El padre de Ezequiel estaba sentado en la punta de la mesa y Ezequiel estaba sentado en la esquina junto con Hilda.
-¿Qué te sucedió en la pelea?
-¿A qué te refieres? Estaba aterrado.
-Sí, lo sé. Pero no me refería a eso... ¿Cómo es que hiciste para matarlo? Estaba a punto de ayudarte.
-Ah, te refieres a eso... No lo sé, fue instinto supongo- contestó con la boca llena de comida. -la verdad tampoco lo sé. También estoy sorprendido, ¡Pero no tanto por lo que está pasando! ¿¡Cómo es que aparecí aquí¡?
Hilda no estaba conforme con la respuesta, pensaba que era algo más que solo instinto.
Luego del gran banquete, todos fueron a sus jaimas. Ezequiel no sabía cuál era la suya.
-Oye... ¿Cuál es la mía? Con todas estas preguntas no saldrá nada bien, ¿¡Por qué no tengo los recuerdos de Erik!?
-De nuevo con sus preguntas extrañas, ¿De verdad se golpeó la cabeza? O quizás comió algo extraño y no quiere decirlo, por eso pudo matar a Folke. Estás extraño hoy. Sígueme, te llevaré.
-Lo sabía, ya está sospechando.
Llegaron a la jaima e Hilda se acostó a su lado, había bebido mucho y no quería caminar tanto.
Ezequiel se despertó de golpe, se escuchaban gritos y espadas chocándose entre sí. Al salir de la jaima ve fuego por todas partes. Entró de nuevo para despertar a Hilda, lo hacía con desesperación.
Hilda apenas se despertó, corrió hacia las espadas y tomó una para ella, también le da una a Ezequiel; incluyendo un escudo como ella. Salieron de la jaima e Hilda comenzó a pelear.
Ezequiel no sabía contra quién estaban peleando, aún así sentía que la sangre le hervía de la emoción por pelear.
De pronto apareció un enemigo por detrás de Ezequiel. Hilda apenas lo vio, le avisó gritando desesperada. En el instante que la escuchó, se giró. El individuo ya tenía su hacha cerca de su cabeza, no podía hacer nada al respecto.
En un momento a otro los brazos del enemigo estaban en el suelo. La persona que lo hizo miró a Ezequiel.
-Me debes una, amigo- expresó sonriendo.
Él asintió con la cabeza mientras sonreía.
Otro más se le acercó, pero esta vez estaba preparado. El enemigo lanzó un ataque con su espada, pero Ezequiel logró frenarlo con su escudo. Le clavó espada en el estómago y lo levantó hacia el pecho, abriéndole el estómago.
Ezequiel, Hilda y el otro individuo atacaban sin cesar, venían uno tras otro sin parar. Era interminable.
Había tanta sangre derramándose y gritos de guerra. Había cadáveres por doquier. Pasó un largo tiempo desde que había empezado la batalla, y Ezequiel se sentía mejor que nunca en toda su vida. Pelea tras pelea, Ezequiel no paraba de asesinar muy emocionado.
Así estuvieron por un largo tiempo. Al terminar, Ezequiel estaba demasiado cansado. Soltó las armas y se sentó mirando el cielo con una sonrisa. Comenzó a caerle gotas en la cara, hasta llover por completo. Hilda y el otro individuo se sentaron junto con él.
-Me arriesgaré, pero no tengo de otra, ¿Puedes recordarme tu nombre?
-¿Le sucede algo? Amigo, ¿Estás bien?
-Creo que comió algún hongo o algo- expresó Hilda susurrándole. -ya sabes cómo son esas cosas.
-Claro, tiene sentido por esa pregunta rara. Entiendo por lo que estás pasando, amigo.
-¿En serio?
-Claro, te comiste un hongo y te hace olvidar cosas.
-Ah, sí. Ahora que lo recuerdo comí algunas cosas raras cuando venía. Por eso hay cosas que no recuerdo.
-Tranquilo, pronto se te pasará. Recuerda que yo comí un hongo también y estuve días con los efectos. Mí nombre es Fulker y el de ella es Hilda.
-Ya se lo dije- contestó Hilda. -aunque nunca escuché sobre un hongo que tenga este efecto.
De pronto llegó el papá de Ezequiel. Lo felicitó con mucho orgullo por su valentía y destreza. Sentía que era otra persona.
-Has cambiado hijo mío. Estoy orgulloso- expresó con una gran sonrisa.
Ezequiel sentía mucha alegría, nunca le habían dicho esas palabras.
Pasó el tiempo y sacaron los cuerpos del campamento e hicieron un funeral a sus compañeros con una ceremonia. El padre de Ezequiel ordenó cargar los objetos sanos en las carretas para abandonar el lugar. Llevó varias horas terminar.
Salieron rumbo a otro punto lejos del campamento. Debido a que los enemigos ya sabían dónde estaban, era peligroso quedarse ahí. Se dirigían hacia el noreste. Dónde no había ningún reino cerca y era difícil de encontrar.
Algunos estaban montados en caballo, otros caminaban. Ezequiel, Hilda y Fulker estaban caminando mientras hablaban de lo sucedido.
-Estuviste increíble en esa pelea, Erik- expresó Fulker. -me sorprendió verte pelear y matar así. Incluso ayer contra Folke.
-¿Por qué me felicita? ¿No es normal? Aunque Hilda también se sorprendió ayer. Tal vez el tal Erik era un cobarde, ¿Por qué te sorprendes?
-Siempre fuiste cobarde- dice Fulker. -¡Pero hoy mostraste lo contrario!
-Era como lo suponía- se percató que Hilda lo miraba demasiado fijo. -¡Maldición, no deja de verme con esa mirada penetrante! Ahora debe estar sospechando más.
-Erik, ¿Por qué tienes ese cofre en el bolso?
-¿Cofre? ¿Estuvo espiando mientras dormía?
-Anoche vi que tenías un cofre dentro, y no quise tocar. No me parecía correcto.
-Sí, claro... Seguro fue porque no podía tomar la llave, iba a despertarme si lo intentaba. No quería contarlo porque parecía una locura.
-Dinos- contestó Hilda.
-Lo encontré en ese lago, dentro tiene una piedra que brilló cuando abrí el cofre con esta llave- se las enseña. -sólo duró por un momento.
-¿Hablas en serio?- preguntó Hilda sorprendida. -¿¡Y si eso fue lo que te dio esta valentía y espíritu de lucha!?
-No lo había pensado, ¡Puede ser! Quizás tengas razón.
-No lo creo, seguro hiciste un pacto con una bruja- añadió Fulker. -esa es la única explicación.