Rey de sombras, reina de Luz

capitulo 27

El sol brillaba alto cuando Valeria caminó por los jardines de la fortaleza, su mano descansando instintivamente sobre su vientre aún plano.

El embarazo había llegado como una sorpresa inesperada, cambiando sus vidas de maneras que nunca imaginaron. Se sentía emocionada, ansiosa... y completamente abrumada.

Pero también... se sentía... asfixiada.

Marco había incrementado la seguridad a niveles extremos. No podía salir sin estar rodeada de guardaespaldas. No podía asistir a reuniones sin que Marco estuviera a su lado, vigilante y posesivo.

Y en casa... él era aún más... controlador.

Cada comida era supervisada, cada actividad evaluada para asegurarse de que no representara ningún peligro. La trataba como si fuera de cristal... frágil e indefensa.

Valeria dejó escapar un suspiro tembloroso, sus ojos oscuros llenos de frustración. —Entonces... ¿así será... mi vida... de ahora... en adelante...?

Se sentó en un banco bajo un árbol, el viento suave acariciando su rostro mientras cerraba los ojos y dejaba que las lágrimas cayeran. Se sentía prisionera en su propia casa, prisionera del miedo de Marco... y prisionera de su amor.

Pero sabía... que no podía... seguir... así.

Esa noche, mientras cenaban en silencio en el balcón de la fortaleza, Valeria observó a Marco en silencio, su mandíbula tensa mientras estudiaba cada bocado que ella tomaba.

Marco frunció el ceño, su voz firme. —No estás... comiendo... suficiente... necesitas... más nutrientes... para el bebé.

Valeria dejó escapar un suspiro tembloroso, sus labios temblando. —Estoy... comiendo... lo suficiente... no soy... una prisionera.

Marco alzó la vista, su mirada oscureciéndose. —No eres... una prisionera... eres... lo más... importante... en mi vida... y voy a... protegerte... a cualquier precio.

Valeria sintió cómo su pecho se apretaba, sus lágrimas cayendo. —Entonces... ¿realmente... crees... que soy... tan débil...?

Marco apretó los labios, su mirada intensa. —No... tú eres... fuerte... pero no puedo... permitir... que nada... te haga... daño... ni a ti... ni a nuestro hijo.

Valeria dejó escapar un sollozo tembloroso, sus manos temblando. —Entonces... ¿realmente... vas a... controlar... cada aspecto... de mi vida...?

Marco sintió cómo su pecho se apretaba, su voz baja. —Solo... estoy... protegiéndote... porque no puedo... soportar... la idea... de perderte.

Valeria lo observó en silencio, su respeto creciendo. Sabía que Marco la amaba profundamente. Sabía que sus miedos eran reales.

Pero también sabía... que su sobreprotección... estaba... destruyéndola.

Días después, Valeria comenzó a sentirse cada vez más ansiosa e inquieta.

Sus movimientos estaban restringidos, sus decisiones cuestionadas, y su libertad limitada por el miedo de Marco. Se sentía atrapada en una jaula dorada... prisionera de su amor.

Empezó a soñar con el bebé, con sus pequeñas manos y sus risas inocentes. Se imaginaba corriendo tras él por los jardines, enseñándole a leer y mostrándole el mundo.

Pero también comenzó... a temer... por su futuro.

¿Sería su hijo... prisionero... también? ¿Sería controlado y vigilado por un padre que no podía enfrentarse a sus propios miedos?

El pensamiento la llenó de ansiedad, sus noches plagadas de insomnio mientras se preocupaba por el futuro de su familia.

Valeria sabía... que no podía... seguir... así.

Una noche, mientras las estrellas brillaban en el cielo, Valeria confrontó a Marco en su habitación.

Valeria dejó escapar un suspiro tembloroso, sus ojos oscuros llenos de emoción. —Entonces... ¿realmente... crees... que puedes... protegernos... de todo...?

Marco frunció el ceño, su mirada fría. —Sí... porque no voy a... permitir... que nada... les haga... daño... ni a ti... ni a nuestro hijo.

Valeria sintió cómo su pecho se apretaba, sus lágrimas cayendo. —Entonces... ¿realmente... crees... que soy... tan débil...?

Marco apretó los labios, su voz baja. —No... tú eres... mi fuerza... pero no puedo... arriesgarme... a perderte.

Valeria dejó escapar un sollozo tembloroso, sus manos temblando. —Entonces... ¿realmente... no confías... en mí...?

Marco la miró fijamente, su voz temblando. —No... no es... eso... solo... tengo miedo... de no poder... protegerte... porque ya he... perdido... demasiado.

Valeria lo observó en silencio, sus lágrimas cayendo. —Entonces... ¿realmente... crees... que el amor... significa... control...?

Marco sintió cómo sus palabras lo golpeaban, su corazón apretándose. —No... el amor... significa... proteger... y cuidar... y no puedo... permitir... que nada... les haga... daño.

Valeria dejó escapar un suspiro tembloroso, su voz temblando. —Entonces... ¿realmente... crees... que esto... es amor...?

Marco cerró los ojos, sus hombros tensos. —Sí... pero también... sé... que estoy... actuando... por miedo... y no puedo... seguir... así.

Valeria lo observó en silencio, su respeto creciendo. Sabía que Marco enfrentaba sus propios miedos. Sabía que sus intenciones eran protegerla.

Pero también sabía... que su amor... necesitaba... libertad... para crecer.

Esa noche, mientras Valeria dormía profundamente, Marco se quedó despierto, su mirada fija en el techo.

Reflexionó sobre sus propias acciones, sus propios miedos... y cómo estaba asfixiando a la mujer que amaba.

Sabía que su amor por Valeria era intenso y profundo. Sabía que haría cualquier cosa para protegerla.

Pero también sabía... que no podía... controlarla... ni mantenerla... prisionera... de sus propios... miedos.

Marco sintió cómo sus lágrimas caían, sus labios temblando. —Entonces... ¿realmente... tengo... tanto miedo...?

El amanecer llegó lentamente, bañando la habitación con luz dorada mientras Marco tomaba una decisión.

Iba a enfrentar... sus miedos.

Iba a confiar... en la fuerza... de Valeria.



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Editado: 31.07.2025

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