi hermano.

—¿Qué hay de malo, Willa? —indago.

—Lola ha estado acostumbrada a arreglárselas sola siempre y ahora su mundo está de cabeza por causa de su ex. Estoy segura de que ella está agradecida con tu ayuda y dejara su orgullo a un lado por bien de su hija; sin embargo, está algo confundida, siente que perdió el control de su vida y se siente vulnerable. Probablemente se sienta mal porque piensa que te quieres casar con ella por Valentina y sentirá que te está orillando a algo que no quieres, ya que has dejado claro que tu vida está en Buenos Aires y quieres ir lento, paso a paso. Y te sientas aquí a decir que no la comprendes—deja caer los brazos—. Tú estás haciendo algo bueno, ella lo sabe, pero no quiere que te sacrifiques por ella.

—No se está sacrificando—habla Cian—. Él la ama. ¿O no?

—Yo…

—¿No sabes?

—¿Tú sabes lo que es el amor? —cuestiono a mi hermana.

—No creo. Mis novios no duran más de dos meses, pero no soy la que se va a casar con alguien.

—Mi ex mujer dijo que yo no sabía lo que era amar. —confiesa Cian.

Willa se sienta en medio de ambos.

—Nuestros padres nos han jodido. Creo que debo ir al psicólogo. No quiero morir soltera y depresiva.

—Y yo estoy confundido, pero quiero a Lola y a Valentina. Estar casado con ella no es algo malo.

—Tendrás que quedarte aquí porque Lola no irá a Buenos Aires. —dice Willa.

—Lo sé.

—¿Estás seguro? Debes estarlo para darle seguridad a Lola. —musita mi hermana.

Y si lo pienso bien, tampoco es malo. Puedo trabajar como consultor a distancia y apoyar a Ferrero en su estudio, quizás vender mi sociedad allá y asociarme con él.

Me he llegado a acostumbrar a la ciudad, me gusta que el tráfico no sea una locura, poder respirar aire fresco y no soy fan del calor para decir que lo extrañaré.

Me siento bien cuando Valentina y Lola están conmigo. Puedo vender mi departamento allá y comprar algo acá.

No sé si amo a Lola, pues no estoy seguro de tener una buena definición sobre el amor; sin embargo, estoy seguro de que la quiero y no es un sentimiento que se vaya a ir con el tiempo. Convertirme en padre de Valentina no es un sacrificio, todo lo contrario. Adoro a esa niña risueña, inteligente y de carácter.

—No quiero casarme con Lola porque debo hacerlo, quiero casarme con ella porque la quiero. Sé que puede ser pronto, pero no hay garantías de nada. Puedo casarme ahora y vivir feliz para siempre, o hacerlo dentro de unos años y divorciarme un mes después.

—En eso tienes razón—dice Cian—. Yo estuve dos años de novio antes de casarme y hoy estoy divorciado.

Willa apoya la cabeza en mi hombro.

—Tienes mi apoyo. Quiero a Lola y a Valentina. Solo procura hacerle saber a Lola que no te casas con ella solo para ayudarla a conservar a Valentina, sino porque la quieres.

—Lo haré. Gracias, Willa.

—¿Y cómo averiguamos los motivos ocultos de la rata de alcantarilla que quiere ser padre?

—¿Averiguamos? —digo.

—Obvio. Cian y yo te ayudaremos—el aludido rueda los ojos—. No pongas esa cara. Eres nuestro hermano y no puedes escapar.

—Tal vez podrías empezar por hablar con los padres de la rata—sugiere Cian—. Es posible que ellos sean lo que estén presionando a su hijo para conseguir la custodia. Lo que tendría sentido dado que él trabaja para sus padres.

—¿Crees que lo amenazaron con dejarlo sin nada al menos que lleve a su nieto? —pregunta Willa—. Tiene sentido.




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