El sol apenas comenzaba a asomarse en el horizonte cuando Marco y sus hombres atacaron el almacén abandonado.
Sus movimientos eran rápidos y precisos, sus armas disparando con furia mientras derribaban a los guardias de Stefano uno por uno. No hubo advertencias. No hubo tregua.
Solo... justicia.
Marco lideró el ataque al frente, su mirada oscura y determinada mientras avanzaba con precisión letal. Cada disparo estaba lleno de rabia, cada golpe lleno de amor.
Porque Valeria... era su vida.
Y su hijo... era su futuro.
Iba a... salvarlos... o iba a... morir... intentándolo.
Dentro del almacén, Valeria escuchó los disparos y las explosiones a lo lejos, su corazón latiendo frenéticamente.
Sabía que Marco había venido por ella. Sabía que él estaba luchando para salvarla.
Pero también sabía... que Stefano... no se... rendiría... fácilmente.
Valeria se retorció contra las cuerdas que la ataban, sus muñecas sangrando mientras intentaba liberarse. El dolor era insoportable, su cuerpo adolorido por los golpes de Stefano.
Pero Valeria... no... se... rindió.
Porque llevaba... una vida... dentro de ella... y tenía... que luchar... por su hijo.
Valeria dejó escapar un suspiro tembloroso, sus manos aferrándose a su vientre. —No... voy a... permitir... que te... hagan daño... voy a... protegerte... con mi vida.
Sabía que debía escapar. Sabía que no podía esperar a ser rescatada.
Tenía que... luchar... por su libertad.
Tenía que... proteger... a su bebé.
Mientras tanto, Marco avanzó furiosamente hacia el interior del almacén, sus pasos firmes mientras eliminaba a los hombres de Stefano sin piedad.
Enzo y Sandro lo seguían de cerca, protegiendo sus flancos mientras despejaban cada pasillo, cada habitación. La tensión era palpable, el aire cargado de peligro mientras se acercaban al centro del edificio.
Enzo frunció el ceño, su voz baja y peligrosa. —Entonces... ¿realmente... está... aquí...?
Marco alzó la barbilla, su mirada intensa. —Sí... puedo... sentirlo... puedo... sentirla... y no voy a... permitir... que le hagan... daño.
Sandro asintió lentamente, su respeto evidente. —Entonces... vamos a... destruir... a quien... se atreva... a tocarla.
No había... piedad.
No había... dudas.
Solo... amor... y rabia.
En el centro del almacén, Stefano observó las cámaras de seguridad con una sonrisa cruel.
Sabía que Marco vendría. Sabía que estaría dispuesto a morir por Valeria.
Pero también sabía... que el amor... era... su debilidad.
Stefano dejó escapar una carcajada amarga, sus ojos oscuros llenos de odio. —Entonces... ¿realmente... creíste... que él... vendría... a salvarte...?
Valeria alzó la barbilla, su mirada intensa. —Sí... porque él... me ama... y porque no hay... sombras... que puedan... separarnos.
Stefano apretó los labios, su mirada fría. —El amor... lo ha... debilitado... lo ha... convertido... en un hombre... vulnerable... y voy a... destruirlo... usando... su amor... por ti.
Valeria sintió cómo su pecho se apretaba, sus lágrimas cayendo. —Entonces... ¿realmente... crees... que puedes... destruirlo...?
Stefano se inclinó hacia ella, sus ojos ardiendo con furia. —Sí... porque él... es débil... porque tú... eres... su debilidad... y porque su amor... lo ha... condenado... a morir.
Valeria dejó escapar un sollozo tembloroso, sus manos temblando. —No... él es... fuerte... y su amor... es... su fuerza... y va a... salvarnos... y va a... destruirte... por lo que... nos hiciste.
Stefano la golpeó brutalmente, su fuerza cruel haciéndola caer al suelo junto con la silla. Valeria dejó escapar un grito de dolor, su visión nublándose mientras el mundo giraba a su alrededor.
El dolor era insoportable, su cuerpo adolorido por los golpes. Pero no era solo su dolor... era el miedo... por su hijo.
Sus manos se aferraron a su vientre instintivamente, su voz temblando. —No... voy a... permitir... que te... hagan daño... voy a... protegerte... con mi vida.
Stefano dejó escapar una risa amarga, su voz llena de desprecio. —Entonces... lucha... pero no puedes... salvarte... sola... y él... no va a... llegar... a tiempo.
Valeria sintió cómo sus lágrimas caían, su cuerpo temblando de miedo. Pero también sintió... una fuerza... que crecía... desde dentro.
Porque no estaba... sola.
Porque llevaba... una vida... dentro de ella... una vida... que le daba... esperanza... y fuerza.
Marco irrumpió en la habitación con una explosión, su mirada oscura y peligrosa mientras apuntaba su arma hacia Stefano.
Marco dejó escapar un gruñido de rabia, su voz baja y letal. —Entonces... ¿realmente... creíste... que podías... llevártela...?
Stefano se giró lentamente, su sonrisa cruel mientras sostenía una pistola contra la cabeza de Valeria. —Entonces... ¿realmente... creíste... que podrías... salvarla...?
Marco sintió cómo su pecho se apretaba, sus ojos llenos de emoción. —No voy a... permitir... que le hagas... daño... voy a... destruirte... por tocarla.
Stefano apretó el gatillo, su dedo tenso mientras sonreía. —Entonces... mátame... pero ella... morirá... conmigo.
Valeria dejó escapar un sollozo tembloroso, sus lágrimas cayendo. —Marco... no... no puedo... perderte...
Marco sintió cómo sus lágrimas caían, sus manos temblando. —No voy a... permitir... que te... hagan daño... ni a ti... ni a nuestro hijo.
Stefano rió amargamente, sus ojos llenos de odio. —Entonces... mátame... o ella... morirá.
Marco apretó el gatillo sin dudar, su bala atravesando la cabeza de Stefano en un solo disparo. La sangre salpicó las paredes, su cuerpo cayendo pesadamente al suelo mientras Valeria gritaba de horror.
Marco corrió hacia ella, sus manos temblando mientras cortaba las cuerdas que la ataban. —Estoy... aquí... te tengo... estás... a salvo.
Valeria se aferró a él, sus cuerpos temblando mientras compartían su amor... y su miedo.