Rey Bestia

Capítulo 11

—Vengo a entregar la comida.

El lobo levantó una ceja hacia ella y le dio la vuelta, olfateándola a distancia y mirando con cuidado la comida. Sobre su cabeza, pareció mirar a Tessa a la distancia, quien le dirigía señas al guardia.

—Bien, ¿tu nombre?

—Eh, Kyra, soy Kyra.

¿Y ya? Pensaba que habría algún control adicional para que el rey no muriese envenenado, pero eso significaba que el rey era muy fuerte o que la confianza que le tenían a Tessa era bastante más de lo que imaginaba. Como fuera, el otro lobo tocó la puerta, tan suavemente que Kyra dudo si realmente lo habían oído.

Las puertas se abrieron repentinamente, con ella al medio. El comedor era tan grande como lo había imaginado, una larga mesa al medio donde seguramente podría sentarse una docena de invitados. La estancia guardaba los detalles dorados y antiguos, bajo la araña que colgaba e iluminaba el lugar.

—Su majestad, la cena está lista.

Kyra se mantuvo de pie esperando a que la anunciarán, ¿sino para qué habían preguntado su nombre? Hasta que el lobo le dio un empujón que la hizo trastabillar con el carrito de comida. Hizo una suave reverencia, sin saber qué demonios debía hacer a continuación.

—Pero no te quedes ahí parada —oyó la voz del rey arrastrándose con cargado fastidio—. Apúrate.

Una suave risa femenina llegó a ella y Kyra continuó su camino. No levantó la mirada hacia ellos directamente. Quería guardar la compostura y no hacer algo inadecuado, ya que parecía ser algo tan importante para todos. Sin embargo su curiosidad no podía más.

—¿Me acompañarás, Alec?

—No lo creo, seguramente enviaré a alguien a ver eso.

—¿Por qué? Yo quiero ir contigo —dijo Briana con un puchero.

Miró de soslayo hacia la pareja cuando se detuvo hasta el final de la mesa, al lado de la joven. Briana le reía al oído, inclinada hacia él como si mirase algo hermoso y mágico. Tenía el cabello pelirrojo recogido en una delicada trenza que llegaba hasta su espalda. Incluso desde ese lugar podía ver lo bonita que era. Kyra sirvió la entrada con delicadeza, y apoyando el elegante jarrón frente a ellos, sirvió primero su copa. Colocó con delicadeza los cubiertos faltantes, alzando la cubierta lentamente. Estaba haciendo todo probablemente mal, porque se había olvidado de preguntar lo más importante: cómo se debía servir según esas normas de etiqueta que tenían.

—Yo no participo de las misiones, salvo que sea estrictamente necesario, para eso están mis soldados. Pero no te preocupes, son buenos.

Entonces sus miradas se cruzaron. Las mejillas de Kyra se calentaron bruscamente al darse cuenta que había estado mirándola con tanta... fijeza, todo el tiempo. Avanzó con los nervios creciendo en ella, su respiración haciéndose entrecortada, lo sentía detallándola fijamente con aspecto serio e inexpresivo. Alecsander, reclinado hacia ella lado contrario de su invitada, apoyaba los dedos de la mano izquierda contra la sien, masajeándose lentamente.

—No te preocupes, tomate tu tiempo —Oyó decir a la pareja del rey con sarcasmo—. ¿Es normal que se demore tanto?

—De hecho, no. Apúrate y retírate, por favor.

Kyra tragó en grueso cuando llegó a él y deslizó la bandeja de plata frente suyo. Acomodó los cubiertos y sirvió la bebida en la copa de vidrio. Suspiró atropelladamente cuando terminó, y se apresuró a empujar su carrito fuera de allí sin curiosear más nada.

Suspiró afligida por tercera vez cuando regresó a la cocina y les contó a detalle lo terrible que había salido todo eso. Tanto Mark como Tessa no se veían muy tranquilos con el escenario que acababa de contarles, lo cual la desanimaba bastante. Así que había decidido que no volvería a entregar platos en el comedor, de ninguna tipo.

—Les ayudaré acá lavando los platos. Díganme si necesitan algo más, por favor.

—Kyra, tranquila —Animó Mark, sujetándola del brazo para detenerla, y apuntó con la cabeza a todo el grupo de ayudantes que estaban dando vueltas para terminar la cena de los soldados lobo—. Te veo nerviosa, pero no tienes que tener miedo, está bien.

Se sentía más a gusto y confiada lavando los platos por media hora, y otros treinta minutos terminando de poner la mesa en el comedor donde cenaban los soldados del castillo. Esa era su tarea de hoy como principiante y no se quejaba en lo absoluto, al menos tenía un lugar donde apoyar una parte del día. Por supuesto, después de comer su cena, se había ofrecido a lavar todos los platos y cubiertos sucios que habían quedado tras la ardua jornada. Tenía a una compañera también, lavando las ollas mientras se quejaba de la mala calidad de ellas porque había quedado arroz quemado en el fondo.

A las diez y media de la noche, después de tomar un largo camino por el lado contrario para conocer todos los pasillos recónditos del castillo, había llegado a merodear las afueras de la cabaña, mirando curiosa hacia el invernadero una última vez. No había pretendido entrar allí otra vez, pero la luz fluorescente de una rosa brillando en medio del lugar, la sorprendió. Avanzó a trompicones, pegando la nariz en la ventana en un inútil intento por ver mejor.

No recordaba haber leído antes sobre esas rosas mágicas, más allá de su libro de lectura. Sabía que eran muy buenas para reforzar la energía durante la sanacion, solo era necesario un pétalo para que la magia hiciera efecto. Así que se debatió internamente entre entrar a hurtadillas o esperar al día siguiente...

Kyra no espero más que otro chispazo de luz morado, tintineando en la oscuridad, para decidirse a entrar. La puerta entreabierta le supo como una buena señal, dio un paso dentro y entonces la luz se apagó.

—¿Pero qué...?

Algo se detuvo en el aire con tanta cautela que no pudo haberlo venir jamás. La puerta se cerró detrás suyo y un suave resoplido suspiró sobre ella, muy cerca. Kyra apenas tuvo tiempo de asustarse hasta que oyó una voz susurrándole en el oído—: ¿Qué haces aquí otra vez?




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