Hay una barrera invisible que lo separa todo, estamos perfectamente divididos. De otra forma las cosas no funcionarían.
Humanos y criaturas.
Dioses y doppelgängers.
Un cazador de rasgos felinos y de cabello rubio alborotado, aparece frente a nosotros, y al verlo recuerdo de inmediato su apodo. Es el cazador de primera división que peleó con Lio en el bosque. El apodo que yo le puse fue: puercoespín.
—¿Por qué cerraste todas las salidas?
—Estamos buscando a alguien. —El líder lo mira con algo de desconfianza—. ¿Dónde estabas?
—Fuera. —Puerco espín arquea una ceja extrañado—. Me enviaste a una misión de reconocimiento.
El líder lo mira con recelo. Se ha vuelto paranoico desde lo que pasó con Heven, mucho más desde que le dije que Codicia podría ocupar el nombre de cualquiera de sus cazadores.
—Él no es —informa Lio, mirando fijamente al cazador.
—¿Estás seguro? —insiste Kai.
—El rey de los muertos es una puerta al otro lado, cualquier ser en este mundo cuya vida haya terminado, debe pasar a través de él. Allí empieza la falla —explico.
—Clod, trae los registros de las muertes en esta facción.
—¿Por qué?
—Solo haz lo que te pido, por favor.
—No va a servir de nada —dice Lio.
—Ya sé que tu juguete dijo que el suceso de la muerte es lo primero en ser borrado —trato de ignorar el hecho de que me ha llamado juguete—, pero si salta a otro cuerpo, podrás encontrarlo memorizando los nombres y rostros en la lista.
—¿Cuántos nombres hay en la lista?
—Más de mil nombres, desde que se erigió la primera estructura para la organización. —Nos aclara Clod.
—¿Hay más de mil cadáveres enterrados en este lugar? —Casi me ahogo con mi propia saliva.
—No todos están enterrados aquí.
—¿En el registro se especifica el lugar donde se entierran?
—No.
—Entonces solo me harás perder el tiempo —dice Lio.
—¡¿Por qué discutes tanto?! —grita el líder, empezando a enfadarse de nuevo.
—Lio tiene razón, Codicia ya no puede salir de aquí, sellaste todo —defiendo la postura de Lio.
—No entiendo.
—Cada cosa con un nombre y cada nombre en su lugar —le recuerdo lo que dice la regla—. Solo tomará los nombres de criaturas enterradas aquí, mientras no pueda salir de las instalaciones, claro está.
Finalmente lo entiende. Kai hace que Lio recorra las instalaciones de arriba abajo, conmigo detrás de él. Para pasar de un lugar sellado a otro, Kai les dice a sus cazadores que se queden dónde están. Ellos obedecen consternados. Nos toma horas recorrer muchas áreas.
Además de ser un lugar grande, hay demasiados niveles que explorar. Demasiadas escaleras que subir o bajar. Me queman las piernas, así que me acuesto en el piso y mis vértebras crujen cuando apoyo la espalda en el suelo. ¿Ya mencioné que tengo muy mala condición física? No es lo más conveniente al convivir con las criaturas. Tener escoliosis tampoco ayuda.
—Nada de descansos, tenemos una urgencia aquí —dice el líder señalando la puerta frente a él.
—Cinco minutos.
—Repito. Problema urgente. —Da pequeños golpecitos en el piso con su bota militar.
—Necesito que te tranquilices.
—El tiempo vale oro.
—Créeme, nadie lo sabe mejor que yo, pero estoy acostumbrada a estirar mi tiempo tanto como pueda. —Me siento en el piso con las piernas extendidas.
El líder me mira estresado, golpea el interior de su mejilla con la lengua y cuenta hasta diez, respirando profundamente en el proceso. Tiene un temperamento más peligroso que el de Morthu porque reprime más su ira. Eso significa que cuando la deje salir, será mucho peor.
—¿También podrás alargar la vida de mis cazadores mientras te quedas allí sentada?
—Respira profundo, envíale más oxígeno al cerebro.
—¡Eres insoportable! —Tira de su cabello—. Cinco minutos.
—Le traje agua a nuestra guía —anuncia un cazador al entrar en el lugar.
Ignoro por completo la presencia del cazador cuando Lio se sienta junto a mí y presiona los músculos de mis piernas con sus manos, aliviando el dolor.
Si hubiera prestado más atención… ¿Cinco minutos era mucho pedir?
—¿Sabes dónde está Benge? —pregunta el líder.
—Hace un rato que no lo veo —responde el cazador.
Kai se pone nervioso, balancea su peso de un pie a otro y el cazador lo mira de forma perspicaz.
—¿Qué pasa?
—Nada. —Pasa los dedos por su cabello—. Él es mi mano derecha, debería estar aquí.
—¿Tanto te preocupa Benge? —El cazador camina alrededor de Kai, despacio, jugando con otra botella de agua.