Kai McCloud ideó un sistema para los rebeldes a los que decidía perdonar y los llamó emplacados. Ellos son las únicas criaturas a las que se les permite involucrarse con los humanos al mismo nivel. En el momento en el que el rebelde acepta los términos para convertirse en emplacado, el líder pone a su disposición una empresa o fábrica, y esta se convierte en su llave para entrar en el mundo humano.
Cuando miro a Yasikov recuerdo a los emplacados que vinieron después de él. Siento un cariño particular por uno de ellos.
Trumper
1998
—¿Estás listo, Trumper?
El rebelde escucha las voces burlonas de los cazadores, llamándolo fuera de su jaula. Ya no le importa cuán pisoteado está su orgullo y el sonido de las cadenas, chocando contra los barrotes, es habitual.
Esta vez, los cazadores evitan arrastrarlo fuera de su celda como si fuera un trapo viejo, porque están de buen humor. Dejan que camine por sí mismo como si quisieran concederle algo de dignidad antes de su muerte. Ese es un detalle que no le pasa por alto, ¿de verdad creen que va a dejar que lo maten?
Pronto lo presionan para que entre en un túnel; tiene que pelear una vez más, pero esta vez no será contra los cazadores, será contra otro rebelde. Y el que sobreviva a la pelea tiene derecho a conservar su vida un poco más, como si el líder fuera el emperador y los rebeldes sus gladiadores.
Cuando llega al coliseo descubre que hay una impresionante cantidad de rebeldes encadenados a las paredes. El lugar parece un volcán donde no entra la luz salvo por un orificio en lo alto de su forma. El líder no está para contemplar la pelea, pero puede ver a un par de cazadores especiales y unos cuantos rastreadores. A los cazadores de segunda división, quienes tienen las mayores habilidades estratégicas, no les gusta perder el tiempo con cosas como esa.
Los cazadores lo empujan dentro de la jaula, el lugar donde los rebeldes pelearán. Aún tiene puestas sus cadenas y no van a quitárselas para otorgarle libertad de movimiento porque así es más divertido.
—No tengas miedo, Trumper —dice uno de los carceleros, llamando su atención—. Apostaré por ti.
Un rastreador abre la celda para empujar a su contrincante dentro. Es más grande y luce muy enojado, también conserva los grilletes.
—¿Están listos? —pregunta un cazador especial, bostezando. Es evidente que preferiría estar en cualquier otro lugar.
Al ver que ninguno de los contrincantes pronuncia una palabra, el celador da inicio a la pelea y, antes de que Trumper pueda reaccionar, su oponente se mueve a una velocidad que no debería ser posible para alguien de su tamaño. Trumper lo esquiva con rapidez. Cuando está a punto de golpearlo, uno de los rastreadores tira de sus cadenas, haciendo que su cuerpo retroceda e impacte contra los barrotes.
Su oponente ve una oportunidad y avanza para golpearlo, pero los rastreadores tiran de sus cadenas también, y la gran criatura se estrella contra los barrotes. Los espectadores abuchean al cazador, pero este se ríe.
—¡Deben ser más rápidos que nosotros!
Alguien afloja las cadenas de Trumper, permitiéndole avanzar hasta el grandote, esta vez logra golpear y esquivar, pero su oponente responde muy bien. Los cazadores siguen jugando a tirar y aflojar las cadenas para ver quién es capaz de ganar a pesar de sus restricciones. Todos apuestan por el grandote, excepto unos pocos que conocen a Trumper desde el inicio de sus pecados y saben lo que puede hacer.
El rebelde más grande se cansa y disminuye su velocidad, los cazadores permiten que golpee a Trumper algunas veces y luego tensan sus cadenas. A veces también lo hacen con las de Trumper, pero él es más rápido y puede acertar más golpes antes de que vuelvan a restringirlo.
En un veloz movimiento, Trumper escala hasta los hombros de la enorme criatura y cruza sus piernas alrededor de su cuello. Los cazadores tiran de las cadenas intentando separarlos y Trumper utiliza eso a su favor. La fuerza de los cazadores pone presión sobre la nuca del rebelde. Su cuello comienza a crujir, pero los cazadores no cesan en su intento por separarlos, y Trumper no relaja el agarre de sus piernas.
Los gritos aumentan. Los rebeldes están cada vez más excitados al ver el pánico de la enorme criatura. Saben lo que va a pasar, pero no les importa. Finalmente, se escucha como la cabeza de la criatura se desprende del cuerpo y los rebeldes encadenados a las paredes festejan la victoria de Trumper.
Desde ese día, Trumper peleó con muchos otros. Antes de su llegada, hubo muchos emplacados americanos, pero él fue el primer emplacado europeo.
En la actualidad.
Un hombre de aspecto simple, con gafas y un impecable traje de tres piezas, ingresa en el gimnasio. El hecho de que necesite de las gafas lo delata como criatura de baja denominación.
—El líder está subastando Russian Gold.
—Eso significa que el indulto terminó —responde Trumper, deteniendo el saco.
—Eso parece. Muchos emplacados se preguntan si Yasikov no tendrá otra oportunidad, los que no, simplemente esperan quedarse con sus empresas —dice la criatura.