La noche era oscura y pesada cuando Marco y Valeria comenzaron su ataque.
Sus sombras se deslizaron en silencio por el territorio de los aliados de Moretti, moviéndose como fantasmas mientras rodeaban sus fortalezas.
No había piedad. No había compasión.
Solo... venganza.
—No dejen... que nadie escape. —ordenó Marco, su voz baja y peligrosa. —No quiero... que quede... ninguna sombra... de su lealtad.
Valeria asintió lentamente, su mirada fría. —Entonces... vamos a arrasar... con sus fuerzas... y vamos a cortar... sus raíces.
—Sí. —dijo Marco, su tono cortante. —Porque no puedo... permitir que me rompan... otra vez.
Valeria lo observó en silencio, su respeto evidente. —Entonces... rómpelos... antes de que ellos... te rompan... a ti.
Marco apretó los dientes, sus ojos oscuros ardiendo con furia. —Voy a hacerlo... y voy a demostrarles... lo que pasa... cuando desafían... a un hombre... sin nada... que perder.
Valeria sonrió suavemente, su mirada intensa. —Entonces... eres... mi sombra... y mi fuerza.
—Sí. —dijo Marco, su voz baja y peligrosa. —Porque no tengo... nada... que perder... y solo... puedo ganar... destruyendo... a mis enemigos.
Se miraron en silencio, sus almas rotas entrelazándose en una alianza de poder y venganza. Sabían que su unión estaba construida sobre odio y dolor, sabían que su amor estaba manchado de traición.
Pero también sabían... que no podían reclamar sus coronas... el uno sin el otro.
Porque sus corazones... estaban rotos.
Y su venganza... era su única salvación.
El ataque comenzó con una explosión que iluminó el cielo nocturno. Las sombras de Marco se movieron con precisión mortal, atacando sin piedad mientras arrasaban con las fuerzas de los aliados de Moretti.
Las balas volaban en línea recta, los cuerpos caían sin piedad mientras el fuego consumía las fortalezas de sus enemigos.
No hubo compasión. No hubo amor.
Solo... destrucción.
—¡Arrasen con todo! —gritó Marco, su voz cortante. —¡No quiero... que quede... nada... de sus sombras!
Sus hombres se movieron rápidamente, sus figuras deslizándose entre las llamas mientras disparaban sin dudar. Marco observó cómo sus enemigos caían uno a uno, sus cuerpos golpeando el suelo mientras sus sombras desaparecían.
Valeria avanzó a su lado, sus pasos ligeros mientras disparaba con precisión mortal. Sus balas volaban en línea recta, sus enemigos cayendo a su paso mientras su mirada permanecía fría e implacable.
No había amor. No había perdón.
Solo... venganza.
—Entonces... estás... arrasando... con sus sombras. —dijo Valeria, su voz baja y peligrosa.
—Sí. —dijo Marco, sus ojos oscuros ardiendo con furia. —Porque no puedo... permitir que mi dolor... sea en vano.
Valeria sonrió suavemente, su mirada intensa. —Entonces... eres... el cazador... que estaba esperando.
—No soy... un cazador. —dijo Marco, su tono cortante. —Soy... su sombra... y su maldición.
Valeria sintió cómo su pecho se apretaba. —Entonces... rómpelos... por mí... y por ti.
—Voy a hacerlo. —dijo Marco, su voz baja y peligrosa. —Voy a destruir... su poder... y voy a convertir... su imperio... en cenizas.
Se miraron en silencio, sus almas rotas entrelazándose en una alianza de poder y venganza. Sabían que su unión estaba construida sobre odio y dolor, sabían que su amor estaba manchado de traición.
Pero también sabían... que no podían reclamar sus coronas... el uno sin el otro.
Porque sus corazones... estaban rotos.
Y su venganza... era su única salvación.
Cuando el humo comenzó a disiparse, Marco permaneció de pie en medio de las ruinas, sus ojos oscuros ardiendo con furia.
Habían destruido las fortalezas de los aliados de Moretti. Habían arrasado con sus fuerzas y reducido su poder a cenizas.
Pero la guerra... aún no había terminado.
Enzo apareció lentamente entre las sombras, su mirada intensa mientras observaba la destrucción. —Entonces... ¿sigues... roto...?
Marco apretó los dientes, su mirada oscureciéndose. —Sí... porque aún... amo... a un fantasma.
Enzo dejó escapar un suspiro tembloroso. —Entonces... ¿esto... es por ella...?
—No. —dijo Marco, su voz baja y peligrosa. —Esto... es por mí... porque no puedo... permitir... que me rompan... otra vez.
Enzo asintió lentamente, su respeto evidente. —Entonces... estás... cazando... a tus propios demonios.
—Sí. —dijo Marco, sus ojos ardiendo con furia. —Porque no puedo... vivir... sin venganza.
Enzo lo observó en silencio, sus labios apretados. —Entonces... rómpelos... antes de que ellos... te rompan... a ti.
—Voy a hacerlo. —dijo Marco, su voz baja y peligrosa. —Voy a convertirlos... en sombras... y voy a demostrarles... lo que pasa... cuando desafían... a un hombre... sin nada... que perder.
Enzo hizo una reverencia, su respeto evidente. —Entonces... liderarás... hasta el final.
—Sí. —dijo Marco, su mirada fría. —Porque no tengo... nada... que perder... y solo... puedo ganar... destruyendo... a mis enemigos.
Se miraron en silencio, sus almas rotas entrelazándose en una alianza de poder y venganza. Sabían que su unión estaba construida sobre odio y dolor, sabían que su amor estaba manchado de traición.
Pero también sabían... que no podían reclamar sus coronas... el uno sin el otro.
Porque sus corazones... estaban rotos.
Y su venganza... era su única salvación.
El amanecer bañaba la ciudad con una luz fría mientras el humo aún se alzaba desde las ruinas de las fortalezas de Moretti.
Marco permanecía de pie en medio de la destrucción, sus ojos oscuros ardiendo con furia.
Había arrasado con sus sombras. Había destruido sus fuerzas.
Pero su venganza... aún no estaba completa.
Valeria se acercó lentamente, su mirada intensa mientras observaba el fuego consumir el territorio de su padre. —Entonces... has destruido... sus aliados... y has cortado... sus raíces.