—Los declaro marido y mujer. —dice el juez y beso a Lola, mi esposa.
—Soy muy feliz. —dice Valentina abrazándonos a ambos.
Willa hace un par de fotos y agarro el certificado de matrimonio si poder creer que estoy casado.
Nos apresuramos a abandonar los juzgados. Tyron nos felicita y se despide de nosotros porque debe volver al trabajo. Los demás regresamos a la cabaña para terminar de mudar mis cosas a la cabaña de Lola y Valentina.
Valentina desborda felicidad, aunque comenzó a decirme papá desde que le contamos que su madre y yo nos casaríamos y viviríamos juntos, ahora dice que soy su papá oficial.
No quisimos hacerlo público para no armar lío y que llegue a los oídos de Maico Leguizamón. Él se enterará cuando deba enterarse.
Lola dice que se adelantará a la cabaña para hacer algo de almorzar y yo voy a la mía en compañía de Willa y Valentina.
Miro la habitación que he estado ocupando y suspiro. A partir de ahora voy a compartir habitación con una mujer, con Lola. Será la primera vez, pues nunca viví con ninguna mujer con quien salí. Es extraño y, al mismo tiempo, agradable porque se trata de Lola.
—¿Listo, papá?
Le sonrío a Valentina.
Pensé que sería raro que alguien me llamara papá. No imaginé que alguien lo haría porque no estaba en mis planes tener hijos. Sin embargo, me gusta que Valentina me llame así.
Entiendo que aceptar ser su padre es una responsabilidad muy grande con la que cargaré toda la vida. Pase lo que pase entre Lola y yo, Valentina seguirá siendo parte de mi vida.
Willa dice que me prepare para cuando se case y deba llevarla al altar. Yo prefiero no pensar en ello porque hay muchas cosas antes y tal vez no se quiera casar en el altar, sino que no le guste lo de las bodas y termine huyendo con su novio para casarse rápido y sin dramas.
Sacudo la cabeza. Mejor dejo de pensar en ello.
—¿Por qué me elegiste como tu papá, Valentina? Hay hombres que serían adecuados para serlo, ya sea que estén con tu madre o no. Tyron es uno de esos y también el profesor de historia con el que tu madre cenó.
Ella frunce el ceño y se sienta a mi lado. La ayudo a acomodarse porque el colchón es alto y ella no es muy alta.
—Tyron me agrada, es bastante genial, pero siempre lo vi como un tío. Además, él tiene un hijo. No lo ve nunca, pero existe—sonrío—. El profesor es bueno, pero no hace sonreír a mamá como tú—me señala con el dedo con mirada pícara—. Eres bueno, amable, nos cuida a mamá y a mí. Matilde dice que un papá es como una versión masculina de mamá y tú eres eso. Me caíste bien cuando no te enojaste el día que te dije Dino Rex, me ayudaste a no sentirme mal cuando tuve la pelea con la niña mala, juegas conmigo y te preocupas por mí. Eres un buen papá—su diminuta mano toma la mía—. Yo te quiero. Y soy muy feliz de que te casaras con mamá. Ya no estamos solas… Bueno, solas en la cabaña porque tenemos muchos amigos que nos apoyan y ayudan.
Aprieto su mano con delicadeza.
—Te prometo que me esforzaré cada día para ser un buen papá y, sin importar lo que pase, siempre estaré para ti. Puedes contar conmigo siempre y prometo apoyarte sin juzgarte.
—¿Qué significa juzgar?
Río.
—Cuando das por sentado algo sobre otra persona sin estar seguro de si es cierto o no, y la criticas por eso. En términos legales, si el comportamiento de una persona va en contra de la ley.
Abre la boca y asiente.
—Bueno, me alegro.
Río.
—Yo también te quiero, Val. Tu padre biológico no te llevará a ningún lado.
Ella se arrodilla en la cama y sus brazos rodean mi cuello. La abrazo y cierro los ojos.
—Lo sé, papá. Él no es mi padre biológico, es un esperma de alcantarilla.
La aparto buscando su mirada.
—¿De dónde sacaste eso del esperma de alcantarilla?
—La tía Willa lo dijo.
Ruedo los ojos. No sé para que pregunté y no tengo idea como no lo adiviné.
—No debes repetir todo lo que Willa diga. No siempre dice las cosas correctas.
—Intentaré recordarlo.
Algo me dice que no le importa.
Willa asoma en la puerta preguntando si todo está en orden.
—Sí, solo teníamos una charla de padre e hija. —respondo dejando un beso en la mejilla de Valentina.
—Ya vamos a casa.
Baja de la cama y toma mi mano. Agarro mi mochila y la sigo fuera del cuarto.
Willa camina con nosotros a la cabaña.
—Estoy muy feliz, aunque has algo para animar a Lola—susurra mi hermana mientras que Valentina camina a mi lado sin soltar la mano y tarareando una canción—. No la veo como una recién casada feliz, sino como alguien que va a un velorio.
—No exageres. Ha pasado todo muy rápido y Maico no tardó en presentar la demanda de custodia. Aunque tenemos todo a nuestro favor para ganar, Lola sigue preocupada y lo estará hasta que el esperma de alcantarilla esté fuera de nuestras vidas.