El sol brillaba alto cuando Marco y Valeria se adentraron en los territorios recuperados de Silvio.
Habían pasado semanas restaurando el orden, desmantelando las redes de corrupción y devolviendo la seguridad a las calles. Pero la lucha no había terminado.
No solo enfrentaban enemigos externos... también debían sanar sus propias cicatrices.
Valeria observó a los ciudadanos en silencio, sus ojos oscuros llenos de emoción. —Entonces... ¿esto... realmente... está funcionando...?
Marco asintió lentamente, su mirada fija en las calles ahora pacíficas. —Sí... pero aún... hay sombras... que intentan... regresar.
Valeria frunció el ceño, su postura tensa. —¿Entonces... no estamos... a salvo...?
Marco la miró fijamente, su expresión endureciéndose. —No... pero estamos... luchando... y estamos... juntos.
Valeria sintió cómo su pecho se apretaba, sus labios temblando. —Entonces... ¿realmente... crees... que podemos... hacerlo...?
Marco sonrió suavemente, sus ojos llenos de ternura. —Sí... porque contigo... a mi lado... no hay... sombras... que puedan... destruirnos.
Valeria dejó escapar un suspiro tembloroso, sus lágrimas cayendo. —Entonces... ¿esto... es amor...?
—Sí. —respondió Marco, su voz baja y suave. —Esto... es amor... y voy a protegerlo... sin importar... el precio.
Valeria lo observó en silencio, su corazón latiendo con fuerza. Sabía que Marco enfrentaba enemigos poderosos. Sabía que las sombras no desaparecían fácilmente.
Pero también sabía... que su amor... era más fuerte... que cualquier sombra.
Cuando regresaron a la fortaleza, Marco reunió a sus hombres en el salón principal.
Las sombras se alinearon frente a él, sus figuras poderosas mientras esperaban sus órdenes. Sabían que habían ganado batallas importantes. Sabían que habían protegido sus territorios.
Pero también sabían... que los enemigos... aún... acechaban.
Enzo fue el primero en hablar, su voz firme. —Los territorios... de Silvio... han sido... asegurados... pero sus aliados... aún... conspiran... desde las sombras.
Marco asintió lentamente, su mirada fría. —Entonces... vamos a cazarlos... y vamos a desmantelar... sus redes... antes de que puedan... atacar.
Sandro frunció el ceño, su postura firme. —¿Quieres... acabar... con sus raíces...?
—Sí. —dijo Marco, su voz baja y peligrosa. —Porque no puedo... permitir... que sus sombras... crezcan... y destruyan... lo que estamos... construyendo.
Hubo murmullos de aprobación, sus voces llenas de respeto. Marco observó cómo sus hombres intercambiaban miradas decididas, sus posturas listas para la batalla.
Valeria observó la escena desde las sombras, su mirada intensa. Sabía que Marco estaba eligiendo luchar sin tregua. Sabía que no permitiría que sus enemigos se reagruparan.
Pero también sabía... que su lucha... no era... solo... por el poder.
Era... por su futuro... juntos.
Cuando la noche cubrió la ciudad, Marco y sus hombres se infiltraron en las guaridas de los aliados de Silvio.
Sus movimientos eran precisos y silenciosos, desmantelando las redes de corrupción con una rapidez aterradora.
No hubo advertencias. No hubo tregua.
Solo... justicia.
Enzo lideró el ataque en el flanco derecho, sus sombras moviéndose con una precisión mortal mientras derribaban a los traidores uno por uno.
—¡No dejen... que escapen! —ordenó Enzo, su voz gélida. —¡Nadie... puede... desafiar... a Marco!
Las sombras respondieron con una disciplina impecable, sus movimientos calculados mientras desarmaban a sus enemigos sin dejar rastro.
Sandro atacó desde el flanco izquierdo, sus pasos ligeros mientras se deslizaba entre las paredes de la guarida. Desactivó las alarmas y cortó las comunicaciones, aislando a los traidores de sus aliados.
—¡Derriben sus posiciones! ¡Que no quede... nada! —rugió Sandro, su mirada fría.
Marco avanzaba en el centro, sus pasos firmes mientras se adentraba en el corazón de la red enemiga. Sus ojos oscuros brillaban con determinación, su postura poderosa mientras lideraba el ataque con precisión.
No había miedo. No había duda.
Solo... justicia.
Cuando la batalla terminó, Marco permaneció de pie en medio de las ruinas, sus ojos oscuros fijos en el horizonte.
Había desmantelado las redes de corrupción. Había cortado las raíces de la traición.
Pero sabía... que su lucha... aún... no había terminado.
Valeria apareció a su lado, su mirada intensa. —Entonces... ¿aún... quedan... enemigos...?
Marco asintió lentamente, su voz baja. —Sí... pero no pueden... esconderse... para siempre.
Valeria lo observó en silencio, sus ojos llenos de preocupación. —Entonces... ¿vas a... seguir... luchando...?
—Sí. —dijo Marco, su mirada fría. —Porque no puedo... permitir... que las sombras... regresen.
Valeria dejó escapar un suspiro tembloroso, sus lágrimas cayendo. —Entonces... ¿vas a proteger... lo que amamos...?
Marco la miró fijamente, su expresión suavizándose. —Sí... porque no puedo... permitir... que nada... destruya... nuestro futuro.
Valeria sintió cómo su corazón latía con fuerza, sus labios temblando. —Entonces... ¿realmente... crees... que podemos... tener... un futuro...?
—Sí. —dijo Marco, su voz baja y suave. —Porque contigo... a mi lado... no hay... sombra... que pueda... separarnos.
Valeria dejó escapar un sollozo tembloroso, sus lágrimas cayendo sin control. —Entonces... ¿esto... es amor...?
—Sí. —respondió Marco, sus ojos llenos de ternura. —Esto... es amor... y voy a protegerlo... sin importar... el precio.
Sus labios se encontraron en un beso apasionado, sus cuerpos temblando mientras compartían su amor... y su esperanza. Sabían que su relación estaba marcada por cicatrices y traiciones. Sabían que sus corazones aún llevaban las sombras del pasado.
Pero también sabían... que juntos... podían sanar... y encontrar... un nuevo comienzo.