Kyra había decidido que si no podía conseguir respuestas, se encargaría de profundizar sus habilidades de sanación. Su anterior sensei le había explicado lo más importante que debía saber y era su deber practicar hasta alcanzar la perfección. No es como si tuviera muchos contactos en su anterior manada, más que el Anciano, pero le entraba la curiosidad si seria capaz de ingresar al Comité de Sanadores, o a la escuela real donde jóvenes como era querían perfeccionarse en esa tarea ancestral.
Así que allí estaba, de pie frente al escritorio del Beta, ubicado en la primera planta, y esperando una respuesta positiva a su nueva ocurrencia. Suspiró profundo, sonriéndole a Quinn con cierto nerviosismo, apretándose los dedos porque el silencio se había echo muy largo después de plantarle la idea.
—Estudiar para los Sanadores... —Quinn dejó sus gafas de estudio y soltó un suspiro profundo mientras se reclinaba sobre la silla—. Me gusta tu iniciativa pero no es tan sencillo. Es que no cualquiera puede ser Sanador, son muy pocos quienes poseen la habilidad, es por ello que tratamos que haya al menos uno por manada. No se trata de querer serlo, cumples o no con los requisitos.
—¿Entonces?
—Entonces, debes dar el examen como todo el mundo para ver si alcanzas uno de los cupos del reino —dijo el Beta y levantó el dedo índice para callarla cuando Kyra empezaba a hablar—. El número de cupos depende de cuantos se necesiten por año, esta vez son dos y lamentablemente ya están cubiertos porque el examen fue hace tres meses. Tienes que esperar al otro año o esperar a un milagro —sonrió.
Aquello era más que triste. Era la única esperanza que tenía para encontrarle un poco más de sentido a su existencia como mujer sin lobo. Quería algo para distraer su mente, más allá de la búsqueda de respuestas en la que se había metido. Pensaba todavía que podía encontrar un sitio en el reino, que quizá tenía una oportunidad de demostrarle a los demás... es decir, de demostrarse a sí misma que podía lograrlo. Así que esa respuesta le cayó como un balde de agua fría.
—Pero, no puedo esperar otro año. ¿Crees que seguiré aquí un año más sin saber si tengo una oportunidad? —Preguntó a Quinn como si acabase de enloquecer—. ¿No hay otra opción?
Quinn la miró de soslayo pero aún no muy convencido de lo que iba a decir. Se mordió el labio inferior con aspecto pensativo y finalmente dio una palmada a la mesa antes de retirar del cajón derecho un file repleto de papeles.
—Puedes solicitar una plaza, llenas el formulario donde colocarás tus datos y, una carta al Comité de Sanadores y a la Corte Real justificando por qué deberías recibir una excepción al examen de ingreso. Pero es complicado... —decía él mientras retiraba la hoja del folio— porque tendrías que conseguir un puntaje mayor a los seleccionados y no necesariamente van a darte la excepción.
Lo recibió no muy convencida, aunque de todas maneras intentaría al menos dar el primer paso de llenar el formulario. Se tomó su tiempo allí en la oficina del Beta durante al menos unos veinticinco minutos pensando en la mejor justificación. Suspiró profundo una vez había completado adecuadamente cada campo, esperando que no fuese una pérdida de tiempo.
Se levantó del asiento y su mirada chocó contra una hastiada y aburrida del Beta. Los ojos claros de Quinn se abrían bajo el entrecejo fruncido, suaves rizos cayéndole por encima de la frente y dándole un aspecto bastante intimidante, aunque... atractivo. Un suave rubor coloreó sus mejillas y Kyra esbozó una delicada sonrisa.
—Aquí está el formulario —Acotó ella, recogiéndose un mechón de cabello ondulado detrás de la oreja—. ¿Se contactarán conmigo?
—Te buscaremos —Aclaró él y recogió el papel con cero cuidado—. Mucha suerte. Recuerda que siempre puedes practicar y estudiar en la biblioteca.
—Cierto.
Bajo el molesto silencio, Kyra presionó los labios y chasqueó la lengua, incómoda ante la intensa mirada de curiosidad que le daba el Beta. Quinn ladeó la cabeza, elevando una ceja hacia ella cuando le preguntó—: ¿Al menos sabes algo sobre Sanación? No es que desconfíe de ti pero no es una actividad muy común.
—Sí, conozco la habilidad, la he estudiado con mi maestro en mi anterior manada. Me gusta hacerlo, sentir la energía fluyendo a través de mí para ayudar al prójimo. Ya que estoy aquí, creo que es una buena oportunidad para aprender más.
Presionó las manos bajo el vientre. De pronto se sentía en medio de un interrogatorio o una clase de entrevista. Carraspeó suavemente, esperando a que Quinn le respondiera con alguna cordialidad, pero solo asintió y apuntó algo bajo las últimas líneas punteadas en un largo garabato.
Estaba siendo, quizá, demasiado optimista. Pero pensar que tenía la oportunidad de perfeccionar sus habilidades de sanación, le regocijaba el alma. Además, había encontrado un tomo interesante, un libro que podía ayudarle a recuperar a su loba interior. De pronto el panorama era más clara para ella, podía aprender más sobre la sanación en el mejor lugar de todos: el castillo, y además podía averiguar respuestas sobre su loba dormida.
—¿Eso es todo? —Quinn se levantó y pasó por su lado, empujándola suavemente con la mano puesta sobre su espalda—. ¿Te parece si vamos a comer?
Tras la cena, Quinn se ofreció a acompañarla a dar un paseo, argumentando que "una nueva integrante podía perderse fácilmente en el castillo". La forma en que lo dijo, con esa media sonrisa socarrona, arrancó a Kyra una carcajada que alivió cualquier incomodidad que quedaba entre ellos. Agradecía internamente que al menos tenía al Beta para mostrarle los lugares más interesantes del lugar.
Caminaban lado a lado, entre comentarios ligeros y bromas sobre lo solemnes que eran algunos guardias.
—Si algún día debes lidiar nuevamente con la guardia nocturna, ya verás —le decía Quinn mientras agitaba una mano como si imitara la rigidez de los soldados—. Puedo apostar que ni pestañean.