Rey de los muertos

UN HOMBRE MUERTO

—Estoy muy aburrido. Quiero jugar.

El niño al que yo llamo Uno, es bastante peligroso. Le gustan los juegos, pero se aburre de ellos rápidamente. Por eso, jugar con él no es una garantía para nadie. Suele cambiar los detalles de la partida a su favor cada vez que puede, y a me pone los pelos de punta que no le importe en donde está sentado. En medio de todos estos viejitos que juegan con tranquilidad, ignorantes del peligro.

—No estás aquí por una partida de ajedrez —lo acuso apretando los puños a los lados de mi cuerpo.

—¿Cómo te atreves a pensar que sabes lo que hay dentro de mi cabeza? —pregunta el niño con una sonrisa divertida.

—Ya he visto tu cara demasiadas veces —interviene Lio, arrastrando las palabras como si en realidad estuviera fastidiado de la situación.

—¿Tanto te aburre mi cara? —El niño cambia su expresión a una más sorprendida, como si pudiera engañarnos—. Ok, yo también estoy muy aburrido. Vamos a jugar.

—No puedo creerlo.

Hago círculos a los lados de mi cabeza para alejar un dolor que llegará pronto. El niño es quien activa el reloj, sus piezas son las negras y Lio no deja de mirarlo. Ni siquiera se fija en la ficha que él mismo mueve en el tablero, pero el niño luce emocionado al ver su movimiento.

—¿Alguna vez has jugado con alguien más listo que tú? —pregunta Uno, aparentando concentración.

—No.

—Es difícil ganarle una partida de ajedrez a alguien que no puede dudar de sí mismo, ni preocuparse por los movimientos de su oponente —Uno mueve otra pieza—. Solo por eso te perdono.

—¿Necesito tu perdón? —El tono de voz de Lio cambia a uno más curioso, casi imperceptible, pero yo lo noto porque también siento mucha curiosidad. Mueve otra de sus piezas.

—Claro, te perdono por ser un estorbo.

La palabra me revuelve el estómago. Estorbo, así es como él me llama a mí.

 —No soy un estorbo. —El rey mueve otra de sus piezas—. Tú lo eres.

—¿Yo? —El niño finge sorprenderse de nuevo.

—Sigues apareciendo frente a mí. No me gusta.

En un par de movimientos más, el rey gana la partida antes de que me dé cuenta. No sé si el niño perdió a propósito, o si, por el contrario, el rey de los muertos es más listo que un Dios.

—Otra vez. —El niño vuelve a activar el reloj.

Veo sus manos volar sobre ese cochino reloj que parece burlarse de mí cada vez que lo oprimen. No creo que Uno piense que se me pasó por alto el detallito del tiempo. Es él quien lo hace correr en mi contra.

—Se acabó. —No quiero verlos jugar más, no quiero a Lio cerca de ese odioso ser que me hace hervir la sangre y que al mismo tiempo me da tanto miedo—. Lio, levántate.

—No puedo. —Vuelve a mover otra ficha y escucho el maldito botón.

—¿Cómo que no puedes?

El niño se ríe y con solo mirarlo deduzco a qué se refiere. Lio no puede pararse de la silla. Es como si estuviera pegado.

—Si se va, ¿quién va a jugar conmigo?

—Eres increíble —escupo con rabia.

—Lo soy.

—Jaque mate —sentencia el rey, ganando por segunda vez.

—Lo he dicho. ¿Quién puede ganarle a un hombre que no duda, ni se asusta? —La sonrisa del niño está comenzando a ponerme nerviosa.

—¿No vas a decirme a qué has venido? —Paso saliva por mi garganta.

—Pero si estamos teniendo una conversación tan agradable —responde el pequeño monstruo, entrelazando sus diminutos dedos bajo su cara, con ojitos de borrego.

Uno, por favor dime qué quieres.

—Quiero jugar otra vez. —Acomoda sus piezas negras y espera a que el rey haga lo mismo.

Lio lo observa fijamente sin mover un músculo, y yo miro a todos lados buscando el indicio de algún desastre. Veo hombres mayores en cada mesa, jugando. Veo niños corriendo más allá en el parque.

—¿Cuándo termina el juego?

—Cuando yo gane.

El niño vuelve a mover su ficha y presiona el reloj. Hay un detalle respecto a Uno; todo lo que dice tiene su lógica en alguna parte. Es una de las pocas personalidades con las que puedo negociar. Eso de: «cuando yo gane», también tiene su razón de ser.

—Está bien. —Lio le concede su capricho con la mirada fija en el tablero.

Los ojos del niño se iluminan como si de verdad estuviera emocionado por eso. Finge como el mejor de los actores.

En el momento en el que Uno mueve una de sus fichas, Lio lo observa y toma una gran bocanada de aire. El rey mueve su pieza, pero antes de que el niño pueda hacer su próximo movimiento, Lio mueve una de las piezas negras, y gana la partida en favor del niño. Me ha quedado clara una cosa: el niño estaba perdiendo a propósito.

—Has ganado —concede el rey con la mirada fija en sus ojos. El niño hace un puchero que, en cara de cualquier otro pequeño, hubiera resultado de lo más penoso. A mí me da escalofríos.



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En el texto hay: rey, romance, accion drama

Editado: 24.02.2023

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