La noche envolvía la ciudad en sombras mientras Marco y sus hombres se preparaban para la cacería.
Don Lorenzo había escapado, pero su poder estaba debilitado y sus aliados comenzaban a dudar de su lealtad.
Marco sabía que no podía darle tiempo para reagruparse. Sabía que debía atacar rápido... y sin piedad.
Valeria permanecía a su lado, su mirada intensa mientras observaba el mapa sobre la mesa. —Entonces... ¿vas a cazarlo... antes de que pueda... contraatacar...?
Marco asintió lentamente, su mirada fría. —Sí... porque si le doy... una oportunidad... va a destruir... todo lo que estoy... construyendo.
Valeria dejó escapar un suspiro tembloroso, sus ojos oscuros brillando con emoción. —Entonces... ¿esto... es para proteger... lo que amas...?
—Sí. —dijo Marco, su tono firme. —Porque no puedo... permitir... que el miedo... gobierne... sobre esta ciudad... otra vez.
Valeria lo observó en silencio, su respeto creciendo mientras veía cómo Marco enfrentaba los desafíos con valentía y fuerza.
Sabía que su camino... estaba lleno de enemigos.
Pero también sabía... que Marco... estaba dispuesto... a luchar... hasta el final.
Horas más tarde, Marco se reunió con sus hombres en un almacén abandonado. Sus sombras se movían en silencio, sus figuras poderosas mientras esperaban sus órdenes.
Enzo extendió un mapa sobre la mesa, sus dedos señalando las ubicaciones de los escondites de Don Lorenzo. —Sus fuerzas... están dispersas... pero aún... le son leales. No van a rendirse... fácilmente.
Marco apretó los labios, su mirada intensa. —Entonces... vamos a cortar... su lealtad... desde las sombras... y vamos a destruir... su poder... desde adentro.
Sandro frunció el ceño, su postura firme. —¿Quieres... infiltrar... sus territorios... y desmantelar... sus fuerzas...?
—Sí. —dijo Marco, su tono cortante. —Voy a atacar... desde adentro... y voy a demostrarle... que no hay... lugar... donde esconderse.
Hubo murmullos de aprobación, sus voces llenas de respeto. Marco sintió cómo su pecho se llenaba de emoción. Había perdido su propósito. Había perdido su amor.
Pero ahora... tenía una razón... para luchar.
—No vamos a permitir... que su traición... quede impune. —dijo Marco, su voz baja y peligrosa. —Vamos a cazarlo... y vamos a demostrarle... lo que pasa... cuando desafía... mi liderazgo.
Sus hombres asintieron rápidamente, sus ojos brillando con determinación. Marco observó cómo se alineaban frente a él, sus posturas poderosas mientras esperaban sus órdenes.
Valeria observó la escena en silencio, su mirada intensa mientras veía cómo Marco tomaba el mando. —Entonces... ¿estás listo... para enfrentarlo... cara a cara...?
—Sí. —dijo Marco, su mirada firme. —Voy a enfrentarlo... y voy a demostrarle... que su traición... tiene un precio.
Valeria dejó escapar un suspiro tembloroso, sus ojos llenos de emoción. —Entonces... vas a luchar... hasta el final... para proteger... lo que amas.
—Sí. —dijo Marco, su voz baja y peligrosa. —Porque no puedo... permitir... que las sombras... destruyan... mi futuro.
Valeria sonrió suavemente, su respeto evidente. —Entonces... eres... el líder... que esta ciudad... estaba esperando.
Marco la observó en silencio, su mirada intensa. —No soy... un rey... pero voy a proteger... lo que amo... y voy a luchar... por un futuro... mejor.
Valeria apoyó suavemente su mano en su brazo, su mirada llena de emoción. —Entonces... ¿vas a quedarte... y vas a luchar... por esta ciudad... hasta el final...?
—Sí. —dijo Marco, sus ojos brillando con determinación. —Porque no puedo... permitir... que las sombras... controlen... mi destino.
Valeria lo abrazó con fuerza, sus cuerpos temblando mientras compartían su esperanza... y su amor. Sabían que su relación estaba marcada por cicatrices y traiciones. Sabían que sus corazones aún pertenecían al pasado.
Pero también sabían... que juntos... podían enfrentar... cualquier sombra.
Porque habían elegido... proteger... en lugar de destruir.
Y habían decidido... luchar... por un futuro... diferente.
Cuando la noche cubrió la ciudad, Marco y sus hombres se infiltraron en los territorios de Don Lorenzo.
Sus sombras se movían con precisión mortal, sus pasos ligeros mientras rodeaban los escondites enemigos.
No había advertencias. No había misericordia.
Solo... justicia.
—Vamos a atacar... desde adentro... y vamos a destruir... sus fuerzas... antes de que puedan... reaccionar. —ordenó Marco, su voz baja y peligrosa.
Sus hombres asintieron rápidamente, sus ojos brillando con determinación. Marco observó cómo se movían en silencio, sus figuras deslizándose entre las sombras mientras atacaban sin piedad.
Los hombres de Don Lorenzo intentaron defenderse, pero fueron superados por la precisión y velocidad de los cazadores de Marco. Uno a uno, cayeron ante las sombras implacables que los atacaban desde adentro.
Vittorio, la mano derecha de Don Lorenzo, intentó organizar una defensa desesperada, gritando órdenes mientras disparaba sin piedad. Pero sus fuerzas fueron desmanteladas con una rapidez aterradora.
Cuando finalmente se encontró rodeado, Vittorio levantó sus manos lentamente, sus ojos llenos de miedo mientras miraba a Marco. —Entonces... ¿esto... es el final...?
Marco alzó la barbilla, su mirada helada. —No... esto... es justicia.
Vittorio dejó escapar un sollozo tembloroso, sus labios temblando. —Solo... seguía... órdenes... Don Lorenzo... me obligó...
Marco apretó los dientes, su voz baja y peligrosa. —Tú... elegiste... traicionar... tu lealtad... y tus hombres... pagaron... el precio.
Vittorio cayó de rodillas, sus lágrimas cayendo. —¡Por favor... ten piedad...!
Marco lo observó en silencio, su mirada fría. —No hay... piedad... para los traidores.
Se dio la vuelta lentamente, sus pasos firmes mientras sus hombres terminaban el trabajo. No hubo gritos. No hubo misericordia.