Rey Bestia

Capítulo 12

ALEC.-

Estaba genuinamente harto de tener que soportarla todo el tiempo, y era la verdad. Salió del invernadero resoplando y soltando largas a esa necesidad que tenía su lobo de marcarla, de tenerla cerca, de escucharla y contemplarla. Eran todas esos deseos y peticiones lo que le daban arcadas cada vez que Ragnar se lo pedía internamente. Porque no tenía ninguna intención de nada con ella.

Bueno, debía admitir que saber un poco de su triste y miserable historia había servido para ablandarle y tenerle un poco de compasión. Por supuesto que él tenía la respuesta. Es más, tenía el libro guardado bajo llave porque era tan mágico como único, era importante para la recuperación interior y volver a transformarse, en casos críticos como el de ella.

Simplemente no le daba la gana de ayudarle. Había tenido que ser condescendiente y fingir que pensaría en cómo ayudarla, cuando la respuesta era diferente: no quería, no debía y no podía.

A grandes rasgos recordaba que una de las maneras de ayudar a recuperación era mediante el marcaje. Todos los lobos tenían asignado a una pareja de por vida que asignaba la Luna, y sabías que era tu pareja celestial porque se sentía en todo su ser y tu lobo lo sabría. Una vez identificada a tu pareja, el hombre lobo debía completar la conexión realizando una marca con los colmillos en el cuello de la mujer, lo suficiente como para dejar la marca; siempre que ella hubiese aceptado. Era algo que se hacía durante siglos de siglos, todos los hombres y mujeres lobo sabían cómo funcionaba eso. Incluso él, quien tenía la mala suerte de haber sido asignado como pareja a alguien que apenas sabía dónde estaba parada. Lo mejor, o peor, era que Kyra ni siquiera parecía saber que su pareja celestial era Alecsander Lombardi, el rey de todos los lobos.

Alec estaba buscando respuestas para cortar la conexión con su pareja celestial, Kyra, sin que eso le afectase. Así que no podía ayudarla al menos no de esa manera.

En las noches siguientes, Alecsander habían hablado con la Bruja, la mujer que más sabía sobre estos temas—: Quiero cortar la conexión con esta mujer —Le había dicho él a la anciana en medio del pequeño salón donde había decidido que no habrían curiosos escuchando— Solo quiero saber si tendrá consecuencias sobre mi poder, sobre mi aura de rey, si acaso...

—Sí, definitivamente sí —Había respondido la anciana con las manos entrelazadas, la cabeza ladeada hacia él. Sus ojos eran tan celestes como cristalinos, tan maravilloso que parecían mirar a través de ti—. Una vez que encuentras a tu pareja, todo tu poder se ve afectado y depende de lo fuerte que sea tu relación con tu pareja.

—¿Eso qué significa? —Había preguntado Alec con rabia contenida y lanzado una mirada rabiosa a su Beta, como si todo fuera su culpa absoluta—. Quiero cortar la conexión, prefiero mil veces emparejarme con Briana que con... Lyra.

—Kyra, se llama Kyra —Corrigió su amigo Quinn, quien bajó la mirada ante la respuesta silenciosa de sus ojos rabiosos y oscurecidos del rey.

—Tendría que preparar un ritual —respondió la anciana después de un largo minuto pensando en silencio—. No es tan sencillo, ambas partes deben estar de acuerdo.

—Bueno, preferiría que Kyra no esté enterada de nada. Cómo no tiene loba, no puede sentir nuestra conexión, es mejor así.

—Sí lo siente —Acotó la anciana con una sonrisa socarrona y continuó hablando cuando el rey rodó los ojos—. Pero es diferente, ella debe pensar que es genuino. Solo... déjame ver que puedo hacer por ti, sabrás de mí cuando esté todo listo.

Alecsander no había obtenido más respuestas que problemas aquella noche que habló con la anciana. Lo único que se llevó fue una promesa de la mujer, diciéndole que prepararía un ritual como primer intento para intercambiar la conexión: Así, su Luna asignada sería Briana y no Kyra. Así que ahora estaban en búsqueda de la manera más acertada de cortar la jodida conexión sin que él, como rey, se viera afectado.

Era importante para él mantener ese poder y aura que lo envolvía, era todo lo que tenía y necesitaba para manejar al mundo a su antojo. Solo debía dar una orden para que los lobos flaquearan y se arrodillaran frente a él. Si perdía ese poder por culpa de una mujer que poco le importaba, sería su pérdida.

Por eso era que cada noche llegaba tan furioso y hecho mierda a la reunión con su Beta y Delta en un lugar recóndito del castillo. Tenía cosas más importantes que planear como para dirigir sus pensamientos en tonterías como esas. Debería estarse enfocándose en averiguar más sobre el plan que tenían los vampiros, o por qué habían tenido a un traídos merodeando por allí en búsqueda de vacíos donde meterse. Una de las tantas noches en esa tortura era esa, precisamente. Noches después de haber conversado con la anciana, su optimismo había caído terriblemente.

—Estoy acostumbrándome a verte tan molesto todos los días.

—Tengo que hacerlo, al menos para mantener a Ragnar contento —dijo Alec con fastidio.

—¿Y no has pensado en intentar conocerla de verdad? —preguntó Quinn mientras se acomodaba en uno de los sillones de cuero, esa conversación estaba volviéndose más cotidiana de lo que esperaban—. Quizá te lleves una sorpresa y descubres por qué es tu pareja.

Aquello había sido más que suficiente para él. Sí, estaba harto de eso.

—La reina definitivamente no será un intento de lobo. Seremos la burla ante los demás teniendo a una líder que no puede defenderse a sí misma, menos podrá defender a su reino. Por supuesto que no —dijo con fastidio mientras se llenaba una copa de agua sin cuidado, gotas derramándose sobre el mueble de madera—. La necesito cerca, sin embargo. Estando a su lado soy más fuerte, jodidamente poderoso y eso me gusta.

—Ya te lo ha dicho la anciana, interactuar con Kyra te ayudará a fortalecer la conexión y, por lo tanto, tu aura se hará más fuerte —Dijo Kenai.

—Es decir, enamorarla para que tu poder no flaquee, le coqueteas para fingir que la conexión se está haciendo fuerte cuando en realidad la detestas —Quinn suspiró, mirando a través del ventanal donde la imagen filtraba la parte baja de las cabañas y el invernadero—. Suena terrible, déjame decirte.




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