El sol se ocultaba cuando Marco reunió a sus hombres en el salón principal de la fortaleza.
Sus sombras se alineaban frente a él, sus rostros marcados por la lealtad y la determinación. Sabían que otra guerra se avecinaba. Sabían que Don Mario conspiraba en las sombras, reuniendo fuerzas para desafiar el liderazgo de Marco.
Pero no había miedo en sus ojos. No había dudas.
Solo... lealtad.
Enzo extendió un mapa sobre la mesa, señalando las posiciones de los hombres de Don Mario. —Sus fuerzas... se están... agrupando... en las afueras... de la ciudad... y están... reclutando... mercenarios.
Marco frunció el ceño, su mirada fría. —Entonces... va a atacar... desde las sombras... y va a intentar... destruir... mi liderazgo... antes de que... pueda... reaccionar.
Sandro apretó los dientes, su mirada intensa. —¿Quieres... enfrentarlo... de frente...?
—No. —dijo Marco, su voz baja y peligrosa. —Vamos a infiltrarnos... en sus filas... y vamos a desmantelar... su poder... desde adentro... antes de que pueda... atacar.
Hubo murmullos de aprobación, sus voces llenas de respeto. Marco observó cómo sus hombres intercambiaban miradas decididas, sus posturas listas para la batalla.
Valeria observó la escena desde las sombras, su mirada intensa. Sabía que Marco estaba eligiendo la estrategia más peligrosa. Sabía que estaba planeando atacar desde adentro... justo como lo harían sus enemigos.
Pero también sabía... que no había... otra forma... de proteger... su futuro.
Porque habían elegido... luchar... por lo que amaban.
Y habían decidido... enfrentarse... a las sombras... una vez más.
Cuando la noche cubrió la ciudad, Marco y sus hombres se infiltraron en los territorios de Don Mario.
Se movían con precisión y sigilo, desmantelando sus defensas con una rapidez aterradora.
No hubo advertencias. No hubo tregua.
Solo... justicia.
Enzo lideró el ataque en el flanco derecho, sus sombras moviéndose como fantasmas mientras desarmaban a los guardias sin piedad. Sus movimientos eran precisos y letales, cortando las líneas de comunicación y sembrando el caos en las filas enemigas.
Sandro atacó desde el flanco izquierdo, sus pasos ligeros mientras se deslizaba entre las sombras. Saboteó los suministros y destruyó las rutas de escape, aislando a Don Mario de sus aliados.
Marco avanzaba en el centro, sus ojos oscuros brillando con determinación. Sus movimientos eran rápidos y calculados, enfrentando a los hombres más leales de Don Mario con fuerza y autoridad.
No había miedo. No había duda.
Solo... justicia.
En el corazón del territorio enemigo, Marco finalmente se encontró cara a cara con Don Mario.
Mario estaba de pie en el centro de la sala, sus ojos llenos de odio mientras sostenía una pistola con manos firmes. —Entonces... ¿has venido... a destruirme...?
Marco alzó la barbilla, su mirada fría. —No... he venido... a proteger... lo que amo... y no voy a permitir... que tus sombras... destruyan... mi futuro.
Mario dejó escapar una carcajada amarga, sus labios curvándose en una sonrisa cruel. —¿Futuro...? ¿De verdad... crees... que puedes... construir... algo... sin miedo...?
—Sí. —respondió Marco, su voz baja y peligrosa. —Porque he elegido... luchar... por un mañana... diferente... y no voy a permitir... que tu ambición... lo destruya.
Mario apretó los dientes, sus ojos oscuros ardiendo con furia. —¡No puedes... derrotarme... no puedes... destruir... lo que soy...!
Marco avanzó lentamente, su mirada intensa. —No necesito... destruirte... tú mismo... lo hiciste... cuando elegiste... la traición... sobre la lealtad.
Mario apuntó su pistola hacia Marco, su voz temblando de rabia. —¡No... me... des... lecciones... niño... no eres... más que... una sombra... de Moretti!
—No... no soy... una sombra... soy... el líder... que esta ciudad... necesita... y voy a proteger... lo que amo... sin importar... las sombras... que intenten... destruirme. —dijo Marco, su voz firme.
Mario disparó, sus balas volando con furia hacia Marco. Pero Marco se movió con agilidad, esquivando los disparos mientras avanzaba sin piedad.
Sus movimientos eran rápidos y letales, desarmando a Mario con precisión. La pistola cayó al suelo con un sonido metálico, rebotando en el mármol frío.
Mario retrocedió, sus ojos llenos de miedo mientras se enfrentaba a Marco. —¡No... puedes... ganar... no puedes... destruirme... yo... soy... el poder!
—No... tú... eres... la sombra... de un pasado... que ya no... tiene lugar... en mi futuro. —dijo Marco, su mirada fría. —Y voy a proteger... lo que amo... sin piedad... ni compasión.
Mario cayó de rodillas, su cuerpo temblando mientras las lágrimas caían. —¡No... no puedo... perder... no... así... no... así...!
Marco lo observó en silencio, su voz baja y peligrosa. —Has... perdido... porque elegiste... el miedo... sobre la lealtad... y porque no puedes... destruir... lo que no... entiendes.
Mario cerró los ojos, su cuerpo colapsando mientras las sombras lo envolvían. —Entonces... he... perdido... todo...
Marco dejó escapar un suspiro tembloroso, sus hombros tensos. —Sí... porque no puedo... permitir... que las sombras... destruyan... mi futuro.
Se dio la vuelta lentamente, sus pasos firmes mientras sus hombres terminaban el trabajo. No hubo gritos. No hubo misericordia.
Solo... justicia.
Cuando la batalla terminó, Marco permaneció de pie en medio de las ruinas, su mirada fija en el horizonte.
Había derrotado a Don Mario. Había protegido su ciudad.
Pero sabía... que las sombras... siempre... regresan.
Valeria apareció a su lado, su mirada intensa. —Entonces... ¿esto... ha terminado...?
Marco asintió lentamente, su voz baja. —Sí... su sombra... ya no... amenaza... mi liderazgo.
Valeria lo abrazó con fuerza, sus cuerpos temblando mientras compartían su amor... y su esperanza. Sabían que su relación estaba marcada por cicatrices y traiciones. Sabían que sus corazones aún llevaban las sombras del pasado.