Rey de sombras, reina de Luz

capitulo 29

La oscuridad envolvía la habitación cuando Valeria recobró la conciencia, sus manos atadas y su cuerpo dolorido.

Sus ojos se adaptaron lentamente a la penumbra, sus sentidos embotados mientras el dolor punzante en su abdomen la hacía gemir. Recordó el golpe en el refugio, el secuestro brutal... y el rostro del hombre que había jurado destruir a Marco.

Valeria dejó escapar un suspiro tembloroso, sus lágrimas cayendo. —Entonces... ¿realmente... me han... tomado... como venganza...?

Se retorció contra las cuerdas que ataban sus muñecas, su piel rozando el áspero material mientras intentaba liberarse. Pero sus manos estaban firmemente sujetas, sus piernas atadas a la silla en la que estaba prisionera.

Sintió el pánico apoderarse de ella, su pecho apretándose mientras sus pensamientos se descontrolaban. —No... puedo... rendirme... no puedo... permitir... que nos hagan... daño.

Sus manos instintivamente se movieron hacia su vientre, sus dedos temblando mientras intentaba proteger a su bebé.

—No... voy a... dejar... que te... lastimen... —susurró Valeria, su voz rota. —Voy a... luchar... por ti... voy a... protegerte... con mi vida.

Sabía... que debía... mantenerse... fuerte.

No solo por ella... sino por la vida... que crecía... dentro de ella.

Horas después, la puerta de la habitación se abrió de golpe, la luz inundando el espacio mientras el hombre que la había secuestrado entraba con pasos firmes.

Stefano, el último aliado leal de Don Vittorio, la observó con una sonrisa cruel. Sus ojos oscuros brillaban con odio, su postura dominante mientras la rodeaba lentamente.

Stefano dejó escapar una risa amarga, sus labios curvándose en una mueca. —Entonces... ¿realmente... creíste... que tu esposo... había ganado...?

Valeria alzó la barbilla, su mirada intensa. —Sí... porque él... destruyó... a Vittorio... y porque su amor... es más fuerte... que cualquier... sombra.

Stefano dejó escapar una carcajada, su voz llena de desprecio. —Amor... qué patético... el amor... lo ha... debilitado... y tú... eres... su mayor... debilidad.

Valeria apretó los labios, sus ojos oscuros llenos de desafío. —No... soy... una debilidad... soy... su fuerza... y voy a... luchar... por él... y por... nuestro hijo.

Stefano se detuvo en seco, sus ojos llenos de asombro. —¿Hijo...? ¿Estás... embarazada...?

Valeria sintió cómo su pecho se apretaba, sus lágrimas cayendo. —Sí... y no voy a... permitir... que nada... le haga... daño.

Stefano sonrió lentamente, sus labios curvándose en una mueca cruel. —Entonces... este es... el futuro... de Marco... el heredero... de su imperio...

Valeria sintió cómo el miedo se apoderaba de ella, su corazón latiendo con fuerza. —No... no puedes... hacerle... daño... no voy a... permitirlo...

Stefano se inclinó hacia ella, su mirada fría. —No voy a... matarte... no todavía... pero voy a... destruir... a Marco... y tú... y tu hijo... van a... verlo...

Valeria sintió cómo sus lágrimas caían, sus manos temblando mientras se aferraba a su vientre. —No... no voy a... rendirme... voy a... luchar... por él... y voy a... destruirte... si te atreves... a tocarlo.

Stefano la golpeó en la cara, su fuerza brutal haciéndola caer al suelo junto con la silla. Valeria dejó escapar un grito de dolor, su visión nublándose mientras el miedo la consumía.

Pero sabía... que no podía... rendirse.

Porque llevaba... una vida... dentro de ella... y tenía... que luchar... por su hijo.

Cuando Stefano salió de la habitación, Valeria respiró profundamente, sus lágrimas cayendo mientras el dolor la envolvía.

Sentía su mejilla arder, su cuerpo adolorido por el golpe. Pero también sentía... una fuerza... que la llenaba... desde dentro.

—No... voy a... permitir... que nos hagan... daño... —susurró Valeria, su voz firme. —Voy a... luchar... voy a... sobrevivir... y voy a... protegerte... cueste... lo que cueste.

Sabía que Marco la estaba buscando. Sabía que él haría cualquier cosa por encontrarla.

Pero también sabía... que no podía... esperar... a ser... rescatada.

Tenía que... luchar... por su libertad.

Tenía que... proteger... a su hijo.

Mientras tanto, en la fortaleza, Marco estaba al borde de la locura.

Habían pasado horas desde que Valeria había sido secuestrada, y sus hombres aún no tenían pistas sobre su paradero.

Marco caminaba frenéticamente por su despacho, sus ojos oscuros llenos de rabia y dolor. —¿Cómo... pudo... pasar...? ¿Cómo... pudieron... llevársela...?

Enzo intentó mantener la calma, su voz baja. —Fue... una emboscada... planificada... con precisión... conocían... sus movimientos... y atacaron... cuando estaba... vulnerable.

Marco apretó los puños, su cuerpo temblando de rabia. —Entonces... ¿realmente... sabían... que ella... era... mi debilidad...?

Enzo asintió lentamente, su mirada intensa. —Sí... y la usaron... como un arma... para destruirte... desde adentro.

Marco dejó escapar un grito de rabia, sus manos golpeando el escritorio con tanta fuerza que la madera crujió. —¡No... voy a... permitirlo... no voy a... perderla... no... otra vez!

Enzo observó en silencio, su respeto creciendo. Sabía que Marco estaba al borde de la desesperación. Sabía que su amor por Valeria era su mayor fuerza... y su mayor debilidad.

Pero también sabía... que Marco... nunca... se rendía.

Marco alzó la vista, sus ojos ardiendo con determinación. —Voy a... encontrarla... voy a... destruir... a quien... se atrevió... a tocarla... y voy a... traerla... de vuelta.

Enzo asintió lentamente, su voz firme. —Entonces... vamos a... luchar... y vamos a... traerla... de vuelta... juntos.

No había... piedad.

No había... dudas.

Solo... amor... y rabia.

Porque Marco había elegido... amarla... sin miedo.

Y había decidido... proteger... a su familia... a cualquier precio.

Cuando el amanecer iluminó la ciudad, Marco se preparó para una guerra que nunca pensó que tendría que pelear.



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Editado: 31.07.2025

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