Rey Bestia

Capítulo 10

Kyra deambuló por todo el castillo durante la noche. En la penumbra de los recónditos pasillos, su corazón golpeaba una y otra vez con fuerza contra su pecho. Sus propios latidos y algunos aullidos, provenientes del bosque, era todo lo que podía oír. Le causaba una curiosidad irremediable conocer cada esquina y secreto que ocultaba ese majestuoso lugar, pero sobre todo, estaba deseosa por saber si había alguna posibilidad de encontrar la respuesta a todas sus preguntas. Estaba allí simplemente por curiosidad.

Necesitaba encontrar ese libro, en algún lugar del castillo que resguardaba el rey, estaría escondido alguna cajuela escondida. Necesitaba el libro que decía cómo recuperar a su loba ancestral, como convertirse en una loba otra vez. Kyra se imaginaba que era como inmiscuirse como detective, buscando un botón secreto bajo los cuadros, o bajo la cabeza de alguna estatua, que abriese un compartimiento secreto.

Sin embargo, no era necesariamente sencillo encontrometerse a todos los lugares que deseaba, y mucho menos de noche. La oficina del rey, aquel sitio que había visto desde afuera, estaba cerrada y resguardada por un par de guardias. Imaginaba que cuidar un sitio en específico durante la noche, solo podía significar que habría algo importante allí... o simplemente porque era la oficina del monarca.

Apenas los vio de lejos, de pie frente a las altas puertas de roble oscuro, y se dio media vuelta por donde llegó. Debía encontrar una mejor manera, o un plan más desarrollado para entrometerse a ese sitio. Mientras tanto, y buscando otra manera de pasar el rato, se deslizó fuera del castillo a los pocos minutos. No había mucho por mirar si todas las entradas estaban siendo custodiadas por guardianes.

Era pasada la media noche cuando decidió que, como último intento por calmar su alma aventurera, regresaría al invernadero del rey. Había quedado fascinada esa tarde en la que conoció el lugar, y había tanta magia dentro que no podía entender cómo un lugar tan maravilloso era tan poco conocido. Quería ver y estudiar cada una de las plantas, sentirlas... Kyra miró hacia atrás, buscando que no hubiese nadie mirándola, y corrió hacia el invernadero con el corazón latiéndole desbocado.

La puerta ni siquiera estaba cerrada, y eso fue suficiente para que una corriente de adrenalina la recorriera. No lo pensó dos veces y se entrometió. Algo pareció vibrar allí, como si la magia y las plantas la reconocieran. Algo brilló en el aire de color púrpura, habían algunas plantas que despedían un aroma dulce de flores exóticas combinadas en un tono amaderado. Kyra inspiró suavemente, frunciendo el seño mientras sus sentidos se afinaban en un solo pensamiento. Olía a bergamota, limón... pero también a cedro ¿o sándalo? Sus ojos se cerraron un instante, sintiendo envolverse en un aura mágica que la incendiaba por dentro.

Se sentía tan viva, tan llena de energía que casi creía haber retrocedido en el tiempo, cuando aún tenía a su loba.

—¿Qué haces aquí?

El sonido de la puerta cerrándose abruptamente la despertó de su letargo. Su estómago se encogió de un golpe cuando vio a Alecsander de pie frente a la puerta, cruzado de brazos y mirándola desde arriba con desagrado, como si aborreciera la idea de verla allí. El hombre tenía una postura imponente que la empujaba, obligándola con fuerza a bajar la cabeza y ceder ante él. Kyra había vivido bastante en su anterior manada como para saber que esa energía invisible sí existía y era, simplemente, el aura del rey.

El ambiente se había tornado tenso y se sorprendió al descubrir que las plantas habían cambiado y ahora brillaban en un tono verdoso. Frunció el ceño, mirándolo con curiosidad en un intento por entender cómo las plantas mágicas y el rey estaban tan compenetrados.

—Vi la puerta abierta y...

—Creí que habías tenido suficiente esta tarde —dijo él, levantando la comisura de los labios con molestia—. Dame una buena razón por la que deba permitir esto y no enviarte nuevamente al jodido calabozo —espetó con la rabia contenida en cada palabra—. Este lugar está prohibido para todo el mundo.

Había demorado en entender que el rey estaba hablando muy en serio. Su mirada estaba cargada de enojo, y lucía tan serio que no estaba mintiendo cuando dijo que pensaba enviarla a la carcelera otra vez. Kyra pensó tan rápido como pudo y se inclinó suavemente ante él, no muy segura de lo que estaba haciendo. Era la primera vez que trataba a alguien de la realeza.

—¿Y bien? ¿No dirás nada?

Kyra removió ligeramente la hoja que acariciaba su brazo y lo miró a los ojos. No parecía tan intimidante como se hacía ver, quizá... de alguna manera...

—Me gustan las plantas. Y es bonito ver que alguien más aprecia esto también. Prometo que no voy a herir ni destruir absolutamente nada, esas no son mis intenciones en lo absoluto.

Entornó los ojos con falsa esperanza cuando lo oyó suspirar con fuerza, como si la sola idea le causara un estrés repugnante. Trago en grueso de los nervios, cuando el rey pareció pensarlo durante segundos tan largos que por un momento creyó que no iba a responderle. Estaba lista para dar sus pasos lejos de la estancia, su estómago doliéndole con desesperación por el rechazo, cuando él le dijo—: Está bien, con la condición que no toques nada y no me estorbes durante el día.

A Kyra no pudo parecerle una mejor idea. Ya era bastante que el monarca aceptase así esa propuesta. Asintió atropelladamente, incapaz de creer lo que acababa de oír, por supuesto que era algo bueno.

—Por supuesto que sí, cuidaré...

Alecsander se acercó a ella lentamente, como acorralándola a una presa débil en medio del bosque. Eran esos movimientos lánguidos los que le hacían símil a una bestia cazando, había visto muchos durante toda su vida. Así que supo, de pronto, que aquella conversación estaba lejos de terminar. Kyra retrocedió como acto reflejo, bajo la escasa luz que se filtraba por los ventanales, de pronto la magia había cesado y no había ningún color tenue que brillase en medio del invernadero. Y aún así, no sentía miedo, sino expectación.




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