Rey de los muertos

EL LÍDER DE LA FACCIÓN AMERICANA

En Estados Unidos están las instalaciones de la orden de sangre correspondientes a la facción americana. A diferencia del líder de la facción europea, Kai nunca sale de las instalaciones si no es completamente necesario, puesto que sus cazadores son bastante efectivos para tratar cualquier amenaza, y más tratándose de los primeros en la línea de batalla. No significa que la facción de Morthu no tenga cazadores fuertes, sino todo lo contrario. Pero Kai es más un estratega que un apasionado de la lucha.

Es un hombre paciente, sabe que apresurarse no sirve para nada, salvo para estropear planes y sacrificar guerreros.

—Si estás tan seguro de que es ella, ¿por qué no vamos a buscarla? —preguntó un cazador.

—Cuando el rey aparezca la buscaré yo mismo —respondió el líder.

El líder está sentado detrás de su escritorio, viendo las páginas del libro keno. En ese libro hay una lista de nombres de rebeldes y sus puntos débiles. Los rebeldes son criaturas que se oponen a la orden y se clasifican en clases para determinar qué tan peligrosos son.

—Ya pasaron tres años y no hemos tenido noticias de él. Puede aparecer en cualquier parte del mundo, menos aquí —opina su primer cazador.

—Sé que vendrá —afirmó con calma—. Por algo escondió a esa mujer.

—El rey no puede querer a nadie, ¿para que la escondería? Aunque fuera solo por diversión, seguro que encontrará más de eso en otra parte.

—Si solo fuera diversión, no sería tan difícil localizarla.

Kai pensó en los acontecimientos de esa noche. La noche en la que todo su esfuerzo fue anulado. Se sintió tan frustrado que pensó que perdería la cabeza, pero mientras él se volvía loco, ¿qué estaba haciendo el rey? Recuperándose, teniendo sexo, matando a sus cazadores.

Maldita sea. 

Una cazadora irrumpe en su oficina con la respiración acelerada.

—Un cazador murió en el centro y por las heridas que tiene, sabemos que fue Lio.

—¿Estás segura? —El líder se levanta de su silla.

—Desprendió la cabeza de su cuerpo de un tirón limpio, y no hay rastros del asesino, como siempre.

—Sí, no hay duda de que es él.

El líder buscará un anzuelo…

Cuando Lio me observa puedo recordar por qué cometí el error de acostarme con él.

Son esos ojos grises tan familiares que me miran con intensidad, con una emoción que no puedo identificar porque su expresión no lo refleja.

—Fuiste tú quien volvió —digo en un susurro—, yo nunca me fui.

Lio deja el libro en su lugar, en silencio.

—¿Cómo es que sabes dónde vivo? —Me aferro a la toalla alrededor de mi cuerpo.

—Dividiste mi cinturón en tres partes. Llevas una parte en la muñeca. ¿Dónde están las otras?

Es cierto, nunca retiro ese trozo de cuero de mi muñeca y cuando me baño siento pánico durante los minutos que no la uso.

—Tú me la diste, es mía.

Su mirada logra que me sienta más vulnerable al estar desnuda, por ello decido rodearlo para llegar al armario y vestirme.

—Es prestado, si ya no fuera de mi propiedad no funcionaría para esconderte —explica.

—¿Qué dices?

—Digo que llevas algo de mi propiedad en ti, es por eso que no pueden rastrearte.

Recuerdo que en los escasos momentos que pasamos juntos antes de que se fuera, Lio ingresó en una tienda de comestibles donde había un cazador y luego salió con una bolsa de pan y jugo para mí; el cazador nunca se dio cuenta de que el rey estaba en el mismo lugar que él. Lio me explicó que era magia y que, mientras funcionara, nunca tendría que preocuparme por los cazadores.

—Aun así, es sorprendente que hayas sobrevivido tanto tiempo —agrega, mirándome con algo parecido a la curiosidad.

—He tenido algo de ayuda.

Su expresión es imperturbable.

Yasikov me dijo en muchas ocasiones que el rey de los muertos no mostraba sus emociones. Decían que era porque no tenía ninguna, pero en ese entonces me pareció imposible de creer. Ahora lo entiendo. Lio da un paso al frente, aumentando mis nervios, y yo retrocedo para sentirme segura.

—¿Qué haces aquí, Lio?

—¿A dónde más iría? Tú estás aquí.

Mi corazón se acelera.

Intento recordar que mi paz mental es nula desde que lo conocí, como si así consiguiera despreciarlo un poco.

—Tienes que irte, ahora que volviste los cazadores estarán más alerta. No quiero pagar los platos rotos de nuevo.

—No me iré a ninguna parte.

—Quiero que te vayas —repito con tranquilidad, a pesar de mi creciente enojo. Incluso olvido que solo tengo puesto un pantalón y un sostén.

Una idea cruza mi mente y la pongo en práctica. Camino con calma fuera de la habitación y me dirijo a la cocina por algo con lo que pueda hacerle daño. Él me sigue en silencio.



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En el texto hay: rey, romance, accion drama

Editado: 24.06.2024

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