Rey de sombras, reina de Luz

capitulo 30

El sol apenas comenzaba a iluminar el horizonte cuando Marco reunió a sus hombres en la sala de guerra de la fortaleza.

Sus ojos oscuros estaban llenos de rabia, su postura rígida mientras observaba el mapa extendido sobre la mesa. Habían rastreado cada movimiento de Stefano, habían interrogado a sus aliados... y finalmente habían encontrado su escondite.

Un almacén abandonado... en el límite de la ciudad.

Marco señaló el punto en el mapa, su voz baja y peligrosa. —Entonces... ¿realmente... está... allí...?

Enzo asintió lentamente, su mirada intensa. —Sí... nuestros informantes... han confirmado... que Stefano... se está... ocultando allí... y que tiene... a Valeria... prisionera.

Marco sintió cómo su pecho se apretaba, sus manos temblando de rabia. —Entonces... vamos a... destruirlo... vamos a... recuperarla... y vamos a... acabar... con esto.

Hubo murmullos de aprobación, sus voces llenas de respeto y lealtad. Todos estaban dispuestos a luchar por Valeria... y a destruir a Stefano por atreverse a tocarla.

Sandro se adelantó, su mirada fría. —¿Cuál... es el plan...?

Marco alzó la barbilla, su postura poderosa. —Vamos a... rodear... el almacén... vamos a... eliminar... a sus hombres... y vamos a... rescatar... a Valeria... cueste... lo que cueste.

Enzo frunció el ceño, su voz cautelosa. —Stefano... es astuto... y Valeria... está... vulnerable... no podemos... arriesgarnos... a que le haga... daño.

Marco apretó los dientes, sus ojos ardiendo con rabia. —No voy a... permitir... que la toque... no voy a... permitir... que le haga... daño... ni a ella... ni a nuestro hijo.

Sandro asintió lentamente, su respeto evidente. —Entonces... vamos a... luchar... y vamos a... traerla... de vuelta... juntos.

Marco observó los rostros de sus hombres, su mirada intensa. Sabía que todos estaban dispuestos a luchar por Valeria... y a morir si era necesario.

Pero también sabía... que él... no podía... permitirse... fallar.

Porque Valeria... era su vida.

Y su hijo... era su futuro.

No había... piedad.

No había... dudas.

Solo... amor... y rabia.

Mientras tanto, en el almacén abandonado, Valeria estaba luchando por sobrevivir.

Llevaba días prisionera, sus manos atadas y su cuerpo adolorido por los golpes de Stefano. Su mejilla estaba hinchada, sus labios cortados y su cuerpo cubierto de moretones.

Pero Valeria... no... se... rindió.

Cada día, Stefano regresaba para torturarla, burlándose de su amor por Marco y amenazando con matar a su hijo. Cada palabra era un veneno que intentaba quebrarla, destruir su espíritu y sembrar miedo en su corazón.

Pero Valeria... nunca... mostró... miedo.

Stefano la observó con una sonrisa cruel, sus ojos oscuros llenos de odio. —Entonces... ¿realmente... crees... que él... vendrá... por ti...?

Valeria alzó la barbilla, su mirada intensa. —Sí... porque él... me ama... y porque no hay... sombras... que puedan... separarnos.

Stefano apretó los labios, su mirada fría. —Entonces... ¿realmente... crees... que el amor... puede... salvarte...?

—Sí. —dijo Valeria, su voz firme. —Porque su amor... es... su fuerza... y él... va a... destruirte... por atreverte... a tocarnos.

Stefano dejó escapar una carcajada amarga, sus ojos llenos de desprecio. —El amor... lo ha... debilitado... lo ha... convertido... en un hombre... vulnerable... y voy a... destruirlo... usando... su amor... por ti.

Valeria sintió cómo su pecho se apretaba, sus lágrimas cayendo. —Entonces... ¿realmente... crees... que puedes... destruirlo...?

Stefano se inclinó hacia ella, sus ojos ardiendo con furia. —Sí... porque él... es débil... porque tú... eres... su debilidad... y porque su amor... lo ha... condenado... a morir.

Valeria dejó escapar un sollozo tembloroso, sus manos temblando. —No... él es... fuerte... y su amor... es... su fuerza... y va a... salvarnos... y va a... destruirte... por lo que... nos hiciste.

Stefano la golpeó brutalmente, su fuerza cruel haciéndola caer al suelo junto con la silla. Valeria dejó escapar un grito de dolor, su visión nublándose mientras el mundo giraba a su alrededor.

Pero no era solo su dolor... era el miedo... por su hijo.

Sus manos se aferraron a su vientre instintivamente, su voz temblando. —No... voy a... permitir... que te... hagan daño... voy a... protegerte... con mi vida.

Stefano dejó escapar una risa amarga, su voz llena de desprecio. —Entonces... lucha... pero no puedes... salvarte... sola... y él... no va a... llegar... a tiempo.

Valeria sintió cómo sus lágrimas caían, su cuerpo temblando de miedo. Pero también sintió... una fuerza... que crecía... desde dentro.

Porque no estaba... sola.

Porque llevaba... una vida... dentro de ella... una vida... que le daba... esperanza... y fuerza.

Cuando la noche cubrió la ciudad, Marco se preparó para atacar el almacén donde Stefano tenía prisionera a Valeria.

Marco revisó su arma, sus ojos oscuros llenos de furia. —Entonces... ¿están... listos...?

Enzo asintió, su mirada firme. —Sí... y no vamos a... permitir... que le hagan... daño... ni a ella... ni a tu hijo.

Marco sintió cómo sus lágrimas caían, sus labios temblando de emoción. —Entonces... vamos a... traerla... de vuelta... vamos a... proteger... a mi familia... y vamos a... destruir... a quien... intente... separarnos.

No había... piedad.

No había... dudas.

Solo... amor... y rabia.

Porque Marco había elegido... amarla... sin miedo.

Y había decidido... proteger... a su familia... a cualquier precio.

Cuando el amanecer comenzó a iluminar el cielo, Marco y sus hombres rodearon el almacén abandonado.

Las sombras de la noche aún cubrían el lugar, el aire tenso y cargado de peligro. Pero Marco... no tenía... miedo.

Porque Valeria... era su vida.

Y su hijo... era su futuro.

Iba a... luchar... por ellos.



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Editado: 31.07.2025

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