Rey de los muertos

UN REY ESTÁ A PUNTO DE MORIR

             Uno: cada cosa con un nombre y cada nombre en su lugar.

           Dos: el tiempo no se mide con vida, se mide con muerte. Y siempre hacia adelante, nunca hacia atrás.

           Tres: no existen copias. La naturaleza es perfecta, precisamente porque no lo es.

 

La oscuridad y el frío son buenos amigos. Ambos van de la mano y se hacen más intensos a cada minuto.

El rey espera su sentencia con los brazos suspendidos sobre la cabeza, mientras escucha a las criaturas que maldicen su suerte. Su cuerpo se deteriora con el frío, sin embargo, no puede sentir dolor. No puede sentir nada.

Su carcelero espera impaciente a que se desmaye y sabe que es cuestión de tiempo para que su corazón deje de luchar, pero justo cuando esa cosa en su pecho se hace más lenta, cuando respirar se hace más difícil, algo lo despierta.

Alguien abre su celda. Una luz se enciende al final del pasillo, mostrándole  la salida. El rey camina despacio mientras arrastra sus cadenas, diseñadas para retener a un titán. Son increíblemente pesadas y le impiden llegar a la puerta.

 Estaría dispuesto a rendirse, pero la luz es cada vez más intensa y le resulta imposible ignorarla. Su cuerpo se mueve por instinto, el mismo que le grita que debe buscar algo de calor rápido.

Mueve sus piernas con más decisión y tira de sus cadenas.

Sus músculos atrofiados y tiesos como el mármol, hacen uso de la fuerza que le queda y al escuchar la voz de los cazadores acercándose, el instinto de supervivencia se intensifica, obligándolo a tirar de las cadenas con más determinación.

Las venas brotan de su cuello.

Finalmente, las cadenas se rompen y camina por el pasillo bajo la atenta mirada de las criaturas condenadas a muerte. Las puertas que dan al exterior están cerca, pero aunque logre cruzarlas, aún tiene que salir del laberinto.

 Alguien grita su nombre. Los cazadores se dan cuenta de que su prisionero más valioso se ha ido.

Lo siguiente que escucha, es la voz del líder.

*****

Hoy, mi jefe me recuerda a una nube gris, últimamente se ve deprimido y eso es un mal augurio para mí. Se acerca y me mira como si quisiera decirme que atropelló a mi amada mascota, imagino que tiene que ser algo parecido porque el hombre se ve culpable como el infierno.

—¿Terminaste?

—Claro, ¿quieres que recoja algo por ti? —le pregunté.

—Descuida. Yo lo hago.

Se sentó en la mesa más cercana a la ventana y me pidió que me sentara frente a él.

—¿Pasa algo? —Quiero que deje de asustarme.

Él agarró un sobre que tenía sobre las piernas, me miró y dijo:

—Voy a vender la tienda la semana que viene, lo lamento.

Sabía que eran malas noticias desde que vi su rostro esta mañana y pensé que tenía dolor de estómago. La tienda ha tenido problemas desde hace mucho tiempo. Al principio eran demasiado pequeños para que el dueño les diera la importancia que requerían, pero se agravaron hasta que fue imposible ignorarlos.

—Ese préstamo está asfixiándome, no debí darles todo lo demás como garantía, pero tampoco es como si tuviera muchas opciones.

No, de hecho no tienes opciones. Y yo tampoco las tengo.

—Está bien, lo entiendo —suspiré—. ¿Eso que tienes allí es mi liquidación?

—Lo siento. —Me mira apenado.

Me da el sobre y camina hacia el depósito sin mirar atrás. Me quedo paralizada en mi asiento, pensando en qué demonios voy a hacer a partir de ahora.

Vivo en un departamento pequeño en una de las zonas más cutres de la ciudad. Lo único que puedo decir en defensa de mi pequeño hogar es que está mucho más limpio y ordenado que el mundo exterior, por lo que es un escape de mi realidad. Dentro de mi hogar puedo olvidar todos mis problemas, sin embargo, el mundo no se mantiene a raya mucho tiempo.

Hace una semana mi principal acreedora tocó a mi puerta con una amenaza. Si no cancelo la totalidad de mi deuda este mes, me echará de patitas a la calle, porque con este serían tres meses de deuda y me dejó muy claro que no aguantará uno más.

La vieja bruja del alquiler no es mi único dolor de cabeza, mi abogado de inmigración es un añadido a la lista. Cuando vine a este país necesitaba protección, algo que evitara que los policías se divirtieran conmigo, pagué por casi todo, excepto el resultado final: mi nacionalidad norteamericana. Mi problema más grande es que obviamente no tengo dinero, pero ¿deudas? Tengo muchas.

Hice un tour por todas las empresas en las que pensé que podía tener una oportunidad y dejé mi currículum en todas ellas. Dentro de mis aspiraciones se encuentra una en especial: Russian Gold. Cada vez que miro ese enorme edificio, vienen a mi mente todo tipo de fantasías en las que el dinero me sobra y mis problemas desaparecen.

Mientras estoy en el autobús pienso en todas las posibilidades que tendría con un poco más de suerte y me permito soñar despierta. Al bajarme, camino por las calles de mi vecindario y noto que está demasiado silencioso y solitario. Mi casera —que siempre tiene una actitud arisca— me devuelve el saludo por primera vez y, con una sonrisa amable, además. Me da mala espina, pero decido ignorar esa sensación y subo las escaleras mohosas hasta mi apartamento.



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En el texto hay: rey, romance, accion drama

Editado: 24.02.2023

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