Las instalaciones de la orden de sangre correspondientes a la facción europea se ubican en Rusia, y su líder es Morthu. No es un hombre paciente, pero cuando Kai le dijo que debían esperar por su anzuelo, tuvo que aceptar a regañadientes.
Era difícil encontrar al juguete del rey. Nadie podía rastrearla y después de que escapara por última vez fue imposible dar con ella. Ya sabía que alguien la estaba ayudando, y cuando Kai le dijo que su principal sospechoso era Olek Yasikov, no pudo evitar recriminárselo.
—Te dije que no se podía confiar en un perro con correa.
Ahora, el rey apareció y Kai solo tiene que vigilar a Yasikov hasta que pudiera atraparlo con las manos en la masa. Una vez que se descubra su traición, él tendrá su oportunidad para lanzarlo a la jaula con algún otro rebelde más grande que pueda hacerlo pedazos con la lentitud requerida para disfrutarlo.
El líder de la facción europea es un sádico.
—Tenemos noticias de la facción americana. —El líder escucha el reporte de su mano derecha—. Yasikov escapó.
—Dime que huyó como los cobardes, dejando atrás a la damisela en apuros —ruega Morthu con una cerveza en la mano.
—Se llevó el anzuelo.
Morthu lanza la botella contra la pared, rompiéndola en pedazos. Empieza a hiperventilar en medio de un ataque de ira. Aprieta la mandíbula como si la cabeza de Yasikov ya estuviera entre sus fauces, pero cuando el cazador empieza a preocuparse por sus dientes, una sonrisa siniestra aparece en su rostro.
Es hora de una visita…
Hace algunas noches soñé con Yasikov. Él era arrastrado por el suelo mientras un par de cazadores tiraban de sus brazos.
—¡Mira quien llegó! —El líder de la facción europea gritó divertido.
—¿Qué hace él aquí? —preguntó Kai al ver como tiraban al hombre gravemente herido a sus pies.
—Parece que quiere decirte algo, pero antes tuve que recibirlo de forma adecuada —Morthu pateó a Yasikov un escalón abajo.
Cuando era niño, Yasikov vivió gran parte de su infancia huyendo de la orden de sangre, junto a su padre, que le enseñó la verdad detrás de los líderes. Le contó que había estado dispuesto a convertirse en cazador con tal de restaurar la calma que tanto necesitaban, sin embargo, se dio cuenta que el líder de la facción europea era todo lo que las antiguas bestias del continente habían dejado atrás: vikingos, highlander, bárbaros y mongoles, todos en un solo ser. Desafortunadas características para un líder que supuestamente buscaba la paz.
Yasikov nunca tuvo paz, hasta que conoció a la mujer por la que después pediría perdón a la orden de sangre. Ella estaba agonizando y necesitaba la ayuda de la criatura más inteligente del mundo, el hombre con la sabiduría para combatir cualquier enfermedad que sobrepasara los conocimientos humanos y esa criatura… era Kai McCloud.
Yasikov tenía que pedir perdón si quería conseguir la ayuda del líder.
—Lamento las muertes de tus cazadores —dijo él con dificultad.
El líder lo miró a los ojos y no encontró ninguna señal de arrepentimiento.
—No, no lo lamentas…
Morthu, por su parte, no pudo evitar reír a carcajadas; si había alguien que disfrutaba con su humillación era él.
—Lamento la muerte de los humanos en Cracovia…
—No, no lo haces —respondió Kai con un tono cansado.
—Lamento haber saqueado la tumba de tu bruja.
—Eso tampoco lo lamentas.
—¡Ah, por favor! Acabemos con esto de una vez, solo quiere morir. A eso vino, ¿por qué no complacerlo? —gritó el líder europeo, exasperado.
Kai le hizo un gesto de paciencia con la mano, no estaba dispuesto a matar al ruso sin antes saber por qué fingía un arrepentimiento que no sentía, cuando eso implicara humillarse antes las criaturas que más odiaba.
—¿Por qué un hombre tan orgulloso como tú vendría a mí para pedir perdón? ¿Qué es lo que quieres?
—¡Quiero que dejes de perseguirme! —exclamó Yasikov, poniéndose de pie con dificultad.
Un cazador se acercó a él y volvió a golpearlo con fuerza. Una de sus piernas se rompió de forma que no lo había hecho con la anterior paliza. Otros cazadores se sumaron a la escena y no se detuvieron hasta escuchar el grito de Kai.
—¡Basta!
—Tus cazadores no están conformes con sus disculpas y tú tampoco le crees —argumentó Morthu, cansado de la indecisión de Kai.
—Mis cazadores no son animales salvajes como los tuyos.
—No, son unas nenas. —Se defendió Morthu—. Igual que tú.
—Déjame en paz —rebatió Kai.
Benge entró en el gran salón con la frente en alto. Miró a Yasikov con una ceja arqueada y luego volteó a ver a su líder.