En el reino de la noche, la leyenda del hombre lobo ancestral perduraba entre sus habitantes. Se decía que, cada luna llena, el espíritu de un lobo se adueñaba de aquellos que portaban una herencia ancestral. Sin embargo, esto no era más que un susurro en la oscuridad para los demás. Solo aquellos que portaban el poder conocían la realidad detrás de la fachada. Uno de ellos era Alecsander, un joven solitario con mirada impasible y un corazón anhelante de libertad. Heredero de una estirpe antigua de hombres lobo, Alec llevaba el peso de la dualidad en su existencia.
Una noche de luna llena lo encontró en medio del bosque, envuelto por la melodía del aullido al viento. Era allí donde liberaba su verdadera naturaleza, su instinto primitivo y salvaje. Sus transformaciones eran invisibles, sus pasos cautelosos como el de la bestia nocturna.
No pasaron muchos años en los que tardó en convertirse en el rey de todos los lobos habitantes de ese reino oscuro. Luchaba por mantener su poder y liderazgo sobre las manadas que guiaba, era importante mantener una estirpe limpia y poderosa para guía por el mundo. No se dejaba vencer ni tampoco podía permitirse tener ninguna debilidad.
En el mundo de los hombres lobo, tener una pareja elegida por la diosa Luna era algo bastante conocido entre los demás. Había visto después de muchísimos años cómo se encontraban, atraían, entregaban y otros rechazaban. En los alfa, tener a tu pareja te hacía aún más fuerte, pero era un arma de doble filo. Así que agradecía internamente que después de tantos años y a ese punto de su vida, ella no hubiese aparecido.
Hace algunos años, mientras recorría el oscuro sendero del bosque a la media noche, Alec se cruzó con una joven, su nombre era Elena. Sus miradas se encontraron esa vez y sus almas se reconocieron. Elena tenía una energía única, una pureza que le otorgaba un brillo especial. Aunque Alec se resistía a acercarse, a temer las consecuencias de su contacto, sus corazones ya estaban destinados a encontrarse. Poco a poco, la fascinación y curiosidad de Elena rompieron las barreras que él había construido. Se adentró en su mundo, en su misterio. Juntos descubrieron el amor prohibido entre un lobo y una humana. No obstante, su felicidad estaba marcada por las sombras de la luna.
En una noche de luna llena, el destino alcanzó su máximo esplendor. Alec, ya no solo dominado por su animal interior, sino también bendecido por el amor de Elena, se convirtió en el Alfa que siempre fue destinado a ser. Sus poderes se intensificaron, su conexión con la manada se fortaleció. Juntos, como una fuerza inquebrantable, Alecsander y Elena protegieron a su amor de los peligros que acechaban en las sombras. Demostraron que el coraje y el sacrificio pueden ser el antídoto contra las barreras impuestas por la sociedad y el destino.
Todo era hermoso y perfecto, pero él era bastante joven e inexperto cuando cayó en una emboscada de las criaturas de la noche. Bajo la luz de la luna, un día frío de agosto, su primer amor murió entre los brazos de un vampiro. Un ser repugnante, con quien había mantenido una extraña relación de amor, la asesinó.
La traición y el dolor de la muerte de su adorada esposa le tartajearon el corazón, volviéndole frío, duro y reacio a los demás. Se convenció a sí mismo que no necesitaba a absolutamente nadie más para gobernar. Todo fue perfecto para él, hasta aquella lúgubre tarde cuando sus guardias reales trajeron a su aposento a un grupo de lobos jóvenes, recién convertidos, que habían encontrado en el camino, solitarios, sin manada, para unirse a sus tropas.