Kyra no tenía intenciones de quedarse atrapada en esa pequeña celda que estaba cubierta de polvo. Un balde sucio con agua y un retrete era todo lo que abarcaba esa pequeña habitación sellada con una puerta, aparentemente blindada, con dos chapas de hierro en su interior. Imaginaba que tanta seguridad, que incluía una cámara adherida prácticamente en la esquina superior de la instancia, era para criaturas mucho más peligrosas que una mujer loba incapaz de transformarse.
Intentó calmar sin éxito la desesperación que la empezaba a rebalsar. Suspiró profundamente, mirando la diminuta ventana que se acoplaba muy arriba en la pared del frente, dejando entrar un rayo de luz matutina ¿Cuánto tiempo estuvo ahí metida? Recordaba haberse desmayado en aquel salón y rodeada de varios lobos de la guardia real, además...
Palmeó en la pequeña camilla buscando ansiosa algo en particular: su mochila no estaba con ella. Miró debajo de la cama y en cada esquina vacía como si fuese a aparecer mágicamente. No había estado tan preocupada en escapar porque tenía esperanza en que uno de esos dulces que compró serían suficientes para huir.
—¡Ayúdenme! —gritó desesperada y se acercó a la puerta, golpeándola con fuerza a la espera de que alguien la escuchase y tuviera compasión por ella—. ¡Es una equivocación!
Ella no era una amenaza para esa manada, en lo absoluto, ¿por qué iban a encerrarla como si fuera el enemigo? Debía encontrar a alguien, quien fuera, y convencerlo de dejarla ir, podía hacerlo.
—¡¿Hay alguien ahí?! —siguió gritando y golpeando la puerta—. ¡Por favor! ¡Han cometido un error, yo no debería estar aquí! ¡¿Hola?!
Soltó un respingo cuando un fuerte golpe se arremetió contra la puerta por el otro lado, y una voz fuerte se oyó en un grito—: ¡Cállate! ¡Me estás colmando la paciencia!
—¡Por favor es que no debería estar aquí! ¡Déjame salir y no te molestaré más! —suplicó rendida. Si tuviera un lobo en quien convertirse; sería quizá lo suficientemente fuerte como para huir de cualquier manera—. ¡Ayúdenme! ¡Ni siquiera soy un lobo!
—Vendrá alguien a ver que carajos harán contigo, cállate mientras tanto —Le rugió con rabia la otra voz.
Cerró los ojos y suspiró profundamente, dejándose caer contra la puerta. No podía creer que había huido de su propia manada para venir a involucrarse con otra muchísimo más grande y poderosa. Sus planes los veía alejarse un poco, porque guardaba esperanzas de que verían el error. Se darían cuenta que ella no valía nada como apoyo lobuno y la dejarían continuar con su aventura hacia el mundo humano. Intentó imaginar su destino: zambullirse en esa nueva vida donde no sería vista como un bicho raro por no tener ningún tipo de poder consigo, vivir en tranquilidad por el resto de sus días mientras encontraba su motivación. Nadie iba a buscarla y ella haría su propia vida lejos del mundo mágico, de las criaturas de la noche que reinaba en todas partes.
—Sí, porque no ha dejado de gritar desde que despertó... sí, celda siete.
Kyra se puso de pie tan pronto la puerta de metal oxidada se abrió en un largo chirrido estridente que la hizo sacudirse por completo. No pudo evitar ponerse tan recta como un soldado cuando apareció frente a ella la silueta de un hombre alto y bastante serio, quizá algo fastidiado por tener que rebajarse a ir hasta los calabozos por una desconocida. Tenía el cabello tan oscuro, algo rizado, que hacía resaltar sus ojos celestes como si se tratase de un par de piedras aguamarina. Se sintió algo incómoda cuando el atractivo rostro de su nuevo acompañante la miró de pies a cabeza, y rodando los ojos dijo en un suspiro cansino—: Acompáñame.
No tuvo que decírselo dos veces para salir de la habitación despedida de allí en un instante ¿a dónde se supone que irían? No tenía intenciones de quedarse en esa manada, o donde fuera que estuviese, pero a medida que iban subiendo desde las celdas hacia el salón de ese lugar, fue creciendo la curiosidad en ella. Curiosa y con bastantes preguntas, subieron las escaleras hacia un largo pasillo con recuadros de señores viejos y antiguos, hasta llegar al final donde un par de puertas se alzaban oscuras encima de ella. Su compañero se recargó sobre la columna, al lado de la puerta y tocó con los nudillos de la mano sin dejar de mirarla con mucha curiosidad.
—Soy Quinn, Beta de la manada de Ragnar. Lamento que no hayan sido las mejores condiciones para que conozcas el palacio.
Kyra tomó la mano del joven algo confundida ¿acaso había dicho "Beta"? ¿Sería el mismo que la arrastró hacia el descampado como una ladrona el día anterior?
—¿Tú fuiste quien me trajo aquí?
Su corazón se aceleró, temiendo por su vida cuando Quinn sonrió y simplemente dijo—: Efectivamente fui yo y ya he tenido muchos problemas por eso. Perdóname por todos los problemas que te causé y que te voy a causar, te lo digo desde ya. Ya tengo suficiente con el rey queriéndome asesinar por esto y...
No escuchaba más después de las primeras palabras porque de pronto las náuseas y los nervios subieron hacia ella como un torbellino. ¿Había hecho algo que enojó al rey? ¿Acaso ordenaría matarla? ¿En qué momento había tenido la mala suerte de caer en ese lugar? Miro por la ventana mientras su acompañante seguía hablándole de las dificultades de la manada, cuando se dio cuenta que efectivamente el terreno del rey era tan grande como para albergar a un pueblo entero allí. Veía a las afueras lobos soldado cuidado la frontera hacia el exterior, y otros vigilando dentro.
—¿Qué hacemos acá? Solo quiero que me devuelvan mi mochila para irme.
Quinn entreabrió los labios y levantó una ceja hacia ella, algo consternado—: ¿Irte? —dijo con una suave sonrisa y golpeó la puerta esta vez más fuerte—. Aún no has visto el castillo, ¿no te gustaría ver primero al rey?
—¡Ay, por favor no! —respondió ella, retrocediendo torpemente y con la respiración entrecortada—. No quiero problemas. Solo quiero irme, ¿me devuelves mis cosas? Es solo una mochila y una bolsa blanca.