Han pasado tres años desde que Lio apareció por mi ventana y asesinó a esos hombres. Criaturas, así los llamó.
Han ocurrido muchas cosas desde entonces y todas son consecuencia de esa noche. Para bien o para mal, porque no todo ha sido negativo. Lio ha dejado una huella en mí que no puedo borrar no importa cuánto lo intente. ¿A dónde fue?
No lo sé. Desapareció tan rápido como apareció en primer lugar.
Mi vida ahora se resume en tres cosas: huir de los cazadores, trabajar para Olek Yasikov y soñar cosas imposibles.
—¡Junne!
Mi jefe grita mi nombre desde su oficina, como si no supiera que existe una línea directa para llamar a su contadora. Lo llamo «mi jefe» solo cuando estamos en presencia de otras personas, porque cuando estamos solos puedo ponerle títulos menos agradables.
—¿Quién ha despertado la ira del ruso más ácido de la historia? —Me burlé de su mal genio cuando entró a mi oficina.
Le encanta hacerse escuchar.
—No encuentro nada. Bélgica no terminó los informes que tengo que presentar ante los japoneses. —Él entra en mi oficina y agita una carpeta con papeles frente a mi cara. Esa es otra cosa que le encanta: llamar la atención.
—La pobre mujer se quedó durmiendo en la sala de conferencias porque pediste esos informes para hoy, no le diste tiempo para nada. Es muy probable que despierte con dolor de cuello por tu culpa.
—Sabía que era una incompetente. —Se dirige a mi mesa y agarra la botella de Vodka que solo acumula polvo sobre ella, porque yo no bebo.
—¿Por qué la contrataste entonces?
—Porque tiene bonitas piernas y porque dijiste que su cerebro era aún mejor.
Es cierto, fui yo.
—Sí es muy lista. Si solo dejaras de provocarle paros respiratorios te darías cuenta. Las personas no funcionan sin oxígeno.
Me mira de forma petulante como acostumbra, y arquea una petulante ceja de su petulante rostro. ¿Ya dije que es un completo petulante?
Cuando conocí a Yasikov estaba en una cafetería de aspecto costoso, de esas que parecen cobrarte solo por entrar en el lugar y mirar su exquisita infraestructura. Ni siquiera debería llamarse cafetería, pero entré porque el aroma a café y chocolate que salía del lugar cuando alguien abría la puerta, era maravilloso.
Pedí un café que parecía estar hecho por los mismísimos dioses y esperé sentada en la barra mientras decidía olvidarme del mundo unos minutos. Pero el mundo volvió a llamarme.
Cerca de la barra hombres con trajes tenían una discusión. Dos de ellos asiáticos, y un hombre con la mirada más dura que había visto hasta el momento. Este último tenía un porte intimidante, ojos oscuros y rasgos faciales muy marcados. Era increíblemente guapo, pero se veía tenso. Él se levantó para atender una llamada y los otros dos se quedaron en la mesa.
El hombre pasó por mi lado hablando en ruso y lo reconocí. Había visto sus fotos muchas veces en las revistas de economía. Era Yasikov. Los otros dos lo siguieron con la mirada mientras hacían comentarios en chino.
Desde que conocí a Lio se volvió más fácil mezclarme con los demás, como si aprendiera con más facilidad cualquier cosa que empiece a interesarme. En algún momento después de su partida estudié los idiomas que pensé que podría necesitar para escapar de los cazadores, al otro lado del mundo si hacía falta. Aprendí chino con clases en audio en muy poco tiempo, así como alemán y ruso. Eso me permitió entender cada cosa que Yasikov decía a mis espaldas y debo decir que tiene mucho que agradecerme, porque ese día, gracias a mí no fue estafado.
Escuché cuando los chinos hablaban sobre un truco bajo la manga en su proyecto con Yasikov. Al parecer, él pensaba que todo estaba en orden y se encontraba listo para firmar. Tengo que aclarar que Yasikov es el empresario más importante en la industria armamentística de este país, pero no es la única rama a la que se dedica. Estuve enviando currículos a todas sus empresas con mi humilde título de contadora unos meses antes, y nunca recibí una respuesta.
¿Cómo es que un empresario de su calibre puede caer con un contrato? Porque no es solo la estafa del contrato; el negocio en sí era ilegal. Yasikov lo sabía y por eso decidió encargarse de todo él solo. Como decidía hacerlo todo en la vida.
Pensé que no valía la pena ayudarlo, ni siquiera estaba segura de que fuera buena idea, pero antes de que me diera cuenta, ya estaba de pie. Me llevé mi café, no sin antes buscar a Yasikov y decirle lo que había escuchado. Él me miró igual que a un bicho raro, como es natural en un hombre cuando una mujer le cuenta que van a verle la cara de estúpido. Luego salí de allí y, para mi sorpresa, ese ruso odioso estaba esperándome frente a mi apartamento una hora más tarde.
Después de ese acontecimiento decidió echarle un vistazo a mi currículo y darme un trabajo como auxiliar contable en Russian Gold. Fue gracias a Lio.
Lo sé porque poco después Yasikov me confesó que me había reconocido como el juguete del rey. Así es como me llaman los cazadores. Mi acción en la cafetería lo obligó a fijarse en mí. Lo que sea que hizo Lio impide que los cazadores puedan encontrarme, así que la razón por la que el ruso me encontró después en mi casa fue porque yo misma me presenté ante él y su guardaespaldas me siguió.