La noche era fría y solitaria mientras Marco caminaba por las calles oscuras de la ciudad. Las sombras danzaban a su alrededor, susurrando recuerdos que no podía olvidar... cicatrices que no podían sanar.
Había elegido amarla. Había elegido permanecer a su lado, incluso cuando su corazón se rompía una y otra vez.
Había elegido... perder.
Isabella De Luca. La Reina de las Sombras. La mujer que había gobernado su corazón desde el primer día. La mujer que había elegido a otro hombre... una y otra vez.
Adriano Ricci. Su rival, su amigo... y su mayor enemigo. Había intentado odiarlo. Había intentado destruirlo.
Pero, al final... ella lo había elegido a él.
—Fuiste un tonto... —murmuró Marco, su voz quebrándose. —Un tonto... por creer que alguna vez... serías su elección.
Se detuvo frente al puerto abandonado, el lugar donde todo había comenzado... y terminado. Recordó cómo la había visto abrazar a Adriano, cómo había sido testigo de su amor roto... y su redención.
Recordó cómo Isabella había elegido amarlo... incluso cuando aún le dolía.
Y cómo él... había sido dejado atrás.
—Entonces... ¿qué eres ahora...? —se preguntó Marco, su voz baja y amarga. —¿Un hombre... sin amor... ni propósito...?
El viento helado sopló a su alrededor, susurrando su soledad mientras observaba las olas romper contra el muelle oxidado. Se sintió vacío, perdido... sin un lugar al que llamar hogar.
Había luchado por Isabella. Había arriesgado su vida por ella.
Había elegido amarla... incluso cuando ella no podía amarlo a él.
Y ahora... no sabía... cómo seguir adelante.
—¿Entonces... eso es todo...? —murmuró Marco, sus lágrimas cayendo. —¿Así... termina mi historia...?
No había respuesta, solo el eco de las olas y las sombras danzantes en la penumbra. Marco sintió cómo su pecho se apretaba, su corazón latiendo dolorosamente mientras sus lágrimas caían sin control.
Había elegido amarla... y había perdido.
Había elegido... un amor que nunca sería suyo.
Y ahora... no sabía... cómo sanar.
El viento helado del puerto susurraba secretos y recuerdos mientras Marco permanecía de pie en la penumbra, sus lágrimas cayendo silenciosamente.
Había perdido su propósito. Había perdido su amor.
Y ahora... no sabía... quién era.
—¿Así... termina todo...? —murmuró Marco, su voz temblando. —¿Así... es como me rompe... por última vez...?
El eco de su voz desapareció en la oscuridad, llevándose sus esperanzas rotas. Marco sintió cómo su pecho se apretaba, su corazón latiendo dolorosamente mientras sus lágrimas caían sin control.
—¿Entonces... esto es todo...? —susurró, su cuerpo temblando. —¿Así... se siente... estar roto... sin posibilidad de sanar...?
—No. —una voz femenina rompió el silencio.
Marco se giró bruscamente, su cuerpo tenso mientras buscaba al intruso. Las sombras se movieron lentamente, revelando una figura alta y elegante caminando hacia él.
Una mujer.
Tenía el cabello largo y oscuro, cayendo en ondas suaves sobre sus hombros. Sus ojos brillaban intensamente bajo la luz de la luna, y sus labios estaban curvados en una expresión fría pero curiosa.
—¿Quién eres? —jadeó Marco, su voz baja y peligrosa. —¿Por qué me sigues?
La mujer se detuvo a pocos pasos de él, sus ojos oscuros evaluándolo con cuidado. —No te sigo... te encontré.
—¿Por qué...? —preguntó Marco, su mandíbula apretada. —¿Quién eres?
La mujer sonrió suavemente, su mirada intensa. —Soy alguien que también ha perdido todo.
Marco sintió cómo su pecho se apretaba. —¿Qué quieres?
—Quiero que me ayudes a destruir a aquellos que me lo arrebataron todo. —dijo la mujer, su voz baja y peligrosa.
Marco sintió cómo su corazón latía con fuerza. —¿Por qué yo?
—Porque eres un hombre sin propósito. —respondió la mujer, sus ojos brillando con emoción. —Y yo puedo darte una razón para luchar.
Marco apretó los dientes, su mirada oscureciéndose. —¿Por qué crees que necesito una razón?
La mujer dio un paso adelante, sus ojos llenos de desafío. —Porque he visto esa mirada antes. La mirada de alguien que ha perdido su amor y su corona.
Marco sintió cómo su pecho ardía de rabia. —No sabes nada de mí.
—No. —dijo la mujer, su tono gélido. —Pero sé cómo es estar roto y necesitar venganza.
Marco la observó en silencio, sus ojos oscuros llenos de emoción. Había creído que no le quedaba nada por lo que luchar. Había creído que su historia había terminado.
Pero ahora esta mujer le estaba ofreciendo una nueva oportunidad.
—Entonces... ¿qué quieres? —jadeó Marco, su voz baja y peligrosa. —¿Qué me estás proponiendo?
La mujer sonrió suavemente, sus ojos brillando con misterio. —Quiero que me ayudes a destruir a aquellos que me rompieron como a ti.
—¿Y por qué debería confiar en ti? —preguntó Marco, su mirada fría.
—No deberías. —admitió la mujer, su voz suave. —Porque también estoy rota y mi corazón está lleno de odio.
Marco sintió cómo su pecho se apretaba. —¿quién eres?
La mujer lo miró fijamente, sus ojos oscuros brillando con emoción. —Soy (hizo una pausa dándole suspenso a la situación)Valeria Moretti.
El corazón de Marco se detuvo. Moretti. El nombre de sus enemigos. El nombre de la traición.
—¿Eres una Moretti? —jadeó Marco, su mirada llena de furia. —¿Vienes a destruirme?
Valeria negó con la cabeza, sus ojos llenos de dolor. —No vengo a destruirte, vengo a ofrecerte una alianza.
—¿Por qué haría... una alianza... con mi enemigo...? —escupió Marco, su voz llena de rabia.
—Porque... también soy su enemiga. —dijo Valeria, sus lágrimas brillando. —Porque me traicionaron me rompieron y me arrebataron todo.
Marco sintió cómo su corazón latía con fuerza. —¿quieres venganza?
—Sí. —admitió Valeria, su voz temblando. —Y tú también la quieres.
Marco cerró los ojos, su pecho ardiendo con rabia y dolor. Había perdido su propósito, había perdido su amor... y había perdido su corona.