-¡Maldición!- exclamó Rena golpeando fuertemente la mesa con el puño. -mandaré a alguien para que le informe a Clemens sobre lo sucedido hasta ahora.
Luego de enviar al mensajero, Ezequiel se acercó a él.
-Padre, ¿Qué sucedió con el que hablaste para que busque al traidor?
-Por un momento me había olvidado de él por no tener información- salió de la sala. -¿¡Alguien sabe de Gustav!?
Ninguno lo sabía. De repente apareció un caballo con un cuerpo atado al lomo. Rena frenó al caballo y desaró el cuerpo, era Gustav.
-Esos malditos- expresó Rena. -piensan que vamos a acobardarnos, pero no lo haremos. Tendremos que hacer una estrategia por si nos atacan de nuevo.
-Podemos rodear el campamento con un muro de estacas- sugirió Ezequiel. -así no podrán pasar, también tener varios guardias con arcos. Y rotarán por turnos.
-Parece una buena idea- añadió Hilda. -yo me apunto en hacer guardia.
-Interesante- expresó Rena. -estás comenzando a crecer como guerrero, eso me enorgullece, hijo.
-Solo quiero esforzarme- expresó Ezequiel mientras sonreía.
Rena enorgullecido, le dejó la responsabilidad a Ezequiel del muro, él se lo agradeció. Ya pasado el día, habían comenzado con la barricada de estacas.
Ezequiel dirigía a los esclavos que tenían. No le gustaba mucho, pero no tenía otra opción, debía acostumbrarse.
Mientras hacían su trabajo, Ezequiel fue a entrenar con Fulker cerca del campamento. Aila no quería estar involucrada con la guerra, así que fue hacia el lago junto con Hilda. Hilda conversaba con Aila para saber más sobre ella, ya que no le tenía tanta confianza.
Ezequiel y Fulker estaban entrenando agresivamente al mismo tiempo que charlaban sobre Aila.
-¿Qué piensas sobre Aila?- preguntó Fulker con mucha intriga.
-Es solo una chica como cualquier otra, que no le gusta las espadas- contestó desconcertado por ello. -es una lastima.
-Pienso lo mismo- añadió Fulker. -¿Pero será de confianza?
-Esperemos que lo sea- expresó seriamente. -porque morirá por mis manos, ¿Qué acabo de decir...? Estoy cambiando, a Rena se lo dije para convencerlo, pero ahora lo dije con seguridad. Esto está mal.
-Será mejor vigilarla- añadió Fulker. -por suerte está con Hilda.
-Sí.
Hilda logró entablar una amistad con Aila rápidamente.
-¿Dónde queda tu pueblo?
-Lo llamo pueblo, pero en realidad se supone que es un reino, aunque sin un castillo.
-Así que es uno pequeño.
-Sí, lo único que tiene el Rey es una casa grande. Somos cuarenta contando al Rey.
-¿Te gusta vivir ahí?
-Para nada, y deseo no volver a ese maldito lugar.
-¿Por qué dices eso?- preguntó con asombro.
-Mis padres y yo llegamos hace poco allí, días después de que lo hicimos, el Rey comenzó a abusarme.
-¿Qué?- añadió con desprecio.
-Él decía que si no me dejaba nos iba a echar. Mis padres no sabían nada, porque si les contaba nos iba a echar.
Ella no sabía que decirle, no se esperaba que le dijera algo así. Hilda la abrazó y Aila comenzó a llorar desconsoladamente como descargo por lo que vivió hasta ahora.
Mientras tanto Ezequiel continuaba entrenando con Fulker.
-Recuerda que tenemos un combate.
-Cierto, lo había olvidado.
-Podemos hacerlo cuando todo se calme, ¿Qué te parece?
-Buena idea. Si es que sucede.
Pasado el tiempo, ya era momento de volver al campamento. En el camino se cruzaron con Hilda y Aila.
Cuando llegaron, los esclavos seguían trabajando.
-¿Por qué aún están trabajando? ¿Piensan que pueden tratarlos así sólo porque son esclavos? ¡Oigan, pueden descansar!
Verificó el progreso y notó que habían avanzado bastante en poco tiempo, pero aún faltaba mucho. Al día siguiente Ezequiel se dirigió hacia Rena.
-¿Qué necesitas, hijo?
-¿Puedes darme un caballo?
-¿¡Un caballo!?- preguntó riendo. -no te daré uno, tú te conseguirás uno.
-¿He?
Así que fue a la llanura junto con Hilda y el resto; les tomó un rato llegar. Habían muchos caballos.
-¿En estos tipos de lugares hay caballos? Es bueno saberlo. Debo elegir correctamente, sé que los vikingos tenían mucho aprecio a sus caballos- miraba atentamente. -¡Bien! Lo tengo.
Era de color marrón claro con manchas blancas. Entre los tres rodearon al caballo con sus escudos, Aila estaba alejada. El caballo no tenía escapatoria.
Ezequiel lanzó hacia el cuello del caballo una soga que tenía en la cintura, logró acertar a la primera y jaló la soga para inmovilizarlo. Ezequiel se movía naturalmente, como si supiera lo que hacía. Era una sensación muy rara, aunque le gustaba.
El caballo ya estaba inmóvil y Ezequiel no tardó en subir. Estuvo bastante tiempo montado. Al terminar, Ezequiel ató al caballo en un árbol cerca de ellos para que descansase.
Ezequiel y el resto se sentaron en el mismo árbol.
-Bien hecho, amigo, eso fue increíble. Lo hiciste a la primera.
-Lo hiciste bien para ser tu primera vez, Erik- expresó con una sonrisa.
-Eres bueno en esto- añadió Aila.
-Gracias, quizás fue suerte.
-¿Hiciste un pacto con alguna bruja?- preguntó Fulker riendo.
-Ya les dije que fue por una piedra- contestó Ezequiel con mala cara. -acá tengo la llave del cofre, junto con este collar.
-Sé que dijiste eso, sólo fue una broma- expresó molesto.
-Es la que te regaló tu madre antes de morir- comentó Hilda con tristeza. -¿Verdad? Entonces... Por eso actúa raro, todavía no supera su pérdida. Ahí debe estar esa roca que tanto habla, se la habrá regalado ella.
-¿De qué habla esta loca? Como sea, le diré que sí. Claro, esta es la caja que me regaló. Mejor hablemos de otra cosa, ¿Quién creen que puede ser el traidor? Además de Folke, claro, él solo fue un peón.
-No se me ocurre- contestó Fulker.
-¿Es posible que sea alguien del otro campamento?