Los días pasaban mientras Marco y Valeria continuaban reconstruyendo la ciudad.
El mercado volvía a llenarse de vida, las calles antes peligrosas ahora eran seguras, y la gente comenzaba a sonreír nuevamente. La sombra de Silvio se desvanecía lentamente, y en su lugar crecía un nuevo futuro.
Pero Marco sabía... que las cicatrices... aún permanecían.
No solo en la ciudad... sino también... en sus corazones.
Valeria se mostraba fuerte durante el día, liderando junto a él con valentía y determinación. Pero en las noches... sus pesadillas la perseguían.
Las sombras del pasado... no la soltaban fácilmente.
Una noche, Marco escuchó un sollozo ahogado proveniente de la habitación de Valeria.
Se acercó en silencio, su pecho apretándose al verla temblando en su cama, sus lágrimas cayendo mientras murmuraba entre sueños. —No... no... por favor... no...
Marco se acercó lentamente, sus manos temblando mientras la llamaba suavemente. —Valeria... despierta... estás... a salvo.
Valeria se despertó sobresaltada, sus ojos llenos de terror mientras se aferraba a las sábanas. —¡No... no me lleven... no me... no me dejen... sola!
Marco sintió cómo su corazón se rompía, su voz temblando. —No estás... sola... nunca... voy a dejarte... sola.
Valeria lo miró con los ojos llenos de lágrimas, su cuerpo temblando. —Entonces... ¿esto... no es... una pesadilla...?
Marco se sentó a su lado, su mirada llena de ternura. —No... esto... es real... y estoy... aquí... contigo.
Valeria dejó escapar un sollozo tembloroso, sus lágrimas cayendo sin control. —Entonces... ¿no me... vas a abandonar...?
—Nunca. —dijo Marco, su voz firme. —Porque hemos elegido... enfrentarnos... a las sombras... juntos.
Valeria se aferró a él con fuerza, su cuerpo temblando mientras compartían su dolor... y su amor. Sabían que sus corazones llevaban cicatrices profundas. Sabían que las sombras del pasado aún los perseguían.
Pero también sabían... que juntos... podían sanar... y encontrar... un nuevo comienzo.
Porque habían elegido... amarse... a pesar... de sus miedos.
Y habían decidido... luchar... por un futuro... juntos.
Desde aquella noche, Marco decidió no dejar sola a Valeria.
Pasaba las noches en su habitación, sentado en una silla junto a su cama mientras ella dormía. Observaba su rostro en silencio, su pecho apretándose cada vez que veía sus lágrimas.
Quería protegerla... no solo de sus enemigos... sino también... de sus propias sombras.
Una madrugada, mientras el cielo comenzaba a iluminarse, Valeria abrió los ojos y encontró a Marco dormido en la silla. Su cabeza estaba inclinada hacia un lado, sus hombros tensos por la incomodidad de la postura.
Valeria sintió cómo su corazón latía con fuerza, sus ojos llenos de emoción. —Entonces... ¿te quedas... conmigo... cada noche...?
Marco abrió los ojos lentamente, su mirada cansada pero llena de ternura. —Sí... porque no puedo... dejarte... enfrentar... tus sombras... sola.
Valeria dejó escapar un sollozo tembloroso, sus lágrimas cayendo. —Entonces... ¿realmente... te... importo...?
Marco se levantó lentamente, sentándose en el borde de su cama. —Eres... lo más... importante... para mí... y voy a protegerte... de todo... incluso... de ti misma.
Valeria sintió cómo sus lágrimas caían sin control, su rostro sonrojándose. —Entonces... ¿esto... es amor...?
—Sí. —respondió Marco, su voz baja y suave. —Esto... es amor... y voy a luchar... por ti... sin importar... las sombras.
Valeria se aferró a él con fuerza, sus cuerpos temblando mientras compartían su amor... y su dolor. Sabían que su relación estaba marcada por cicatrices y traiciones. Sabían que sus corazones aún llevaban las sombras del pasado.
Pero también sabían... que juntos... podían sanar... y encontrar... un nuevo comienzo.
Porque habían elegido... amarse... en medio... de la guerra.
Y habían decidido... luchar... por un futuro... juntos.
Días después, mientras continuaban reconstruyendo la ciudad, Marco y Valeria comenzaron a pasar más tiempo juntos.
No solo como líderes... sino también... como compañeros.
Compartían comidas, paseaban por los jardines de la fortaleza y se permitían reír... aunque solo fuera por un momento.
Una tarde, mientras caminaban por los jardines, Valeria se detuvo y observó una fuente de agua cristalina. El sonido relajante del agua fluyendo llenaba el aire, creando una atmósfera de paz.
Valeria sonrió suavemente, su mirada perdida en el reflejo del agua. —Entonces... ¿realmente... crees... que podemos... tener... paz...?
Marco se acercó lentamente, sus ojos oscuros llenos de emoción. —Sí... porque estamos... construyendo... esa paz... juntos.
Valeria dejó escapar un suspiro tembloroso, sus labios temblando. —Entonces... ¿realmente... crees... en nosotros...?
—Sí. —dijo Marco, su voz baja y suave. —Porque hemos elegido... sanar... en medio... de las sombras... y hemos decidido... amarnos... sin miedo.
Valeria sintió cómo sus lágrimas caían, sus ojos brillando con emoción. —Entonces... ¿esto... es amor...?
—Sí. —respondió Marco, sus labios curvándose en una sonrisa. —Esto... es amor... y no hay... sombras... que puedan... separarnos.
Valeria lo miró fijamente, su rostro lleno de emoción. —Entonces... ¿prometes... no... abandonarme...?
Marco tomó suavemente su mano, entrelazando sus dedos con los suyos. —Te lo prometo... porque no puedo... imaginar... mi futuro... sin ti.
Valeria dejó escapar un sollozo tembloroso, sus lágrimas cayendo sin control. —Entonces... ¿vamos a luchar... por ese... futuro...?
—Sí. —dijo Marco, su voz firme. —Porque hemos elegido... construir... un mañana... juntos... y no hay... sombras... que puedan... destruirnos.
Sus labios se encontraron en un beso suave y apasionado, sus cuerpos temblando mientras compartían su amor... y su esperanza. Sabían que su relación estaba marcada por cicatrices y traiciones. Sabían que sus corazones aún llevaban las sombras del pasado.